EL CUARTO PODER

Dr. Eduardo Héguy Terra

Cuando lord Jeffrey Archer, exitoso escritor y miembro del parlamento inglés por el partido conservador, publicó El cuarto poder, novela sobre la lucha de dos grandes magnates de la industria periodística por dominar los medios de comunicación a escala planetaria, lejos estaba de sospechar que, años después, el destino lo llevaría a enfrentarse al periódico The Daily Star, en unos procesos judiciales por perjurio y obstrucción a la justicia, que terminarían con su reputación y con su carrera política y lo llevarían a prisión por varios años.
Uno de los personajes de ficción de aquella novela, publicada en 1996, se asemejaba notablemente al australiano Rupert Murdoch, hoy convertido en uno de los mas poderosos empresarios periodísticos del mundo de todos los tiempos y sin duda en un cabal representante del poder de la prensa, del cuarto poder, superando incluso a los legendarios Joseph Pulitzer y Randolph Hearst, que lo precedieron. Protagonistas de su tiempo – fines del siglo XIX y principios del XX -, tanto Hearst como Pulitzer dejaron profunda huella en la historia de los medios de comunicación. Ambos cultivaron la llamada prensa amarilla, sensacionalista al extremo, promoviendo investigaciones periodísticas sin rigor ni escrúpulos, con el claro propósito de aumentar las ventas de sus diarios. “Yo hago las noticias”, solía decir Hearst. El y Pulitzer son tristemente recordados por su nefasto papel en la guerra de Cuba de 1898, pues alentaron maliciosamente la intervención militar de los Estados Unidos contra España. Paradójicamente, fue un legado testamentario de dos millones de dólares de Joseph Pulitzer a la Universidad de Columbia el que permitió la creación de su prestigiosa Escuela de Periodismo y el posterior nacimiento de los célebres premios Pulitzer a la excelencia periodística.
Pero Rupert Murdoch los ha superado largamente. A los muchos medios que posee en Australia, algunos de ellos heredados de su padre, - se cuentan por decenas sus periódicos en Sidney, Melbourne y Brisbane-, se suman algunos de gran tiraje del Reino Unido, como The Guardian, The Times, The Sun y News of the World, hasta la BSkyB de televisión satelital; y muy importantes medios en Estados Unidos como el Wall Street Journal, New York Post, Boston Herald, o el Chicago Sun Times. También posee las poderosas Fox TV, 20th Century Fox , National Geographic y News Corporation, sumando así periódicos, televisoras y empresas publicitarias, como News America Publishing. Una cartera donde no faltan equipos como Los Angeles Dodgers y decenas de derechos de televisación de básquetbol y béisbol. Nada le es ajeno. Llega así a ser propietario, muchas veces contra viento y marea, de 22 cadenas de televisión y cable, de TV Guide y del Madison Square Garden. Se estima que ya tiene más de 800 empresas en 52 países. Sin duda se trata del más grande empresario periodístico que jamás se haya conocido. También uno de los más resistidos y polémicos.
Y para completar el perfil de este incansable emprendedor, que a los 80 años va por mas, digamos que lo hemos visto en estos días presentando The Daily, el primer diario digital creado y diseñado exclusivamente para los modernos iPad de Apple, - no tendrá edición impresa-, en lenguaje multimedia, y que se descargará por iTunes en forma automática. Su edición estará a cargo de un equipo de aproximadamente cien personas. ¿Su precio al público? Apenas un pago de U$S 0,99 por semana o de U$S 39,99 al año, precios a los que se puede llegar gracias al ahorro de la impresión y sus costos de tinta y papel, así como a la inexistencia de la gravosa distribución propia de las ediciones impresas. Su meta, para nada fácil, es lograr que la gente pague por acceder a la información que ofrecerá el moderno Daily. Un nuevo emprendimiento de quien afirma que comunicar noticias e ideas es su “pasión”, así como el darle al público alternativas, opciones reales, representadas por la existencia de mas de un diario para leer o de mas de un canal de televisión para ver.
Cuentan que unos años después de la revolución francesa de 1789 y de la creación de los tres Estados Generales, - el de los nobles, el del clero y el de los plebeyos -, el irlandés Edmund Burke levantó la mirada hacia la galería de prensa de la Cámara de los Comunes y comentó: “ahí se sienta el Cuarto Poder y sus miembros son más importantes que todos los demás.” Pero también debe decirse que para calificar como cuarto poder no alcanza con presidir un emporio periodístico. Se requiere, además, el deseo de ejercer el poder que esos medios proporcionan y la voluntad de influir con ellos en la política y en los asuntos públicos, ya sea para imponer sus ideas y puntos de vista o para lograr mas riquezas y posesiones y consolidar ventajas y privilegios.
Muchos, tanto en Australia como en el Reino Unido y los Estados Unidos, piensan, con razón, que es muy peligroso un poder mediático y económico tan grande y que, precisamente por ello, se requiere de una cuidadosa reglamentación y de controles jurídicos y políticos que, respetando la libertad de empresa y la libertad de prensa, amparen la libre competencia e impidan la formación de indeseables monopolios de la información, sin duda nefastos para la democracia.

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