VAZ FERREIRA Y LA PRENSA

Eduardo Heguy Terra


Carlos Vaz Ferreira tuvo malas experiencias con la prensa de su época. Se encontró más de una vez con una orgullosa resistencia a la enmienda espontanea ante el error o la inexactitud de lo publicado y, frecuentemente, con lo que consideraba una exagerada autovaloración de los medios de comunicación. Eso lo llevo a sostener que en el periodismo, al igual que en el ejercicio de la abogacía, existe una inmoralidad intrínseca, que no es posible suprimir del todo. Reconocía, sin embargo, que “la prensa es un bien, un inmenso bien”, “es apostolado, sacerdocio, cuarto poder”, pero los bienes que la hacen tal, insistía el docente, no pueden separarse de ciertos males, que es necesario estudiar, para saber si es posible evitarlos o, al menos, atenuarlos.
En su libro Moral para Intelectuales Vaz Ferreira llegó a decir que la impresión que siente frente a la prensa “no puede ser otra que de terror”, o “espanto”, porque cualquiera puede, “por ejemplo, levantar reputaciones o hacerlas pedazos, con la mayor facilidad”, y “hacer al honor o a la felicidad de uno o de muchos seres un mal irreparable.” Por consiguiente, concluye, “la moral de la prensa es una moral delicadísima.” Porque “el que dispone de un poder semejante, se encuentra en una situación especial” y, por ello, contrae deberes también especiales. Coincido totalmente. A esos deberes y a las responsabilidades éticas y deontológicas del comunicador he tenido oportunidad de referirme en mi libro sobre La responsabilidad de los medios de comunicación.
La visión crítica sobre la prensa de quien fuera rector de la Universidad de la República y decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias, se proyecta en un doble sentido. Por un lado en lo relativo a los hechos, por cuanto existe, “la obligación de afirmar sin información bastante (…) sin base suficiente”. Esto, para el, “es inevitable”. Sinceramente, no estamos de acuerdo con esta afirmación del filósofo, pues tal obligación no existe para un medio que actúe con una mínima seriedad profesional. Un medio así orientado, sin duda se cuidara muy bien de hacer afirmaciones sobre la reputación de las personas sin antes tener todas las pruebas necesarias, tal como quería el autor en su crítica. No es correcto sostener, como él lo hace, que la prensa está organizada de una manera tal “que la afirmación debe venir siempre, casi fatalmente, antes que la prueba.”
Algunas malas experiencias, concretas y puntuales, sumado a la dificultad de responsabilizar judicialmente a los periodistas acusados por difamación, generaron en él un sentimiento muy fuerte de prevención respecto a la prensa, que proyecta, creo que con error, hasta la más severa generalización. No es de recibo poner a todos los periodistas en una misma bolsa. La prensa no está, de ninguna manera, “obligada a propalar noticias, aunque sean contrarias al honor de las personas.”
Por otro lado, ya no en relación a la información, sino en lo que hace a la opinión, o a lo que Vaz Ferreira llama “la doctrina”, el entiende,- a mi juicio equivocadamente-, que en la prensa existe una “obligación de opinar sobre todos los asuntos.” Es cierto que nadie, por instruido e inteligente que sea, puede tener una opinión clara y definida sino sobre un número muy limitado de asuntos”. Pero nosotros sabemos que respetar esa limitación humana, con modestia y con responsabilidad, es función de los responsables de los medios de comunicación,- editores, jefes de redacción, directores-; tarea en la que ponen mucha dedicación, por cuanto en ello les va la credibilidad ante sus audiencias o lectores.
Finalmente, pese a sus criticas, Vaz recomienda evitar “concluir que lo que tiene inconvenientes es malo.”, y que por consiguiente la prensa es un mal. Y afirma que los inconvenientes de la prensa están “mucho más que compensados con sus ventajas y utilidad.” Para que ello siga siendo verdad, debemos evitar lo que el filosofo denominaba “descuido moral”, que es tanto como no saber o no querer ver los inconvenientes, ni preocuparse por la manera de evitarlos. Y, peor aún, dejarse llevar a “una especie de subinmoralidad habitual”, tanto mas repudiable. El principal freno a estos males, consiste en una gran lealtad. Nada enaltece mas a un medio de comunicación que el reconocimiento de la razón que pueda tener del adversario o la enmienda del error en que se incurra.
Me pareció importante compartir estas reflexiones. Tanto por provenir de quien provienen,- sin duda uno de los pensadores uruguayos más lucidos del siglo XX -, como por la significación de las observaciones sobre cuestiones que hacen a la ética y a la esencia misma del periodismo. Vale la pena que pensemos en ellas, una y otra vez, para estar alertas ante el error y prevenidos ante la soberbia.

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