LA ESENCIA DE LAS COSAS

Eduardo Heguy Terra


La importancia de no perder de vista las esencias, de respetar la naturaleza de las instituciones, el sentido, el porque y el para que de las normativas, es mucho mayor de lo que en general se suele reconocer. Así como se rechaza la indeseable cercanía del interés público con el privado, el doble discurso o la demagogia, es también función de la prensa señalar incongruencias y ayudar a recordar el deber ser.

Por ejemplo ¿cuál es la lógica de que, pese a que la Constitución de la Republica dispone que sean cargos honorarios, los ediles de varios departamentos se hayan votado generosos viáticos y llamativas partidas para combustible? ¿Qué sentido tiene que en ello participen también primeros y segundos suplentes? ¿Es para eso que tenemos una carga tributaria agobiante? Y los partidos políticos a los cuales pertenecen estos ediles ¿no se enteraron?

Estos temas siempre existieron. Nombres y familias que se repiten en cargos de gobierno a través de varias generaciones, son algo usual en nuestro país. Cargos de confianza que no se llenan por concurso, es algo más que evidente. Que en los directorios de las empresas del estado o en cargos diplomáticos se suelen designar a candidatos a cargos electivos que no alcanzaron los votos necesarios, no es sorpresa para nadie. El actual gobierno ofrece varios casos, desde Ancap, hasta las embajadas en Perú, México o Francia. ¿En que quedo la legitima aspiración de dotar al país de un cuerpo diplomático profesional? ¿Qué nos dicen la razón y el sentido común? ¿Como nos va en el conflicto con la Argentina?

Hubo ingenieros agrónomos designados como ministros de relaciones exteriores,- hoy tenemos a un abogado penalista en ese cargo-; profesores de derecho internacional en el ministerio del interior,- hoy tenemos una maestra-; y abogados como ministros de economía. Hasta hubo un político a quien se le puso el irónico mote de “el punguista”, porque cualquier cartera le venia bien. Estas cosas no contribuyen a prestigiar el sistema. Porque van contra las esencias. La gente espera que se designe a los mejores, no a los más amigos. Tampoco a los parientes. A la gente no le importa tanto quien haga las cosas sino que se hagan bien. Los generosos sueldos de los legisladores, superiores a los cien mil pesos por mes, que pagamos todos, no son para financiar actividades partidarias o proselitistas, sino para legislar mejor.

Los funcionarios son para la función y no la función para los funcionarios ¿Tiene algún sentido que los policías, que deben estar sometidos a una estricta disciplina y sometidos a jerarquías, formen un sindicato que los habilite a cuestionar y a discrepar con los criterios de sus mandos? ¿Se imaginan un sindicato del ejército oponiéndose a un ataque en plena guerra? ¿Es razonable que puedan hacer huelga? ¿Pueden amenazar con no cumplir determinados servicios? No es lógico. Así lo ha entendido la Organización Internacional del Trabajo. Servicio publico. ¿Cómo puede alguien sostener, sensatamente, que el derecho de huelga incluye la facultad de ocupar los establecimientos empresariales? ¿El derecho de propiedad ya no merece respeto? ¿Sabrá algo de esto ADEOM, que no se detiene ni ante la salud publica? ¿El interés de los recolectores de residuos, mano de obra barata de un negocio millonario, vale mas que el interés general de la población y su derecho a mantener la ciudad limpia y el transito seguro? La esencia de las cosas, el sentido común, nos recuerdan que la función del Estado es representar el interés general, pero no usar los recursos de todos para privilegiar a un gremio o sector. ¿No es increíble que en el país de Batlle y Ordóñez, con un derecho laboral pionero en América, la bandera de lo social la tenga la izquierda? Incongruencias.

¿Se puede seguir considerando menores inocentes a quienes matan, rapiñan y realizan copamientos? ¿Podemos seguir ofreciendo nuestros soldados a Naciones Unidas para salvaguardar la seguridad en Haití, el Congo o el Sinai, y negarlos en nuestra propia casa? Todos estos temas merecen una reflexión profunda. No es posible que se desatienda la norma constitucional que ordena que las cárceles no sirvan para mortificar sino para reeducar a los presos, y no se de solución al hacinamiento vergonzoso de esas lamentables escuelas del delito. ¿Negligencia? ¿Olvido?

¿Falta de sentido común? Al menos esta ausente cuando protestamos porque el gobierno se preocupa por la salud de la población y combate los vicios sociales, como el uso abusivo del tabaco y el alcohol. Debemos leer más la Constitución que nos rige. Especialmente la sección II, de los derechos, deberes y garantías. Sin duda un saludable ejercicio republicano. Si en verdad queremos un cambio profundo y perdurable, y, a la vez, la preservación de nuestro sistema democrático representativo de gobierno y del Estado Social de Derecho.

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