POR PRINCIPIOS Y VALORES

Dr. Eduardo Heguy Terra

Este gobierno disfrutó de una bonanza económica sin precedentes. Tuvimos, afortunadamente, viento a favor. Sin embargo, a pesar del buen momento, la deuda externa aumentó casi cinco mil millones de dólares, el déficit presupuestal del Estado ascendió a casi mil millones de dólares y crecieron los impuestos sobre el trabajo y las jubilaciones. Paradójicamente el Cr. Danilo Astori se precia de haber hecho las cosas bien. Es mas, se considera garantía de buen gobierno ante las carencias y posibles desbordes del candidato José Mujica. ¿No es irónico?
A su vez, Mujica afirma que, una vez resulte electo presidente, donará la mayor parte de su sueldo a los más necesitados. A la vista está la sencillez con la que vive el candidato, pero no cualquiera es propietario de 20 hectáreas en Montevideo. El señor Mujica tiene asignado como legislador, por distintos conceptos, una suma cercana a los 130 mil pesos mensuales. Otro tanto percibe su señora, la senadora Lucía Topolansky, con lo cual pueden ingresar a su hogar más de 250 mil pesos mensuales que, cabe recordar, provienen de los impuestos que pagan los ciudadanos. Bastante mas, por cierto, que una jubilación o salario promedio. No hemos oído que, utilizando su mayoría en ambas cámaras, los dirigentes tupamaros propusieran rebajar su sueldo como servidores públicos,- o el privilegiado beneficio de retiro a los no reelectos- sin duda desproporcionado a la vista de lo que ganan la mayoría de los uruguayos.
De conformidad con los resultados del 25 de octubre, el electorado está dividido en mitades. Un 52 por ciento no votó a la fórmula frenteamplista. Optó por la integrada por el ex presidente Luis Alberto Lacalle y el senador Jorge Larrañaga, así como por el Partido Colorado, el Partido Independiente y Asamblea Popular, o simplemente votó anulado o en blanco. Un 48 por ciento, en cambio, lo hizo por el Frente Amplio, lo que le otorgó mayoría en ambas cámaras legislativas.
En la búsqueda de compensar esa mayoría parlamentaria y lograr los imprescindibles equilibrios políticos y contrapesos institucionales, la fórmula del Partido Nacional, que obtuvo mas de seiscientos mil sufragios, ha recibido el apoyo expreso del secretario general del Partido Colorado, doctor Pedro Bordaberry y el unánime respaldo del Comité Ejecutivo Nacional, quienes representan mas de trescientos setenta mil votos. Poco se sabe de la posición que asumirán los alrededor de 50 mil votantes del Partido Independiente, cuyos dirigentes se han negado a pronunciarse por una u otra fórmula, en instancia tan decisiva para el futuro de nuestro país.
Me encuentro entre quienes piensan que, en estas complejas circunstancias, el doctor Luis Alberto Lacalle y el doctor Jorge Larrañaga ofrecen, por lejos, mayores garantías de buen gobierno. Sumadas las trayectorias ejecutiva y parlamentaria de Lacalle y Larrañaga, combinadas su experiencia y juventud, constituyen una fórmula intelectualmente sólida y política e institucionalmente confiable.
No se puede decir lo mismo del binomio Mujica-Astori, relegado este último, más allá de una poco creíble retórica electoralista, a un subordinado segundo plano. Así quedó demostrado en el congreso del Frente Amplio que designó a José Mujica como candidato y en las penosas negociaciones que le siguieron. No es ocioso abundar en los dichos del propio Mujica. Su declarada falta de confianza en la justicia, su cuestionamiento al derecho de propiedad privada, su apoyo a la ocupación de empresas, sus reiterados agravios a opositores, su confesa falta de escrúpulos en tragar sapos y abrazar culebras con tal de lograr sus fines, así como las opiniones vertidas en el libro Coloquios,- cuya lectura recomiendo a los indecisos-, el constante ir y venir de sus puntos de vista y su ya clásico “como te digo una cosa, te digo la otra”, el cuestionamiento de sus propios correligionarios,- con Tabaré Vázquez a la cabeza-, su renuencia a mostrarse tal cual es y debatir con Lacalle mano a mano, conforman un panorama de sombras muy poco confiable. Y cómo no mencionar el pensamiento actual del señor Mujica respecto a la violencia contra las instituciones democráticas de la década del sesenta y principios de los setenta, que él y los suyos protagonizaron, a la que aún hoy considera justificada y por la que no manifiesta arrepentimiento. Y si ello no fuera suficiente, agreguemos la defensa de la vida desde la concepción, la calidad de la enseñanza, la dignidad de nuestra política exterior, el respeto a las minorías, el equilibrio en la relación laboral, la integridad de la familia, la necesidad de recuperar la seguridad pública y las cárceles, y entonces, responsablemente, sin duda optaremos por la fórmula Lacalle- Larrañaga y por la conformación de un gran equipo de gobierno. Porque más que estilos o modelos, son principios y valores esenciales los que están en juego. Y no habrá revancha.

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