EL HOMBRE DEL AÑO
Dr. EDUARDO HÉGUY TERRA
La revista Time elige todos los años a quien considera el personaje del año. Esta elección del 2013 le resultó sencilla: la persona más destacada del año fue, sin duda, el papa Francisco. Y así lo proclamó con estricta justicia. Al decir de Nancy Gibbs, la editora de la prestigiosa publicación de los Estados Unidos, en ocasión de anunciar la decisión en el canal NBC, el nuevo Papa, de 76 años, cambió “el tono, la percepción y el enfoque de una de las instituciones más grandes del mundo con un extraordinario peso.” En los nueve meses de su pontificado, subrayó Gibbs, el Sumo Pontífice “se colocó en el preciso centro de las discusiones claves de nuestra era: sobre riqueza y pobreza, ecuanimidad y justicia, transparencia, modernidad, globalización, el papel de la mujer, la naturaleza del casamiento, las tentaciones del poder.” A este respecto se ha señalado que de esta forma Time se suma a Vanity Fair, Forbes, BlogFest, Global Language Monitor y Facebook. En el 2013 el papa Francisco fue “trending topic” mundial en la red de Mark Zuckerberg, integrada por 1.200 millones de usuarios.
Con esas repercusiones y muchas otras, tal como ha declarado Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la elección no sorprende. Claro que no se trata meramente de una cuestión de cantidades. Se trata si de calidad de cualidades y merecimientos. Por eso se entiende como una señal muy positiva que uno de los reconocimientos más prestigiosos de la prensa internacional, como es sin duda el otorgado por Time, se le atribuya a quien predica al mundo valores espirituales, religiosos y morales, y no vacila en hablar a favor de la paz y de la justicia. También se ha señalado con acierto que el Papa no busca ni fama ni éxito, pues “cumple con su servicio anunciando el Evangelio del amor de Dios para todos”, predicando la esperanza. A ese respecto la CNN subrayaba su enfoque en la compasión y su condición de líder sin ejército ni armas y la rapidez con la que ha dado esperanza a millones de personas que hasta su llegada “desconfiaban de la Iglesia Católica”. Carismático, reza por Siria, desde la isla de Lampedusa pide por los inmigrantes, lava los pies a mujeres musulmanas, tiene gestos de fraternidad hacia los judíos, besa a los enfermos, festeja su 77 cumpleaños desayunando con indigentes sin hogar y se conmueve con los niños.
También reitera con firmeza la doctrina social de la Iglesia. El primer Papa no europeo en 1.200 años parece estar determinado a transformar una Iglesia que, se ha dicho, “mide el cambio por siglos”. Pero lo hace, reconoce Time, manteniendo la postura doctrinaria sobre los temas más polémicos, como la homosexualidad, el aborto y la posibilidad de que las mujeres sean sacerdotes. Pero la forma de decir que no, se nota que ha cambiado. Se enseña desde la humildad, el amor y la caridad. “¿Quién soy yo para juzgar?”, ha dicho Francisco refiriéndose a quien siendo gay busca a Dios con buena voluntad. La revista Advocate, que reivindica derechos de gays y lesbianas, también lo eligió el hombre del año. No han cambiado las palabras, dice la publicación, “pero cambió la música”.
Para los que tenemos unos cuantos años, la cálida cercanía del papa Francisco con la gente nos trae el recuerdo del modo de hacer de sus antecesores los papas Juan XXIII, el Papa bueno y Juan Pablo II, un gigante polaco que enfrentó al comunismo, un Papa de cuyas dos visitas al Uruguay, de milagroso impacto espiritual y social, jamás nos olvidaremos. La enorme multitud que lo acompañó en la misa que celebró en Tres Cruces, una verdadera pueblada de fe, parecía desmentir la infundada fama de ser un país mayoritariamente laico, agnóstico, no creyente. El pueblo sabe distinguir.
Con este motivo de alegría que nos da Francisco, y que los católicos celebramos, porqué no, con legítimo orgullo, después de tantas malas noticias de los últimos tiempos, no pudimos evitar preguntarnos cuál sería la respuesta si la pregunta fuera referida exclusivamente a los uruguayos, pero pidiéndoles su opinión sobre personalidades uruguayas. Si tuviéramos que elegir ¿Quién podría ser, en el Uruguay, la personalidad del año? Difícil tarea. En el campo político, son pocos los que gozan de las preferencias de la gente. Estamos lejos del “que se vayan todos” de la Argentina de hace unos años, pero tampoco se escucha un clamor de “que se queden todos”, como a muchos les gustaría. De todos modos el próximo año tendremos ocasión de pronunciarnos en las elecciones internas y también en elecciones nacionales, aunque con voto obligatorio. Podría ser alguien del campo deportivo. O cultural. O artístico. Ahí están los premios Florencio. ¿O sindical? Los exportadores ya tienen el premio que les otorga el BROU. Pero esto es otra cosa. Pensemos en el maestro Tabárez como símbolo de un ciclo, o en el también maestro Julio Bocca, a quien le debemos la extraordinaria recuperación del ballet nacional. Del lado de la enseñanza, tenemos el magnífico ejemplo de Gonzalo Aemilius y el liceo Jubilar. En fin, no parece haber ningún candidato cantado. Por eso, cualquier publicación nacional que se proponga emular a la revista Time, la tendrá muy difícil. Pero no imposible. Feliz Año.
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