PERIODISMO SIN ENGAÑOS

Dr. EDUARDO HÉGUY TERRA


Mucho se ha escrito en el pasado sobre la evolución del periodismo político o partidario hacia el periodismo más profesional, independiente u objetivo. Sin embargo, en estos últimos años, el periodismo que toma partido, que se compromete con una causa o con una idea y no lo oculta, ha empezado a ocupar nuevamente un lugar destacado en la prensa norteamericana y europea. Si nos atenemos a lo que ocurre en nuestro país, podemos decir que ambas modalidades de entender  el periodismo, difícilmente puras, más bien con matices diferentes, coexisten, son legítimas y tal vez hasta se influyen recíprocamente. El tema es por demás trascendente en vísperas de un año electoral, en el cual, como es obvio, los medios de comunicación jugarán un rol preponderante.
Lo más importante es que el lector, la audiencia, sepa a qué atenerse. Que se combata la hipocresía, que hay mucha, y la mentira, la vileza disfrazada de astucia. Que si un diario o un periodista son de derecha o de izquierda, así lo revelen lealmente ante la opinión pública, para que no haya engaños ni sorpresas. De esa forma quienes leen las noticias o miran los informativos de televisión o escuchan los programas periodísticos de las radios, estén debidamente advertidos y alertas. Así nadie podrá pasar gato por liebre. Si un medio es definidamente frenteamplista, como es el caso de La República, es de esperar que la selección de noticias que ese diario haga esté en consonancia con una línea oficialista. La valoración o jerarquización de la información, así como las opiniones editoriales, mantendrán, con mayor o menor coherencia, la orientación general de la publicación. No existe independencia del gobierno. 
Todo lo contrario ocurre en el matutino El País, notoriamente opositor al actual gobierno y de clara adhesión al Partido Nacional. Así lo reflejan los editoriales, muy críticos con la presente administración. No obstante lo cual, en lo que hace a las páginas de información, se procura actuar con profesionalismo y respeto a los hechos que se relatan. Naturalmente que en la elección de la agenda informativa, en la selección de las noticias más importantes del día, en el destaque que se le otorga a las mismas, en la confección de la primera plana y en la titulación del diario, estará  presente, además del estilo propio, la orientación editorial de la publicación. 
¿Está mal que un diario se proclame oficialista y otro sea opositor al gobierno? Por supuesto que no. Lo que está mal es ocultarlo. Cuando algún dirigente se ha referido en esos términos a alguna publicación, esta por lo general ha reaccionado airadamente, con enojo, como si ello comprometiera su credibilidad. Lo cual llama la atención, pues en un periódico la línea editorial está a la vista, es inocultable. Es más, debería ser motivo de legítimo orgullo, si es que en rigor una u otra postura se asume con nobleza y buena fe. Lo más importante es no engañar a nadie, haciéndose pasar por lo que no se es. 
Más compleja es la situación de aquellas publicaciones cuya dirección expresamente niega toda vinculación con un partido político o con un gobierno y reivindica su condición de prensa independiente. Deberá demostrarlo cada día. Desde luego en sus páginas informativas, pues los hechos son verdaderos o falsos, no tienen partido, no son de izquierda ni de derecha, no son opositores ni oficialistas. Pero también en sus opiniones, las cuales deberán ceñirse a estrictos criterios de profesionalidad y buena fe. Ello no quiere decir que no pueda criticar al gobierno, a sus integrantes, a sus decisiones o a su gestión, pero sí que deberá hacerlo con recta intención, con sólidos fundamentos y no en base a sesgos o  consignas partidarias predeterminadas. Unas veces se podrá estar a favor y otras en contra, sin traicionar  causa alguna; siempre de conformidad a su leal saber y entender, con independencia de criterio y autonomía de pensamiento. Este es, claramente, desde su fundación, el caso de El Observador. 
El análisis se complica cuando se trata de la radio y la televisión y la postura de sus periodistas, muchos de los cuales tienen una posición política que sin embargo no explicitan claramente ante la audiencia. Tanto la televisión como la radio carecen de una clara definición editorial. En cada radio se hace  necesario estudiar la línea de cada uno de los programas. Similar dificultad se presenta en relación a los canales de televisión uruguayos. Ninguno de ellos tiene actualmente opinión editorial. No obstante, existen mediciones objetivas del tiempo que se dedica en los informativos de alcance nacional a las principales figuras políticas y de gobierno, como lo hace el informe Agenda Setting (IAS) de FOCO, una auditora multimedia, que publica El Observador. En ellas se constata una abrumadora y extensa presencia de dirigentes del oficialismo, medida en minutos y segundos, ante una notoriamente menor aparición de los representantes de la oposición, los que, sin embargo, representan a la mitad de la población del país. Ello constituye, nos parece, una situación desequilibrada, injusta e indeseable, que debería ser corregida. A las puertas de un año electoral, lo que nuestra democracia más necesita es un periodismo sin engaños.


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