MIRANDO AL FUTURO

Dr. Eduardo Heguy Terra

Cuando se observa con atención la contienda electoral a lo largo de los últimos meses, son muchas las cosas que vale la pena rescatar. En algunas de ellas están las bases para empezar a construir, desde ya, un futuro venturoso para todos los uruguayos. No tan solo para la mitad.
En primer término quiero destacar la alta civilidad de la ciudadanía, sin distinción de partidos. En segundo lugar, merece especial mención la actuación de la Corte Electoral. Desde hace décadas cumple a cabalidad con sus funciones de organización, ejecución y contralor de las elecciones uruguayas, tanto internas de los partidos como de legisladores y titulares del Poder Ejecutivo. Su alto desempeño hace, por tanto, a la credibilidad de las instituciones y a la transparencia de nuestra democracia. Merecen por ello, ministros y funcionarios, el reconocimiento de la ciudadanía, así como de todos los dirigentes y partidos políticos.
También es digno de subrayar el nacimiento, desde las urnas, de un nuevo liderazgo en el Partido Colorado. La consagración del doctor Pedro Bordaberry como secretario general y candidato a la Presidencia constituye un cambio trascendente para esa colectividad. Es de señalar la ponderación y serenidad que han caracterizado su forma de presentarse ante la ciudadanía, en tono siempre constructivo y sin agravios, con propuestas técnicamente fundadas y equipos de trabajo que las respaldan. En el Partido Colorado, especialmente en Vamos Uruguay, sector mayoritario al cual pertenece el senador electo Pedro Bordaberry, se ha incorporado a la actividad política una nueva generación, como Germán Coutinho, Fernando Amado y Juan Manuel Garino. La ciudadanía percibió los cambios en el partido y lo respaldó en todo el país, con el 17% del total de sufragios, superando los 390 mil votos y logrando 5 senadores y 17 diputados. Ello permite afirmar que el partido de Rivera salió del CTI e inició una promisoria etapa de recuperación. El claro y decidido apoyo a la fórmula Lacalle-Larrañaga, sin condiciones, hace honor a sus mejores tradiciones.
Estas serán, probablemente, las últimas elecciones para varios de los principales protagonistas. Por razones de edad, los ex presidentes Jorge Batlle (82) y Julio María Sanguinetti (73) dejarán de disputar cargos electivos. Ambos han demostrado en estos meses singular vigor y determinación. Constituyen parte esencial del acervo intelectual de su partido y, en los complejos tiempos que vendrán, están llamados a realizar valiosos aportes como experimentados consejeros y memoria viva del acontecer republicano. No muy lejos en edad se encuentran los candidatos José Mujica (74) y Luis Alberto Lacalle (68), así como Danilo Astori y Tabaré Vázquez que también se acercan a los 70. Todo ello sumado abre el camino a la tan necesaria como postergada renovación generacional.
El trabajo de la prensa constituye,- con la única excepción de algunos militantes camuflados de periodistas-, otro motivo de legítimo orgullo. Todos los partidos han podido manifestarse libremente y transmitir con amplitud su mensaje a los electores. Si la ciudadanía se equivoca al decidir, no será por falta de información respecto a quienes son los candidatos y lo que se puede esperar de ellos. La libertad de prensa está vigente en nuestro país, pero no exenta de nubarrones y amenazas corporizadas en las continuas agresiones verbales por parte de primeras figuras del oficialismo, incluido su candidato a la presidencia, especialmente contra El País, Búsqueda y El Observador, a quienes recomienda no creerles “ni la verdad”. Y esto es muy peligroso para la libertad de expresión y para la democracia. Basta con mirar lo que ocurre en estos días en la Argentina con Clarín y La Nación, víctimas del acoso del gobierno y de los sindicatos que actúan como su fuerza de choque. Imposible olvidar a los 27 periodistas actualmente presos en la Cuba de los Castro, a la que es tan afín la dirigencia frenteamplista.
Finalmente, salvo algunas escaramuzas verbales, la asombrosa metamorfosis de algún candidato, la desubicación de algunos diplomáticos extranjeros, el excesivo protagonismo de las encuestas y la lamentada ausencia de debate entre los candidatos, debemos concluir que hemos vivido una campaña y unas elecciones normales, quizá pobres en propuestas novedosas o en ingeniería publicitaria, pero sin incidentes y con importante participación de la ciudadanía. Valoremos lo nuestro. Gane quien gane el 29 lo señalado es de alto valor y de enorme significación para nuestro querido país. Ojalá que quienes gobiernen a partir del 2010 hagan honor a nuestras mejores tradiciones republicanas, con respeto por las creencias de todos, así como por la opinión y los derechos de las minorías, empezando por la tutela de la vida de los uruguayos desde la concepción. Si ganan Lacalle y Larrañaga, no tengo dudas que así será.

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