¡GRACIAS JULIO!

Fuimos a ver y disfrutar el ballet El Corsario muy bien interpretado por figuras invitadas y el cuerpo de baile del SODRE. Lo que ha logrado, una vez mas, el maestro Julio Bocca, director del ballet uruguayo, es tan digno de elogio que uno llega a lamentar que, al final de la obra, no aparezca en el escenario para que el público pueda expresarle con aplausos un merecido reconocimiento. La notable convocatoria de Bocca aseguró la presencia de la primera bailarina uruguaya María Noel Riccetto, del American Ballet Theater, de José Martín del Royal Ballet de Londres, de Avetik Karapetyan del Royal Swedish Ballet, acompañados por Giovanna Martinatto, entre otros calificados bailarines uruguayos y un gran elenco. Contó con una extraordinaria coreografía puesta en escena de la mano de la renombrada directora canadiense Anna-Marie Holmes, así como una escenografía y vestuario al mejor nivel. El éxito de lo logrado por Julio Bocca se asemeja, salvando las distancias, a lo hecho por el maestro Oscar Tabárez con la selección uruguaya de fútbol. ¿Qué tienen en común Bocca y Tabárez? La apuesta a la excelencia de Tabárez, el alto nivel de los hombres de que dispuso y el grupo que formó, la sobriedad, el trabajo, la disciplina y el esfuerzo desplegados y hasta el acierto en las declaraciones públicas, han hecho de su tarea y de sus logros un ejemplo extraordinario, que trasciende ampliamente lo deportivo. Lo mismo ocurre con la labor de Julio Bocca como director del ballet del SODRE. Trascienden al ballet su método, su seriedad, la planificación, el trabajo intenso y disciplinado, la permanente búsqueda de los mejores y de la superación técnica y artística, la apuesta al esfuerzo y a la calidad, la sobriedad de su conducción, la generosidad de su docencia y, a la vista está, su enorme capacidad para conformar en poco tiempo un cuerpo de baile en condiciones de presentarse con honor en los escenarios del mundo. Cuando Oscar Tabárez no sin dificultades obtuvo sus logros con la selección celeste, muchos pensamos qué bueno sería que hubiera más Tabárez desempeñándose en diferentes puestos de responsabilidad de nuestro país, aportando los mismos principios, calidad y estilo puestos de manifiesto respecto al fútbol. La misma reflexión nos plantea lo realizado por Julio Bocca al frente del ballet del SODRE. Creo que a esta altura de los acontecimientos y ante la abrumadora evidencia de sus méritos, nadie se atrevería a cuestionarlos como ejemplos, cercanos y presentes, de lo que significa el precepto constitucional que manda no admitir otras diferencias entre los ciudadanos que los talentos y las virtudes. Si en la administración pública y en no pocas empresas privadas se actuara respetando estos postulados básicos, muchos de quienes hoy ocupan cargos de jerarquía deberían renunciar o ser removidos. Sustituidos por otros que sean capaces de obtener resultados. Qué bueno sería ver una transformación ética de esa magnitud y proyección en nuestra sociedad. La capacidad y los conocimientos no tienen color político, no son de izquierda ni derecha. Tampoco la honestidad. Si se apostara por la filosofía con la que Bocca y Tabárez encaran sus trabajos, se produciría una verdadera revolución en el Estado. En la enseñanza, nadie se conformaría con los bajos rendimientos, ni se atrevería a proponer eliminar los exámenes, bajar las exigencias para el pasaje de grado, ni tomar a los estudiantes como rehenes; y menos aún pretender ignorar los parámetros internacionales para evitar compararse y ocultar así la mediocridad que invade escuelas y liceos. Otro tanto ocurriría en la salud, poniendo fin a una dictadura sindical mediante la cual administrativos y enfermeros no solo gestionan las instituciones sino que se imponen aún sobre la calificación técnica del cuerpo médico. Es evidente que falta respeto. Respeto por la función, por los cargos y por los usuarios. También esto lo enseñan Tabárez y Bocca con su trabajo. Se les sigue y se les respeta porque tienen ideas claras, experiencia y calificaciones técnicas indisputables. No han sido puestos a dedo, por amiguismo o politiquería. Exhiben una fecunda trayectoria profesional. Son reconocidos por sus pares. Sus logros han sido ganados en buena ley, con esfuerzo y talento. ¿Cómo no destacar entonces lo de Julio Bocca y Oscar Tabárez? Su evidente y reconocida capacidad de dirección suma para hacer de estas figuras sobrias, medidas al hablar, casi humildes en el triunfo, un señalado paradigma a seguir. Ojalá lo hicieran nuestros gobernantes. Ojalá tomaran como referencia para sus administraciones el funcionamiento de una orquesta sinfónica – no la del SODRE ciertamente, que se negó a tocar El Corsario, por lo que hubo que recurrir a una grabación, esa sí excelente -; con un solo director, obviamente calificado para el puesto; músicos de buen nivel, capaces de ejecutar adecuadamente sus instrumentos, y todos, sin excepciones, siguiendo una misma partitura y obedeciendo una misma batuta. No es utopía, a la vista está. A tantos atrevidos y caraduras que improvisan y desafinan en su gestión, perjudicando el bien común, les convendría seguir estos buenos ejemplos. Por El Corsario y todo lo demás ¡gracias Julio! Con aplausos.

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