EL OTRO VERANO
Dr. EDUARDO HÉGUY TERRA
El verano es muy importante en el Uruguay. Un privilegio que nos viene de tener las cuatro estaciones. Es una época del año que asociamos con el descanso, las vacaciones de los jóvenes, las licencias de los mayores. El verano es, además, un tiempo perfecto para disfrutar de los más de 300 kilómetros de playas que nos ofrece la generosa naturaleza de nuestro país. Y, desde luego, para vivirlo en familia, como debe ser. Pero claro, sin olvidar que para la economía uruguaya el verano es sinónimo de turismo, con el ingreso de millones de visitantes de todo el mundo, especialmente de la Argentina, lo que significa divisas para el país, 150 mil puestos de trabajo y beneficios económicos para hoteles, transportes, restaurantes, comercios, inmobiliarias y muchos otros servicios, en todo el territorio, pero de manera particular en Colonia, Salto, Paysandú, Montevideo, Canelones, Maldonado y Rocha. Y ahora potenciado por la visita de los grandes cruceros.
En ese contexto Punta del Este y Jose Ignacio presentan singulares atractivos, que convocan a destacados protagonistas. El jet set y la farándula argentina siente especial debilidad por el este uruguayo. Pero también fue posible apreciar esta temporada a figuras como Jeb Bush, ex gobernador de Florida, hermano de George W., quien dictó una conferencia para cientos de invitados. Nos visitó un hijo de Donald Trump, para supervisar sus inversiones inmobiliarias en la península; la excéntrica Paris Hilton actuó como disk jockey en una fiesta para promover una nueva bebida; David Guetta, famoso Dj francés, que convocó una multitud de más de siete mil fanáticos; James Hetfield, cantante del grupo Metallica. También estuvieron Diego Forlán, Marcelo Tinelli y Adrian Suar, Susana Jiménez y Valeria Mazza, entre muchos otros famosos que desfilaron por el aeropuerto de Laguna del Sauce, lo cual contribuye a otorgarle a Punta del Este la aureola de prestigio y glamour que la caracterizan. Todo esto es el verano uruguayo. Y mucho más.
Al mismo tiempo que reina el turismo, el verano sirve también para intensas actividades políticas preparatorias de las elecciones internas y nacionales, tales como los encuentros de la gente de Pedro Bordaberry o de Jorge Larrañaga o la tradicional reunión en La Paloma del Herrerismo, esta vez con su nuevo líder Luis Lacalle Pou, o el primer acto de campaña que realizará hoy en San Luis Tabaré Vázquez. De no menor importancia serán las comparecencias de varios secretarios de Estado ante la Comisión Permanente del Poder Legislativo, para que expliquen las políticas desarrolladas por sus carteras en lo que va del gobierno de José Mujica. Por supuesto que pese al calor siguen los debates sobre Aratirí y PLUNA, la crisis de la seguridad pública y la polémica por la clausura a Mallman. Asimismo cinco senadores, entre ellos Pedro Bordaberry, han pedido, con envidiable optimismo, que se levante el receso parlamentario para tratar cuatro proyectos de ley sobre educación.
Pero hay otro verano. Menos visible, menos agradable, nada glamoroso. Es el verano de las carencias, de los malos servicios, de caminos con pozos, de arreglos de calles que se rompen con la primera lluvia, de la falta de agua, de los apagones, de los robos impunes, de la policía insuficiente, de los ruidos molestos, de la proliferación de los mega boliches que al compas de la música y el alcohol convocan a miles de adolescentes, desde altas horas de la noche hasta muy avanzada la mañana, hordas juveniles que invaden y destrozan la calma familiar de los balnearios, sin disponer siquiera de servicios higiénicos básicos. Es el verano de la falta de saneamiento, de la ausencia de servicios médicos en vastas zonas de la costa de Rocha, del mal funcionamiento de internet y de algunos cajeros automáticos del BROU; de los horarios notoriamente insuficientes de los guardavidas municipales, de la carencia de marineros y de los perros en la playa; de las pésimas condiciones de la basura, de los escombros de fincas demolidas; del precio de comestibles y bebidas; de la plata que no alcanza y de las ausencias argentinas. Todo ello, claro, en perjuicio de los turistas, en su mayoría uruguayos, así como de los habitantes permanentes de esas zonas balnearias. De los que pagan tributos. De los que votan. En ese lamentable panorama se destaca una excepción: las 1.400 hectáreas del parque de Santa Teresa.
Párrafo aparte merece el tema de los megos boliches. Expulsados de La Paloma y de La Pedrera,- por los ruidos molestos y el descontrol de los miles de jóvenes que allí concurren-, se habla de seis o siete mil por noche-, se instalaron en Punta del Diablo, para desgracia de los atribulados habitantes. Y nada se hace para impedir un flagelo que dura toda la primera quincena de enero, que beneficia a unos pocos pero perjudica a muchos, afectando severamente la actividad inmobiliaria que allí se desarrolla. ¿El intendente Barrios todavía no se enteró? ¿No hay soluciones? Sin duda, este otro verano, es un verano muy diferente. El primero, el del lujo, marcha solo. El otro, el de las carencias y omisiones, el de la falta de planificación, el postergado, se defiende como puede. En muchos casos apenas sobrevive.
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