EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS

Eduardo Heguy Terra


A las puertas de una larga campana electoral, que se inicia por las internas de los partidos, sigue con las elecciones nacionales y culmina con la elección de intendentes y ediles departamentales, es bueno clarificar la posición de los medios de comunicación en relación al gobierno y a las diferentes corrientes políticas. Y esto es especialmente importante cuando desde el gobierno del Frente Amplio se ha cuestionado reiteradamente la imparcialidad, ecuanimidad u objetividad de varios medios de difusión.

En nuestro país existen actualmente varios medios oficialistas, como Caras y Caretas y La Republica, entre otros, así como numerosas audiciones; y medios opositores, como El País, con sus 90 años un verdadero sobreviviente, históricamente vinculado al Partido Nacional. Otros medios, en cambio, se definen independientes. Ejemplos de estos últimos son tanto El Observador como Búsqueda; y también, en general, los informativos de la televisión privada. Los medios independientes, por no responder a las directivas oficiales o de un partido político, son los más difíciles de etiquetar , los que tienen mayor credibilidad y, precisamente por ello, los que ponen mas nerviosos a los gobiernos, que siempre esperan el elogio y la disciplinada aprobación de su gestión.

Es importante tener en cuenta que, en una prensa que se caracteriza por un marcado y fecundo pluralismo y una amplia diversidad de orientaciones políticas, en materia de imparcialidad de los medios el énfasis puede variar según se trate de medios radiales y audiovisuales o de medios escritos. En efecto, tratándose de la prensa en sentido estricto, estamos ante empresas totalmente privadas, de donde es lógico concluir que tienen la mas amplia libertad para fijar la línea editorial que mejor los represente y distinga, si bien cabe exigirles la honestidad de hacerlo transparente ante sus lectores, que tienen derecho a saberlo.

En los Estados Unidos, pese a no ser la opinión mayoritaria entre los comunicadores,- los cuales sostienen que no se debe adoptar partidarismo político alguno, pues ello plantea un conflicto de interés que lesiona la credibilidad del medio-, ha sido frecuente que destacados periodistas, como Walter Cronkite, Ben Bradlee, Walter Lippmann o Philip Graham se manifestaran a favor de un candidato; e inclusive que ellos mismos lo fueran, como es el caso de Warren Harding, quien, luego de dirigir y editar el Marion Daily Star de Ohio, fue senador y llego, en 1921, a la presidencia de los Estados Unidos.

La historia de la prensa de nuestro país ofrece varios ejemplos de periódicos que respondían claramente a una orientación política, conocida por todos, lo cual enriquecía notablemente el debate de ideas, fundamental en toda democracia. Basta recordar a El Día, La Mañana, El Plata, Marcha, Acción, Hechos o El Popular, para demostrarlo. Todos sabían lo que cada medio representaba y cual era su línea de pensamiento. Esto esta en la esencia de la libertad de prensa. Naturalmente que a todos ellos es exigible la verdad y la imparcialidad en la información. A este respecto la prensa norteamericana tradicionalmente sostiene que los hechos son sagrados y las opiniones libres. No se deben mezclar ambas cosas ante los lectores ni, bajo ninguna circunstancia, introducir opinión en un titulo informativo.

En lo que dice relación con los medios audiovisuales, como la radio y la televisión, los criterios son mucho más estrictos. Desde luego que en los medios de propiedad del Estado,- como las radios y canales del SODRE y TV Ciudad en el cable-, debe estar estrictamente vedada toda predica o propaganda política en los informativos, y el mas estricto equilibrio partidario en los programas periodísticos. Estos medios son de todos, se pagan con el dinero de todos y en ellos esta ausente el proselitismo partidario. En las radios y canales de propiedad privada, por su parte, debe tenerse en cuenta que las frecuencias no les pertenecen, sino que les son adjudicadas por el Estado, con carácter precario y revocable. Esto sin duda limita la programación y condiciona las expresiones y posiciones políticas; y hace mas vulnerable a la radiodifusión ante posibles presiones del gobierno, de las que no esta excluido el riesgo de sufrir sanciones económicas ilegales derivadas del uso arbitrario de la publicidad oficial, como lamentablemente ha ocurrido.

Reiteremos que la independencia de los medios de los sectores políticos no significa, en modo alguno, carecer de ideas y de pensamientos. Ser independiente significa que no existe discriminación ni toma de posición a priori, ni a favor ni en contra de ningún gobierno, partido o figura. La cancha no debe estar flechada. La idea central es, en definitiva, el servicio a la verdad y el respeto al derecho a la información de los ciudadanos. Así deben ser asumidos el rol y la responsabilidad de la prensa de cara al complejo e intenso tiempo electoral que se aproxima.

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