SUBRAYANDO LAS NOTICIAS
De la agenda de noticias reciente merecen destacarse varios temas. Un dirigente sindical comunista convocó a reformar la Constitución de la república. Luego el senador comunista Eduardo Lorier manifestó que una reforma era necesaria. También la senadora Lucía Topolansky del MPP, expresó su apoyo a una reforma constitucional amplia. Nada se sabe del contenido a considerar por una eventual asamblea constituyente, pero la ideología de los proponentes no permite presagiar nada bueno. Por fortuna no cuentan con el apoyo de todo el Frente Amplio, ni con los votos de la oposición que se requieren para llevar adelante la idea de reformar nuestra Constitución. La cual, sin ser perfecta, nos protege de desbordes populistas y aventuras radicales.
Por otro lado, Uruguay fue reconocido nuevamente, después de diez años de haberlo perdido, como investment grade por una importante calificadora de riesgo, lo cual constituye una muy buena noticia para las finanzas de nuestro país y puede favorecer la realización de importantes inversiones. Pero, al mismo tiempo, la dirigencia de la central sindical se niega a aceptar las recomendaciones del Comité de Expertos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y no reconoce el derecho de los empresarios de ingresar a sus establecimientos durante las huelgas, ni la libertad de los trabajadores no sindicalizados y su derecho al trabajo. Se persiste en una actitud negativa, poco constructiva de cara al normal y armónico desenvolvimiento de las relaciones laborales en nuestro país.
El gobierno, con el presidente José Mujica al frente, invocando la decisión de un órgano especializado de la Organización de Estados Americanos (OEA), realizó un acto en el Palacio Legislativo, con gran despliegue político y mediático, a fin de asumir responsabilidad, -una vez más, pues ya fueron aprobadas 17 leyes que lo han hecho, como lo detalló Oscar Botinelli en sendas notas publicadas por El Observador-, en este caso ante la familia de Maria Claudia Garcia de Gelman, por el lamentable y trágico episodio que costó su vida en tiempos de la dictadura militar. En los días siguientes se escucharon numerosas voces reclamando, infructuosamente, que también los tupamaros, muchos de ellos en el actual gobierno, pidieran perdón a la sociedad uruguaya por el daño derivado de sus actos. Especialmente por los robos, atentados, secuestros y asesinatos con los que, desde 1963 y en pleno gobierno democrático,- un colegiado con mayoría del Partido Nacional -, se procuró desestabilizar las instituciones, para sustituirlas por un régimen a la cubana.
La respuesta más vehemente y categórica estuvo a cargo del actual ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernandez Huidobro. Interrogado durante una conferencia que brindó en la Asociación de Dirigentes de Marketing (ADM) respecto a si estaría dispuesto a pedir perdón por los actos cometidos durante su pasado tupamaro, dio una respuesta negativa, invocando enfáticamente la existencia de otros responsables, los que también deberían concurrir a una hipotética “mesa del perdón”. En su afán retórico el secretario de estado excedió los límites de lo político e incurrió en referencias religiosas, aludiendo nada menos que a la figura y la prédica de Jesucristo, a quien se refirió como un “flaco” a quien, por predicar el perdón, habrían matado por “gil”.
El exabrupto del ministro, en vísperas de Semana Santa, tuvo inmediata respuesta. No desde sus propias filas. Si desde la iglesia y la oposición. El Obispo de Minas, monseñor Jaime Fuentes, quien conoció a Fernandez Huidobro en los lejanos tiempos en que ambos estudiaban con los Hermanos Maristas, en carta hecha pública le señaló su grave falta de respeto hacia Jesucristo y, por consecuencia, hacia los miles de cristianos uruguayos que evocan con devoción su Pasión y Muerte en la Cruz. La voz política la asumió el senador Luis Alberto Lacalle. También él, como ciudadano y como católico, se manifestó agraviado por los dichos de Fernandez Huidobro. Hubo después dos cartas. Una del ministro, en La República, que nada constructivo aporta. Otra, final, de Jaime Fuentes, en la que evoca las palabras de Jesús en la Cruz: “perdónalos Señor, porque no saben lo que hacen”.
Por violar el respeto debido a las creencias religiosas de todos los ciudadanos, este episodio, tan desagradable como revelador, no será olvidado. La soberbia y grosería con la que se expresan algunos encumbrados personajes, sumado a insolencias y desplantes, no ilustran un espíritu de consideración y tolerancia sino de menoscabo y confrontación.
Una muy buena noticia, en cambio, es la divulgación de los datos oficiales que ilustran una importante disminución de los índices de indigencia y pobreza en todo el país. Reconforta saber que miles de compatriotas tienen ahora una vida más digna y mejores horizontes de bienestar.
Así es nuestro querido Uruguay. Un país de contrastes. En el que conviven indigentes con grandes inversores; hurgadores con turistas; torres y autopistas con asentamientos marginales; seguridad, educación y salud en crisis, con elevadísimos presupuestos públicos y records de producción agropecuaria. En el, pese a todo, aun guardamos un lugar para los sueños.
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