TABARÉ VÁZQUEZ, EL MÉDICO

Eduardo Héguy Terra

El veto interpuesto por el Presidente de la República, en uso de sus competencias y potestades constitucionales, al proyecto de ley de despenalización del aborto, aprobado por el parlamento con los votos de los legisladores frenteamplistas, ha dado mérito a duras críticas, pero también a numerosas opiniones favorables a la decisión presidencial.
Lo más importante del histórico veto son sus fundamentos. Por ello no me detendré demasiado en analizar las consecuencias políticas a la interna del Frente Amplio, respecto a la cual algunos señalan como un desacierto del doctor Tabaré Vázquez haber resuelto este importante tema en contra de la posición de la casi totalidad de sus legisladores y ministros, olvidando que la opinión del primer mandatario era muy conocida por todos desde mucho antes de presentar el proyecto que provocó el enfrentamiento. La decisión adoptada por el Presidente de la República revela personalidad, una profunda convicción y mucho coraje político. Estas son características que se sitúan en la vereda de enfrente de la demagogia y el cálculo menor. Lo “políticamente correcto” en este caso, lo más fácil, cómodo y rentable, hubiera sido acompañar el proyecto sobre el aborto para convertirlo en ley.
Como ya dije, lo importante son los fundamentos del veto presidencial. No se procura vencer sino convencer. El doctor Vázquez no tomo la difícil decisión que tomo por razones políticas, ni filosóficas, ni religiosas, ni personales, como erróneamente han pretendido atribuirle algunos de sus detractores. De la resolución surge con claridad que el principal de los fundamentos del veto es de carácter biológico y científico. Dice el presidente Vázquez,- pero también el médico prestigioso, el catedrático universitario reconocido-, que existen sobradas evidencias que demuestran, científicamente, que hay vida desde la concepción. Ese es el punto central, el núcleo del problema, la esencia del debate. La existencia de vida humana es lo que explica, da razón y fundamento a la posición contraria a la interrupción voluntaria del embarazo. Es, ni más ni menos, como en la lucha contra el cáncer, la defensa de la vida. Y ello por sólidas razones científicas y biológicas. No lo perdamos de vista.
Esto no significa desconocer el problema social,- de raíces culturales-, que padecen miles de mujeres. Según la senadora Lucía Topolanski el 90 por ciento de los abortos se produce por razones económicas. Por lo contrario, se reitera en el veto que ello, como “mal social a evitar”, merece la atención y el apoyo del Estado, a través de acciones educativas, preventivas y solidarias. Subrayando, además, que en países donde se legalizó el aborto, como Estados Unidos y España, la cifra de estos aumentó significativamente.
Se han aportado también sólidos argumentos jurídicos. “Esta ley afecta el orden constitucional (…) y compromisos asumidos por nuestro país en tratados internacionales (…)”. En efecto, disposiciones como los artículos 8, 36, 40, 41, 42, 44, 72 y 332, de nuestra Carta Magna, a los que se agregan el Pacto de San Jose de Costa Rica (de Derechos Humanos) (…) y la Convención sobre Derechos del Niño, obligan a nuestro país a proteger la maternidad y la vida del ser humano desde su concepción. Claro y contundente. “La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia (…) Tanto es así que en los modernos sistemas jurídicos – incluido el nuestro – el ADN se ha transformado en la “prueba reina” para determinar la identidad de las personas, independientemente de su edad (…).”
Nadie controvierte estas afirmaciones, científicas, biológicas y jurídicas, formuladas con tanta convicción y claridad. Ni su referencia a “descubrimientos revolucionarios, como la fecundación in vitro y el ADN, con la secuenciación del genoma humano, dejan en evidencia que desde la concepción hay allí una vida humana nueva”. Se ataca al veto por razones meramente políticas, pero no científicas. Es que es un hecho, a esta altura de los tiempos incontrovertible, que la vida existe desde el instante mismo de la concepción. De esto se trata. Por eso el veto.
El doctor Vázquez planteó también que, en lugar del aborto, era mejor “promocionar a la mujer y su criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma, salvar a los dos.” Para ello, agrega la resolución, se debe “rodear a la mujer desamparada de la indispensable protección solidaria, en vez de facilitarle el aborto.” Comprensión y no condena.
Tabaré Vázquez, el médico, el humanista, seguramente estará en paz con su conciencia: en circunstancias difíciles ha hecho honor a su profesión y a los principios de la medicina hipocrática: actuar a favor de la integridad física y de la vida.

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