LA ENTREVISTA PERIODISTICA
Eduardo Héguy Terra
Los periodistas son, por vocación y casi por necesidad vital, personas con un gran interés por la realidad. A su mejor conocimiento dedican, por lo general, sus vidas profesionales. Esa curiosidad por todo lo que los rodea debe estar orientada a informar a los demás, que es la clave de sus deberes para con la comunidad que integran. Para hacerlo a cabalidad, deben estar al tanto de lo que ocurre, de cómo ocurre y de porqué ocurre. Las vías para obtener ese conocimiento son muy diversas, pero ninguna tan rica y tan eficaz como la entrevista a los propios protagonistas del acontecer.
La entrevista, que puede recaer sobre los mas variados temas, tiene una parte técnica, que refiere a como se elige al entrevistado, como se prepara, como se realiza y como se edita, además de un especial cuidado en la jerarquización de las ideas, mediante la titulación y el subrayado de los conceptos mas importantes. Esa parte técnica está, debe estar, al servicio de los contenidos, sin perder de vista que se busca conocer mejor a los entrevistados así como obtener la verdad sobre ciertas cuestiones consideradas importantes. Con frecuencia las entrevistas aportan una gran riqueza conceptual y no es raro que se cumpla aquello de que puede haber preguntas simples y respuestas inteligentes, tanto como que de preguntas inteligentes o necesarias solo se obtengan respuestas tontas, insinceras o elusivas. La calidad de la entrevista dependerá tanto de la preparación y pericia profesional del periodista, quien jamás debe caer en la tentación del vedetismo, como del nivel y la buena fe del entrevistado, así como de la confianza y el respeto existente entre ambos.
Desde el punto de vista del medio de prensa las buenas entrevistas constituyen, sin duda, uno de los mayores atractivos para sus lectores o audiencias. La entrevista interesa, informa, entretiene y, en ocasiones, también conmueve. Humaniza a los protagonistas, los acerca a la gente, llega más directamente y permite conocer los temas más fácilmente. De ello tenemos abundantes testimonios de periodistas uruguayos de la vieja escuela como Cesar Di Candia, Maria Ester Gillio, Jorge Traverso y Miguel Carbajal, o los mas jóvenes Ignacio Alvarez o Emiliano Cotelo; y, como referentes extranjeros, no podemos no mencionar a la italiana Oriana Fallacci, el norteamericano Larry King, el español Jesús Quintero, conocido como el Perro Verde, o el argentino Jorge Fontevecchia, director de Perfil y Noticias. Unos van mas al hombre y otros se centran en el tema, pero todos saben lo que la entrevista aporta y significa.
Cuando la entrevista se hace con naturalidad, dando razón a Halperin quien la considera “la mas pública de las conversaciones privadas”, el resultado puede estar signado por la amenidad. Pero la entrevista, cuando es improvisada, superficial o, peor aún, complaciente, propagandística, sin seriedad profesional ni rigor periodístico, o cuando ha sido condicionada previamente en su contenido, queda reducida a una mera apariencia, una cascara vacía de sustancia y pobre en contenidos , por lo que deja de ser un excelente instrumento al servicio del dialogo social y de la verdad. Así deformada, la entrevista se convierte o trastoca en un engaño, un simple maquillaje, un fraude a los más elementales criterios del buen periodismo. Es muy poco frecuente en estos días escuchar o leer una entrevista que en rigor exija a los políticos, duchos en rehuir preguntas exigentes, recurrir al enojo y a la queja para intimidar al periodista, procurando siempre utilizar a los medios para amplificar sus mensajes de propaganda, antes que para rendir cuentas de sus actos ante la ciudadanía, la cual debe ser informada. Las promesas electorales, el incesante crecimiento de la deuda pública, el abuso en las patentes y la contribución inmobiliaria, los altos sueldos de los legisladores y otros cargos de confianza, los criterios de selección de los jefes de misión en el exterior, la idoneidad técnica de los jerarcas de la administración, la incapacidad para resolver problemas concretos de gestión que se arrastran desde hace largo tiempo, como la construcción de viviendas para marginados o la recolección de la basura, o la llamativa dilación de ciertos procedimientos judiciales que involucran a figuras públicas, son ejemplos de temas respecto a los cuales hace falta una mas exigente confrontación intelectual en profundidad.
En lo personal pienso que, para contribuir a la construcción de una mejor democracia, para ayudar al ejercicio transparente del gobierno, nos hacen falta más y mejores entrevistas. Entrevistas periodísticas llevadas a cabo con seriedad y responsabilidad profesional, sin concesiones ni condicionamientos indebidos. Entrevistas realizadas con plena conciencia de que hacerlas y hacerlas bien, constituye un servicio de interés público, destinado a la ciudadanía y al mejor ejercicio de su indisputable derecho a la información.
