ANA OLIVERA, PRESENTE

Dr. Eduardo Héguy Terra


Asumir como Intendenta de Montevideo fue una responsabilidad muy grande. Dirigente comunista, mujer, de 60 años, profesora de francés, ex tupamara, exiliada en Francia durante varios años, al igual que Ehrlich, sin antecedentes públicos relevantes pero con experiencia municipal adquirida durante la gestión de Mariano Arana, nada hacía pensar en una gestión capaz de revertir muchos años, demasiados, de omisiones, incompetencias, mala gestión y hasta permisividad con el cogobierno sindical. El panorama no era alentador, y su designación tan solo se explicaba, para los profanos, como consecuencia del pacto político electoral entre tupamaros y comunistas. Pacto que, más allá de los votos ciudadanos de cada uno, entronizó a José Mujica a la primera magistratura y destruyó, por segunda vez, las expectativas de Danilo Astori de ser candidato a la presidencia, relegándolo a un sorpresivo tercer puesto en las internas del Frente Amplio. Pacto, además, que le entregó la Intendencia de Montevideo al Partido Comunista, a pesar de no contar con votos propios suficientes.
Es asombroso el poder de los comunistas en el Uruguay. Su caudal electoral nunca ha sido mayoritario. Ni a nivel nacional, ni en la interna frenteamplista. Sin embargo, por consecuencia de una extraña estructura de sus órganos internos, de sus bases, terminan siendo no solo gravitantes sino decisivos en la conducción del Frente Amplio. Sabido es, además, que los comunistas controlan el PIT-CNT y que, por ese medio, ejercen un enorme poder sindical, capaz de jaquear al poder político y aun al gobierno que ellos mismos integran. Es desde esa posición de poder social que negocian enérgicamente con su fuerza política frenteamplista, logrando imponer, las mas de las veces, condiciones que los benefician en su lucha por alcanzar el mayor poder posible. Desde allí negociarán ahora con el doctor Tabaré Vázquez, imponiendo sus términos y condiciones, antes de comprometer el apoyo comunista a su candidatura. Como ejercicio de poder real es realmente impresionante. Pese a su poco significativo caudal electoral, muy inferior al de otros sectores frenteamplistas, logran, como ya hemos visto, no solo ocupar varios ministerios, sino que alcanzan la titularidad de la Intendencia de Montevideo. Con lo cual volvemos al protagonismo de Ana Olivera, chiquita pero para nada débil, militante de un enorme poder político y sindical, disciplinado, experimentado y con una larga visión estratégica de futuro, como pocas organizaciones políticas tienen en el Uruguay. 
En ese contexto es que corresponde interpretar las recientes declaraciones de la Intendenta, aceptando varios errores en su administración, hecho por demás inusual, y señalando como responsables a la mala gestión, especialmente del ex director de Movilidad Urbana, Gerardo Urse, del MPP, quien tuvo a su cargo la planificación y ejecución del fallido y defectuoso corredor Garzón, a quien Olivera reprocha su falta de autocrítica. 
Ana Olivera, en entrevista concedida a un periódico socialista, señala a la administración del ex intendente y actual ministro tupamaro Ricardo Ehrlich, de entregarle insuficientes recursos municipales asignados a la recolección de residuos y al barrido y limpieza de la ciudad. Los ciudadanos están hartos de la mugre y de la basura y ella bien lo sabe. Sin pelos en la lengua, Olivera no parece dispuesta a cargar sola con el pesado fardo del enojo montevideano. Tampoco debe estarlo el Partido Comunista. Por eso pasan factura. Pero esta vez, para comprensible enojo del MPP, que se ve  cuestionado, lo hacen públicamente. Venegas se fue de cabeza gacha del ministerio de Salud Pública, pero el juego político, puro y duro, sigue adelante. De las declaraciones de Ana Olivera algunos pueden interpretar, pese a sus posteriores aclaraciones, - lo dicho, dicho está-, que lo que resta por enmendar y lo mucho no realizado no son, en rigor, de su estricta responsabilidad sino consecuencias al menos indirectas de una mala herencia recibida. Esta vez no ya una herencia blanca ni colorada,- que hace muchos años que  miran el gobierno municipal desde atrás del vidrio-, sino del MPP.
Por supuesto que Tabaré Vázquez, desde una posición de máximo prestigio en la fuerza política, tratará de no perder prendas importantes del apero en las negociaciones internas que inevitablemente vendrán. Pero los comunistas uruguayos ya han demostrado que no se andan con chiquitas a la hora de hacer pesar su poder político y sindical en procura de que su partido,- para el cual aun no se ha caído el muro de Berlín-, ocupe posiciones de máxima proyección.
Sabido es que avanzan positivamente las negociaciones entre dirigentes blancos y colorados para unir fuerzas en las próximas elecciones municipales de Montevideo, en el 2015. Se trata de una iniciativa auspiciosa para los sufridos ciudadanos. Por fin toma forma la consolidación de un nuevo proyecto político capaz de lograr el profundo cambio de gestión que Montevideo necesita y merece. Este esperanzador proyecto, que nadie tiene derecho a entorpecer, parece ser la mejor vía para que los partidos tradicionales recuperen en la capital el protagonismo que nunca debieron declinar.





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