LA CARTA DE FRANCISCO
Dr. Eduardo Héguy Terra
El pontificado del papa Francisco se caracteriza por su extraordinaria disposición a la comunicación. Y no solo con los católicos,- como bien lo saben los tres millones de jóvenes que lo siguieron en Rio-sino con todos los hombres de buena voluntad, tal como lo quería Juan XXIII y lo practicó sin pausas, mientras tuvo fuerzas, Juan Pablo II, recorriendo el mundo para predicar las verdades del Evangelio a los cuatro vientos.
Hace unos meses, se publicó la primera encíclica de su pontificado, Lumen Fidei, La luz de la fe. Esta encíclica fue concebida y escrita en buena parte por Benedicto XVI, y terminada por su sucesor. Tiene pues la impronta de dos papas, tal como ocurrió hace unos años con el compendio del catecismo de la Iglesia Católica, que fue pensado por Juan Pablo II, se lo encargó al entonces cardenal Ratzinger, el cual, una vez designado papa, dispuso su publicación.
A raíz de la encíclica Lumen Fidei, se publicaron dos cartas en el diario italiano La Repubblica, el 7 julio y el 7 de agosto pasados, con comentarios sobre ella, cuyo autor fue Eugenio Scalfari, de 89 años, fundador y editor por dos décadas del periódico, hombre de izquierda, ex legislador, ateo, conocido por su posición anticlerical. A ellas, sorpresivamente, dio respuesta pública el papa Francisco, enviando una extensa carta al matutino, que la publicó con gran destaque. En ella Francisco le señala que la encíclica está dirigida no solo a confirmar en la fe de Jesucristo a aquellos que en ella ya se reconocen, “sino también para despertar un diálogo sincero y riguroso con los que, como usted, se definen como “un no creyente por muchos años, interesado y fascinado por la predicación de Jesús de Nazaret.” Por lo tanto, continúa el papa Bergoglio, es muy positivo para la sociedad en la que vivimos detenernos para conversar sobre algo tan importante como la fe y a la figura de Jesús.
La fe cristiana, expresada desde el principio a través del símbolo de la luz, a menudo ha sido calificada por sus contrarios como la oscuridad de la superstición. Esa circunstancia ha llevado a la incomunicación, lo que el pontífice procura combatir a través de un “diálogo abierto y sin prejuicios”, que vuelva a abrir las puertas para un encuentro serio y fructífero. Una segunda circunstancia, para quien busca ser fiel al don de seguir a Jesús en la luz de la fe, viene del hecho de que este diálogo no es un accesorio secundario de la existencia del creyente, “es en cambio una expresión íntima e indispensable”.
Más adelante la carta subraya que, visto que la verdad testimoniada por la fe es aquella del amor, está claro que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro. Prestemos especial atención a sus palabras: “El creyente no es arrogante; por el contrario, la verdad lo hace humilde, consciente de que, más que poseerla nosotros, es ella la que nos abraza y nos posee. Lejos de ponernos rígidos, la seguridad de la fe nos pone en camino, y hace posible el testimonio y el diálogo con todos.”
Es imposible resumir aquí toda la sabiduría que encierran estas palabras que Su Santidad ha querido hacer públicas a través de un medio de comunicación italiano. Pero queremos destacar al menos algunas profundas reflexiones más de este papa rioplatense que, casi por milagro, vino a infundir a la Iglesia un renovado vigor evangelizador. La fe, dice Francisco, “nace de un encuentro con Jesús”. Un encuentro personal, que ha dado una nueva dirección a su existencia. Pero, al mismo tiempo, afirma que sin la Iglesia no habría sido capaz de encontrar a Jesús. Desde esa certeza, invita a su interlocutor epistolar a buscar la forma de “hacer una parte del camino juntos”. El amor de Dios es más fuerte que la muerte. El perdón de Dios es más fuerte que el pecado. Jesús es el hijo de Dios, que vino a dar su vida para abrir a todos el camino del amor. Esta es la inspiración fundamental para los que viven la fe cristiana, en la fraternidad con todos y “en el servicio a los pobres, imagen verdadera del Señor”.
Es así, dice el papa, que la Iglesia Católica está llamada a difundir la levadura y la sal del Evangelio y, por tanto, el amor y la misericordia de Dios que llega a todos los hombres. A la sociedad civil y política, en cambio, expresa el obispo de Roma, le toca la difícil tarea de articular y encarnar en la justicia y en la solidaridad, en el derecho y en la paz, una vida cada vez más humana. Sobre los judíos responde que, a partir del Concilio Vaticano II, ha quedado claro que el pueblo judío es para los cristianos, “la raíz santa de la que germinó Jesús”. Contestando otra pregunta del doctor Scalfari respecto a los que no creen y no buscan la fe, Francisco responde que la misericordia de Dios no tiene límites y que la cuestión para los no creyentes es la de “obedecer su propia conciencia”. Ella nos da el sentido de lo bueno y de lo malo. El pecado existe cuando se va contra la propia conciencia.
En varias ocasiones he escrito sobre la importancia de las cartas de los lectores en la prensa. Nunca más cierto, ni con más contenido, proyección y trascendencia que la de esta primera e histórica carta de un papa a un medio de comunicación. Gracias Francisco.
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