Los periodistas son, por vocación y casi por necesidad vital, personas con un gran interés por la realidad. A su mejor conocimiento dedican, por lo general, sus vidas profesionales. Esa curiosidad por todo lo que los rodea debe estar orientada a informar a los demás, que es la clave de sus deberes para con la comunidad que integran. Para hacerlo a cabalidad, deben estar al tanto de lo que ocurre, de cómo ocurre y de porqué ocurre. Las vías para obtener ese conocimiento son muy diversas, pero ninguna tan rica y tan eficaz como la entrevista a los propios protagonistas del acontecer.
La entrevista, que puede recaer sobre los mas variados temas, tiene una parte técnica, que refiere a como se elige al entrevistado, como se prepara, como se realiza y como se edita, además de un especial cuidado en la jerarquización de las ideas, mediante la titulación y el subrayado de los conceptos mas importantes. Esa parte técnica está, debe estar, al servicio de los contenidos, sin perder de vista que se busca conocer mejor a los entrevistados así como obtener la verdad sobre ciertas cuestiones consideradas importantes. Con frecuencia las entrevistas aportan una gran riqueza conceptual y no es raro que se cumpla aquello de que puede haber preguntas simples y respuestas inteligentes, tanto como que de preguntas inteligentes o necesarias solo se obtengan respuestas tontas, insinceras o elusivas. La calidad de la entrevista dependerá tanto de la preparación y pericia profesional del periodista, quien jamás debe caer en la tentación del vedetismo, como del nivel y la buena fe del entrevistado, así como de la confianza y el respeto existente entre ambos.
Desde el punto de vista del medio de prensa las buenas entrevistas constituyen, sin duda, uno de los mayores atractivos para sus lectores o audiencias. La entrevista interesa, informa, entretiene y, en ocasiones, también conmueve. Humaniza a los protagonistas, los acerca a la gente, llega más directamente y permite conocer los temas más fácilmente. De ello tenemos abundantes testimonios de periodistas uruguayos de la vieja escuela como Cesar Di Candia, Maria Ester Gillio, Jorge Traverso y Miguel Carbajal, o los mas jóvenes Ignacio Alvarez o Emiliano Cotelo; y, como referentes extranjeros, no podemos no mencionar a la italiana Oriana Fallacci, el norteamericano Larry King, el español Jesús Quintero, conocido como el Perro Verde, o el argentino Jorge Fontevecchia, director de Perfil y Noticias. Unos van mas al hombre y otros se centran en el tema, pero todos saben lo que la entrevista aporta y significa.
Cuando la entrevista se hace con naturalidad, dando razón a Halperin quien la considera “la mas pública de las conversaciones privadas”, el resultado puede estar signado por la amenidad. Pero la entrevista, cuando es improvisada, superficial o, peor aún, complaciente, propagandística, sin seriedad profesional ni rigor periodístico, o cuando ha sido condicionada previamente en su contenido, queda reducida a una mera apariencia, una cascara vacía de sustancia y pobre en contenidos , por lo que deja de ser un excelente instrumento al servicio del dialogo social y de la verdad. Así deformada, la entrevista se convierte o trastoca en un engaño, un simple maquillaje, un fraude a los más elementales criterios del buen periodismo. Es muy poco frecuente en estos días escuchar o leer una entrevista que en rigor exija a los políticos, duchos en rehuir preguntas exigentes, recurrir al enojo y a la queja para intimidar al periodista, procurando siempre utilizar a los medios para amplificar sus mensajes de propaganda, antes que para rendir cuentas de sus actos ante la ciudadanía, la cual debe ser informada. Las promesas electorales, el incesante crecimiento de la deuda pública, el abuso en las patentes y la contribución inmobiliaria, los altos sueldos de los legisladores y otros cargos de confianza, los criterios de selección de los jefes de misión en el exterior, la idoneidad técnica de los jerarcas de la administración, la incapacidad para resolver problemas concretos de gestión que se arrastran desde hace largo tiempo, como la construcción de viviendas para marginados o la recolección de la basura, o la llamativa dilación de ciertos procedimientos judiciales que involucran a figuras públicas, son ejemplos de temas respecto a los cuales hace falta una mas exigente confrontación intelectual en profundidad.
En lo personal pienso que, para contribuir a la construcción de una mejor democracia, para ayudar al ejercicio transparente del gobierno, nos hacen falta más y mejores entrevistas. Entrevistas periodísticas llevadas a cabo con seriedad y responsabilidad profesional, sin concesiones ni condicionamientos indebidos. Entrevistas realizadas con plena conciencia de que hacerlas y hacerlas bien, constituye un servicio de interés público, destinado a la ciudadanía y al mejor ejercicio de su indisputable derecho a la información.
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