PADRE MATEO, VOCACION Y DIGNIDAD

Dr. Eduardo Héguy Terra
El padre Mateo Méndez renunció a la dirección del Interj, repartición del INAU a cargo de menores infractores. Motivos sobraban. Al renunciar también denunció, con la autoridad moral de los que saben, que en esa institución existen graves problemas a nivel de los adultos responsables del cuidado y rehabilitación de los menores. Problemas que incluyen proyectos personales que se colocan por sobre el gran cometido institucional y que generan un descalabro general y corrupción.
El padre Mateo llegó al Interj con generosa actitud de servicio, aceptando, más que un cargo, una pesada carga. Dado el desbarajuste del sistema y la evidente pérdida de referencias a muchos les parecía que no era viable hacer el bien en medio de ese caos administrativo y gremial. Una vez mas los pesimistas tenían razón. El sacerdote salesiano fue al sacrificio.
Hoy se le pretende agraviar con reproches por su renuncia. Pero todos sabemos de qué parte están la razón y la verdad. Porque a diferencia de otros, Mateo Méndez tiene trayectoria. Su vocación por la causa de los jóvenes, aun poniendo en riesgo su propia vida, es de sobra conocida. Fundador del Movimiento Tacurú en Montevideo y del Coquimbo en Rivera, tiene una larga y fecunda experiencia. Es un hombre que habla poco y hace mucho por los demás. Se le nombró y luego se le dejó sin respaldo para su proyecto de rehabilitación integral de los menores infractores. Se perdió así una magnífica oportunidad para la construcción de lo que pudo ser una eficiente política de Estado, que trascendiera fronteras partidarias y perdurara en el tiempo. En una palabra, con el no se actuó con responsabilidad.
Conocí la obra y la personalidad del padre Mateo hace unos años cuando, como integrante del jurado, tuve ocasión de ayudar a elegir los candidatos a recibir el premio Aplausos que otorgaba radio Carve y que él, merecidamente y por decisión unánime, recibió como reconocimiento por la extraordinaria labor realizada en beneficio de los jóvenes mas carenciados de los barrios marginales de Montevideo. Tan grande llegó a ser su compromiso y tan eficiente su tarea, que elementos criminales atentaron a balazos contra su vida, porque sintieron que al rescatar para el estudio y el trabajo honesto a numerosos muchachos el padre Mateo les reducía su cantera de reclutamiento para el delito. Ese es Mateo Méndez. Y ese es su temple, su carácter y su determinación. Se equivocaron con él. Lejos de amilanarse redobló sus esfuerzos, dando testimonio de fe inquebrantable, de un gran coraje personal y de un extraordinario espíritu de entrega a la causa en favor de los jóvenes más pobres, para darles esperanza y oportunidad de una vida mejor. Obviamente no es hombre para dejarse usar de biombo político, de coartada cómplice ni de tapadera mediática. Es un hombre de valores, de notable dignidad.
Gracias a su renuncia, que ahora algunos sin autoridad critican, se puso en evidencia ante la opinión pública el desastre de la situación del INAU, caracterizado por motines, fugas masivas, reiteradas denuncias de malos tratos y medicación abusiva, falta de recursos, llamativas licencias médicas, quejas sindicales y amenazas de “entrega de llaves” o abandono de funciones, rechazo a nuevos ingresos de menores infractores e inoperancia de las autoridades del INAU, lo cual, entrando en el quinto año de gobierno, compromete la responsabilidad del Poder Ejecutivo, como lo comprendió el doctor Tabaré Vázquez ocupándose directamente del asunto.
Luego de la renuncia, que puso tanto y a tantos en evidencia, se empezaron a procesar algunos cambios. Se tuvo que ir, por fin, el presidente del INAU, sustituido por la hasta ahora diputada Nora Castro; se admitieron nuevos reclusos en algunos centros y se estudia el cambio en la titularidad de la dirección de los mismos; se selecciona nuevo local de internación para incorporar a los ya existentes, que son inadecuados e insuficientes; el sindicato bajó el tono encendido de sus reclamos. En fin, la renuncia ya sirvió. El inevitable alejamiento del padre Mateo, no fue en vano. Las críticas a su actitud, provienen de personas que, por su pésima gestión, han quedado en evidencia ante la gente y ante el Poder Ejecutivo, responsable final del cabal cumplimiento de los cometidos de rehabilitación de los infractores.
Si alguna distinción le faltaba al padre Mateo,- a quien le reiteramos nuestro respeto y reconocimiento por todo lo que ha hecho y por todo lo que hará en bien de los demás-, ella le fue otorgada por la crítica, pequeña y mezquina, de quienes, carentes de humildad y por razones que cuesta comprender, pese a los cargos que ocupan, no están en rigor dedicados al bienestar y la rehabilitación de los menores, sino a proyectos personales, políticos o sindicales. Como bien dijo el renunciante, con esos, “ni a Misa”.

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