AUTOCRITICA: EL DODECALOGO DE CELA

Se ha dicho que a los periodistas les hace falta un poco de autocrítica. Que deberían analizar en profundidad los resultados de su trabajo de comunicadores, de intermediarios entre la actualidad y el publico titular del derecho a la información; en fin, de depositarios de una actividad que es proyección de la libertad de expresión y, por tanto, esta amparada por el ordenamiento jurídico normativo, al mas alto nivel tutelar.

Y no es así. La enorme mayoría de los periodistas son de los profesionales que con mayor frecuencia y severidad analizan su trabajo. Esta en la naturaleza de este. Ello forma parte de un ejercicio cotidiano insoslayable para el buen periodismo. En que se falló, qué noticias no se obtuvieron o no llegaron en tiempo para su difusión, que mas se pudo hacer, que hizo la competencia, dónde se gano y dónde se perdió, qué se pudo dar mejor, porqué no se consiguió una primicia, o una entrevista o un dato. Esto es obligatorio, permanente, necesario para mejorar en la edición siguiente. Para no repetir errores. Para mantener la audiencia y los tirajes, el favor del publico, el respeto de la gente por el medio.

Por ello ningún periodista serio, cualquiera sea su nivel jerárquico, omite la autocrítica. Hacia si mismo, pero también hacia el medio en el que trabaja y por cuya mejor calidad, mayor prestigio y credibilidad se preocupa. Este, lo sabemos por experiencia, es el pan de cada día. Claro que, como en toda actividad, no faltarán los otros,- nunca faltan-, los incapaces, los conformistas y los mediocres. Pero estos, como los corruptos, afortunadamente no constituyen la regla, sino la excepción.

Pero esta muy bien que los uruguayos pretendan, exijan, que los medios de comunicación de su país mejoren constantemente la tecnología que utilizan y la calidad de sus contenidos. Y que lo hagan saber a los propios medios, para lo cual cuentan con la posibilidad de expresar sus puntos de vista a través de las secciones que la prensa suele tener para escuchar y dar a sus lectores o audiencias la oportunidad de opinar. Y, bueno es recordarlo, también cuentan con un recurso definitivo, el de no comprar ese periódico o cambiar de sintonía o de canal. Aquí la democracia directa funciona de manera instantánea e inapelable.

Pero volvamos a la autocrítica. Para ayudarnos en el análisis introspectivo, existen algunos parámetros por demás interesantes, que es bueno recordar. Por ejemplo, el conocido como Dodecálogo de Cela, así denominado por su autor, el escritor español Camilo José Cela, Premio Nóbel de Literatura y Premio Cervantes, hoy lamentablemente fallecido. Según este ilustre español, son varios los supuestos, más precisamente doce, de los que se debe partir para el buen ejercicio de la profesión.

1- Decir lo que acontece, no lo que quisiera que aconteciese o lo que se imagina que aconteció.
2- Decir la verdad, anteponiéndola a cualquier otra consideración y recordando siempre que la mentira no es noticia.
3- Ser tan objetivo como un espejo plano; la manipulación de la imagen o de la idea expresada con la palabra, cabe no más que a la literatura y jamás al periodismo.
4- Callar antes que deformar. El periodismo no es ni carnaval, ni cámara de horrores, ni museo de figuras de cera.
5- Ser independiente en los criterios y no entrar en el juego político inmediato.
6- Aspirar al entendimiento intelectual y no al presentimiento visceral de los sucesos y las situaciones.
7- Funcionar acorde con la línea editorial de su empresa, ya que un medio ha de ser una unidad de conducta y de expresión y no una suma de parcialidades. En el supuesto de que la no coincidencia de criterios fuera insalvable, se ha de buscar trabajo en otro lugar. No olvidar que para expresar otros puntos de vista están las columnas firmadas.
8- Resistir toda suerte de presiones: morales, sociales, religiosas, políticas, familiares, económicas, sindicales, etc., incluidas las de la propia empresa.
9- Recordar en todo momento que el periodista no es el jefe de nada sino el eco de todo.
10- Huir de la voz propia y escribir siempre con la máxima sencillez y corrección posibles y un total respeto a la lengua.
11- Conservar el más firme y honesto orgullo profesional a todo trance. Y, con los debidos respetos, no inclinarse ante nadie.
12- No ensayar la delación, ni dar pábulo a la murmuración, ni ejercitar jamás la adulación.

Como se ve, estimados lectores, la autocrítica del comunicador, cuando se la practica con seriedad y responsabilidad, es una tarea por demás minuciosa y exigente. Convoca a la humildad, al esfuerzo, a la permanente superación y a la dignidad profesional. A no defraudar y a mantener el respeto y la consideración de quienes nos leen, escuchan o miran. En fin, a poner todo de si para lograr una tarea periodística bien hecha. Que de eso, ni mas ni menos, en mi opinión, se trata.

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