LA INFLUENCIA DE LA PRENSA

Dr. Eduardo Héguy Terra

¿Porqué el gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner se empeña en imponerse a los diarios Clarín y La Nación y Hugo Chávez cierra radios y canales privados, como RCTV, y crea un avasallador instrumento de propaganda integrado por Telesur, Bolivariana de Noticias, 238 emisoras, 28 televisoras, 340 medios impresos y más de 125 sitios en internet? ¿Porqué Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia procuran someter a los medios de comunicación? Esos gobiernos actúan movidos por un afán de controlar lo que se dice y como se dice, pues saben bien de la influencia de la prensa sobre la opinión pública.
Los medios de comunicación privados no son solamente empresas que obtienen, generan y difunden contenidos y que están dirigidas a obtener, legítimamente, la mayor cantidad de lectores, audiencias y anunciantes, para obtener ganancias. También son medios con responsabilidades sociales, entre las cuales se encuentra, en primerísimo lugar, la obligación de informar. Un deber de informar que se correlaciona con el derecho a la información, con el derecho a saber lo que está pasando, de todos los ciudadanos y que, precisamente por ello, se encuentra amparado por las normas constitucionales e internacionales sobre la libertad de prensa. La información así entendida y ejercida, es un medio esencial de contralor público de la labor de los gobiernos.
Estos dos aspectos de los medios de comunicación, como negocio o como elementos esenciales para el buen funcionamiento de las democracias, marcan las tensiones que han caracterizado buena parte de sus historias, así como las dificultades de las empresas periodísticas que procuran ejercer con independencia y convicción sus labores informativas y de opinión. Con frecuencia el poder de los medios, su enorme capacidad para influir en los demás, los lleva a intervenir decididamente en la marcha de los asuntos públicos, en ocasiones persiguiendo el logro de sus propios intereses personales, políticos o económicos; se convierten así, por su propio peso, en importantes actores políticos a los que se trata de utilizar, adular, captar, censurar o doblegar. Tanto desde el gobierno como desde la oposición.
En el mundo de la prensa no todos son grandes negocios, multimedios o mega emprendimientos. La excepción son los grandes grupos como los de William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, Rupert Murdoch y Ted Turner, Silvio Berlusconi o Ernestina Herrera de Noble. No son relaciones fáciles las que se dan entre el poder político y la mayoría de la prensa no oficialista. En ocasiones los riesgos de chocar con el gobierno, y pagar las consecuencias - avisos oficiales, permisos de frecuencias - preocupan de tal manera a los responsables de los medios, especialmente audiovisuales, que optan por reducir al máximo los espacios periodísticos,- en los que la información se da de la mano con el análisis, la interpretación y la formación de opinión-, y privilegian el entretenimiento, los deportes y el espectáculo, siempre menos arriesgados políticamente. La coacción genera autocensura. Silencio.
Las teorías del rol de la prensa en el sistema democrático son, como se comprenderá, análogas en el tiempo e inmutables en el espacio. Pero solo las teorías. Porque los hechos, las circunstancias, las limitaciones económicas, socio políticas y culturales, marcan realidades diferentes. En ocasiones, rudamente diferentes. Tal lo que ocurre cuando se tiene un presidente que aconsejó a sus seguidores no creer en lo que dijera la prensa aunque fuera la verdad; y una mayoría en el parlamento que despreció dos claros pronunciamientos de la ciudadanía. Bajo esas o parecidas circunstancias no resulta fácil ejercer el buen periodismo.
Toda comunicación humana conlleva, más allá de la voluntad del emisor del mensaje, “una cierta intencionalidad de captación o influencia sobre los otros”. No existen “comunicaciones humanas gratuitas” pues se busca siempre “en mayor o menor grado, influir a un sujeto o grupo de sujetos”. El profesor José Luis Martínez Albertos sostenía que influir significa informar y que, por tanto, toda información supone un cambio. Esta idea, proyectada a un Uruguay republicano, que quiere vivir en democracia, pauta la trascendencia de una prensa libre, inspirada en valores superiores, administrada por profesionales competentes, guiada con honestidad intelectual y puesta al servicio de los intereses generales de la comunidad a la que pertenece.
No es aventurado afirmar que, así como sea la prensa de un país, así irá modelándose el espíritu de su gente. La democracia, decía el catedrático español José Maria Desantes, necesita de la instrucción permanente del ciudadano, para que este no se convierta “en un súbdito”.
Si democracia es participación en las decisiones públicas, debe existir información previa y libre que la permita. Información, decimos, no propaganda ni manipulación. Pero la vida casi nunca transcurre con la placidez de las meditaciones doctrinarias. Pese a ello y pese a todo, reafirmamos la idea de que la prensa es un instrumento esencial de la democracia solo cuando está al servicio de la verdad, de la dignidad del hombre, del respeto al orden jurídico, de la armónica convivencia y del bien común. Felices Pascuas.

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