LA CUESTIÓN MILITAR. AYER Y HOY (2)

La cuestión militar es uno de los problemas más importantes y complejos que nuestra sociedad aún no ha logrado resolver. A tal punto que no faltan quienes, inspirados vaya uno a saber en qué oscuros propósitos, incurren en el tremendo desatino de promover la total desaparición de las fuerzas armadas uruguayas, pretensión que rechazamos enfáticamente.

Ahora, en ocasión de discutirse una nueva rendición de cuentas, acuciado él gobierno por la falta de recursos, se ha puesto sobre la mesa una vez más, la reestructura del servicio de pasividades militares. Es muy probable que las circunstancias impongan una readecuacion del monto de las jubilaciones y pensiones a cargo de ese servicio y aún de las condiciones y requisitos para acceder al retiro de los militares. Pero esto es solo una parte de la cuestión militar. Desde luego que algunos grupos, de sobra conocidos,  aprovechan para atacar a las fuerzas armadas recordando, cuarenta años después, los errores del pasado. De esa forma el debate sobre el futuro se oscurece. Por eso es oportuno y conveniente establecer al respecto algunas reflexiones.

En primer lugar, estamos de acuerdo en que se hagan todos los ajustes que se deban hacer.  Pero siempre  tomando en consideración no los prejuicios ideológicos de algunos sino los elementos objetivos, estudios fundados, y análisis serios, siempre contemplando los mejores recursos y las soluciones técnicas que permitan adecuar las fuerzas armadas a las exigencias de los tiempos que corren, en los que deben enfrentar desafíos tales como la defensa nacional, la vida en el mar, la custodia de nuestro territorio y espacio aéreo, la vigilancia perimetral de las carceles,  así como la preparación para enfrentar al terrorismo y el narcotrafico. Entre otras muchas funciones y tareas que se le  asignan periódicamente, como la asistencia en inundaciones o la recolección de residuos  por razones de salubridad pública.

En segundo lugar, queremos poner en perspectiva el pasado reciente. A las fuerzas armadas debemos, porque es justicia,  reconocerles un gran acierto, pero también, sin duda, atribuirles un grave y lamentable error institucional que hasta el día de hoy proyecta sus efectos nefastos.

No cabe poner en duda el aporte que las fuerzas armadas realizaron profesionalmente hasta diciembre de 1972, poniendo freno y derrotando a los tupamaros, que pretendían tomar el poder mediante la fuerza para establecer en nuestro país una dictadura de izquierda marxistaEn esa ocasión defendieron con dignidad y eficacia a las instituciones democráticas, amenazadas por la violencia irracional respaldada por la dictadura cubana de los Castro. 

Sin embargo, todo el reconocimiento a que se hicieron acreedores en esa lucha fue echado por tierra con el golpe de estado del 9 de febrero de 1973, y la posterior disolución del Parlamento el 27 de junio de ese mismo año. La primera víctima del golpe militar fueron las propias fuerzas armadas, al desconocerse el mando del general Francese y del contralmirante Zorrilla, así como del presidente Juan María Bordaberry. El daño moral que la decisión de ocupar el gobierno al margen de la Constitución le trajo aparejado a los fuerzas armadas, especialmente al ejército y a la fuerza aérea, ha sido enorme y sus efectos perduran hasta nuestros días. Imaginemos cuán distinta sería nuestra realidad si las fuerzas armadas hubieran permanecido fíeles a la legalidad. Sin duda gozarían de un enorme prestigio republicano. Y, desde luego, los tupamaros jamás hubieran llegado al gobierno y al poder, tergiversando la historia.

Un error, pues, que mucho nos ha costado como nación.

Dicho lo cual, digamos que no podemos caer en la ingenuidad de aceptar como verdadero lo falso. Los agitadores profesionales, los militantes de izquierda radical, los movimientos políticos dependientes de la influencia cubana, seguirán agitando falsas banderas. En tal sentido los partidos tradicionales, la oposición democrática en general, deben a hacer un enorme esfuerzo, intenso y permanente, especialmente dirigido a la juventud, para evitar que prevalezca la mentira. Para impedir que la manipulación ideológica prevalezca y domine la vida de la republica, tiñendo no sólo su vida sindical, sino incluso su política exterior, como hemos visto en el dramático caso de la dictadura que rige en la Venezuela de Maduro.

Por todo lo expuesto, aspiramos a que la inminente reforma financiera de los servicios de pasividades de las fuerzas armadas se haga de conformidad con criterios técnicos y tomando prioritariamente en consideración la importancia estratégica y sustancial que , por las razones señaladas, las mismas revisten para el Uruguay.

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