EL EGOISMO DE LOS GERONTES

El Uruguay se caracteriza por el frecuente predominio de lideres muy mayores, personas de avanzada edad en niveles de poder y decisión; y, como lógica contrapartida, por la dificultad de los mas jóvenes en abrirse camino y ocupar altas posiciones. Esto es bastante evidente – pero no exclusivo – en el ámbito político. Muchos de los dirigentes de primera línea están en la conducción partidaria durante varias décadas, como lo mostro El Observador del sabado pasado en “Abuelocracia”, un interesante informe. Son casi los mismos nombres los que desde hace lustros presiden la crónica política de los medios de comunicación.

Esto ocurre en el Partido Colorado, al que le cuesta renovarse, dada la persistente presencia e indiscutible autoridad de sus líderes históricos. Ocurre en el sector herrerista del Partido Nacional, con notorias dificultades para estructurar sus candidaturas y, a la vez, hacer la transferencia de liderazgo a los más jóvenes o a aquellos otros que, sin serlo, aspiran a tener la oportunidad de disputar en las internas la candidatura a la presidencia de la republica. Y este fenómeno también ocurre, y de manera bastante generalizada, en los diferentes sectores, partidos y movimientos que integran el Frente Amplio. Lo vemos en el gobierno, tanto en el gabinete como en varios de los referentes parlamentarios.

Evitamos dar nombres. Seria un poco agresivo. Y no es nuestra intención. Porque no se trata, y es bueno aclararlo, de rechazar la presencia de los mas veteranos, en ninguna actividad. La experiencia, la sabiduría y la visión que dan los años, tiene un valor inestimable. El aporte de los mayores es necesario, conveniente, esencial. Lo que tiene que ir variando es la posición o el lugar desde el cual el aporte y la contribución se realizan. No ya desde el ámbito ejecutivo, en el cual el vigor hace diferencia; pero si desde los puestos de consejeros, referentes doctrinarios y orientadores de las grandes líneas de pensamiento. Es algo que esta en la base misma de los sistemas legislativos bicamerales, como el nuestro; la cámara de diputados para los mas jóvenes, la de senadores para los mayores; todo con equilibrio y en su justa medida.

Estos criterios, en mi opinión, son validos tanto para la actividad pública como para el mundo empresarial. También en la actividad privada es importante abrirles espacio a los más jóvenes; sin perder la experiencia de los mayores. Lo que debe temerse y combatirse, porque perjudica a las organizaciones,- reiteramos, sean estas publicas o privadas-, es el egoísmo de los gerontes. Su anquilosamiento en los puestos de conducción, la negativa a retirarse a tiempo y con honor, a dejar el lugar a las nuevas generaciones, el empecinamiento en conservar cargos como si fueran un patrimonio personal, debe evitarse y resistirse. Ejemplos sobran. Basta con pensar en el mundo del fútbol. Carecen de autocritica y, secundados muchas veces por una burocracia que les responde, se oponen a los cambios.

Ese fenómeno de resistencia al cambio, de miopía existencial, lleva a las personas mayores a trastocar prioridades, para terminar confundiendo roles y objetivos. El servidor de una causa termina, casi sin quererlo, sirviéndose de ella. El funcionario deja de estar para la función y la función se pone al servicio del funcionario. El partido político se personaliza a tal punto que se debilitan las raíces, se olvidan las tradiciones y los fundamentos; a la organización cívica se la mezcla y confunde con las ambiciones personales de sus dirigentes. Se juzga al partido por el juicio que merecen sus lideres. Lo cual se agrava cuando se prolonga el protagonismo hegemónico por décadas. Esto no es bueno para las organizaciones. Y, cuando se generaliza y expande, tampoco lo es para un país. Por eso, si son siempre las mismas personas, se repiten los temas y las discusiones son casi idénticas, cuesta tanto superar el pasado, dejar atrás los viejos rencores

Muy por el contrario, cuando los mayores tienen visión y generosidad, cuando se preocupan por la vitalidad de las instituciones, forman sucesores, los ayudan a creer y a crecer, promueven la actualización temática y el recambio generacional, reservándose para si, legítimamente, con todo derecho y con inteligencia, el rol de consejeros, de orientadores, de sabios de la tribu, custodios del pensamiento fundacional y de la pureza doctrinaria inspiradora de las organizaciones, estas se fortalecen, florecen y se proyectan, en las nuevas generaciones, con un vigor y una energía que de otra forma es inalcanzable. Eso es lo que queremos para nuestro país. Un país donde cada generación sepa pasar la antorcha, como algo natural, para que la siguiente pueda realizarse y trabajar en el presente para construir el futuro. Sin exclusiones. Sin frustraciones. Sin tener que emigrar para poder ser.

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