POR LA ESTABILIDAD MORAL DE LA FAMILIA

Dr. Eduardo Héguy Terra


Si todas las madres fueran buenas madres, el mundo cambiaría. Si todos los padres fueran responsables y todos los hermanos actuaran ayudándose unos a otros, muchos de los problemas que hoy vemos en la sociedad no tendrían la dimensión dramática que han alcanzado. La familia es, sin duda,  la base de nuestra sociedad. Cuando la base falla, la sociedad entra en crisis. Hoy las familias, muchas de ellas desintegradas, y no pocas en constante mutación,  ven desdibujadas sus raíces hasta casi desnaturalizarlas. Enfrentan todo tipo de dificultades y viven una inocultable y profunda crisis. Hemos llegado a un punto en el que no faltan quienes miren a la llamada familia clásica y al matrimonio tradicional casi con desdén, pues la moda parece ir por otros carriles, más exóticos pero sin duda menos perdurables. 

Sin embargo, la Constitución de la República ordena a los gobiernos proteger a las familias, pues establece expresamente y sin dejar lugar a ninguna duda que  “el Estado velará por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad”. Nada menos. Entonces, cabe preguntarse ¿cuáles son las acciones concretas que ha puesto en práctica el Estado en este período de gobierno para velar por la estabilidad moral de la familia? ¿Usted conoce medidas aprobadas por el Poder Legislativo o por el gobierno para atender la estabilidad moral de la familia? Si en verdad  nos importan estos temas, bien vale la pena que preguntemos sobre ellos a todos los partidos políticos. Porque estas son las cuestiones que hacen a la esencia misma de la sociedad uruguaya, a sus valores y fundamentos.

Suele suceder que cuando nos referimos a la familia en abstracto, cuando decimos que ella es el elemento base de nuestra sociedad, es difícil no coincidir. Pero cuando se intenta avanzar de lo declarativo a lo práctico, cuando se procura analizar la situación real de las familias aquí y ahora, el consenso se dificulta.

 Es un buen tema de reflexión para Semana Santa. Debemos convertir a la familia en tema central de los debates de la campaña electoral del 2014. ¿Qué mejor  prevención y antídoto contra el alcoholismo y la drogadicción, contra la violencia y la delincuencia, que familias unidas, espiritualmente sólidas y solidarias, fuertes en valores? Hay estudios que revelan la incidencia de la ruptura o la ausencia del vínculo familiar sobre la delincuencia juvenil y hasta infantil. ¿Qué está haciendo o que se propone hacer el gobierno al respecto? ¿Se atacan las causas o tan solo se actúa sobre las consecuencias? 

El número de divorcios anuales supera el de casamientos. La disolución del vínculo es lo opuesto a la “estabilidad” del hogar – escuela de vida, custodio de valores, centro de afectos - que procura el constituyente en el artículo 40 de la Carta Fundamental.  Es un hecho impactante que demanda atención de nuestros dirigentes políticos. Son muchos los menores pertenecientes a familias malheridas que viven, mendigan o trabajan en las calles, en los carros de basura, a la vista de las autoridades. ¿Qué se está haciendo, en concreto, para atender, preservar y recomponer esa dramática descomposición afectiva, espiritual, moral? La familia, lo vemos a diario, padece todo tipo de dificultades; se multiplican los hogares mono parentales, las mas de las veces madres solteras como jefas de hogar, con varios hijos, cada vez más jóvenes, con pocos ingresos, luchando solas para hacer frente a la vida. Es dramático. ¿Qué hacer para evitar o prevenir estas situaciones? ¿Es posible educar en responsabilidad? 

Entre el materialismo marxista y el consumismo liberal, entre la pérdida de responsabilidad y la ausencia de fe, la escala de valores ha ido cambiando en nuestra comunidad. El concepto mismo de familia se ha visto afectado. Contra esa evidente devaluación de la institución, debemos reaccionar. Antes que sea demasiado tarde. Esta es una cuestión de derechos humanos crucial, en verdad esencial para la sustentabilidad de una sociedad mejor y más justa. Por todo ello debemos llevar a la familia al centro de  la agenda electoral. Rechazar el silencio o la indiferencia y reclamar definiciones a todos los candidatos, ya sean Pedro Bordaberry, Luis Lacalle Pou o Tabare Vazquez. La cuestión familiar es esencial y así se la debe reconocer. No puede haber lugar en nuestras preferencias para quienes no tengan ideas claras y propuestas concretas. ¿Cuáles son las diferencias entre los partidos en función de sus ideas sobre la familia? Tenemos derecho a saberlo. 


Actuemos con la firme convicción de que si la familia ocupa un lugar preferente en las reflexiones de los actores sociales y  se logra que el poder político se comprometa a poner en obra su obligación constitucional de velar por su “estabilidad moral y material”, entonces se estará dando un gran paso para construir un futuro más auspicioso para todos los uruguayos. Para todos.

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