DEMOCRACIA GENEROSA

Dr. Eduardo Héguy Terra


Que democracia generosa la nuestra, con un sistema político que  permite que personas sin idoneidad ni calificación sean ministros, subsecretarios, directores de empresas del estado o embajadores. Incluso cuando el partido ganador de las elecciones comparte los cargos con los que han perdido, no les exige a cambio que los candidatos propuestos tengan un mínimo de conocimientos o experiencia.
Frecuentemente se opera sobre el amplio ámbito del Estado como si se tratara de un bien propio, del cual se puede disponer arbitrariamente, sin sujeción a ningún criterio de excelencia. Los cargos de dirección, de jefatura o de gerencia son para los correligionarios, para los amigos y, porque no, también para los familiares de los gobernantes de turno. En Uruguay el disponer del poder ha sido en ocasiones vía para un descarnado clientelismo, aunque no siempre retribuido con el voto de los beneficiados. Era de esperar la ingratitud en un sistema tan ajeno a la ética republicana.
Estas historias terminan con enfermeros dirigiendo una institución  como ASSE, que cuenta con 27 mil funcionarios; con jerarcas improvisados al frente de la enseñanza o del ministerio del interior; con profusión de “embajadores itinerantes”; con preocupante y gravosa multiplicación de cargos de confianza. Con más de 50 mil nuevos funcionarios, que solo en este período de gobierno han recargado a las finanzas públicas con 500 millones de dólares, en un  presupuesto del Estado, siempre deficitario y con una deuda externa, increíblemente, de muchos miles de millones de dólares. Todos los sueldos se pagan con el dinero proveniente de los impuestos que aportamos todos. ¿No tenemos derecho a recibir a cambio mejores servicios?
Molesta que tratándose el nuestro de un país en el cual la enseñanza pública es gratuita en todos los niveles, permitiéndole a quien tenga la voluntad de hacerlo capacitarse, prepararse para el trabajo y adquirir conocimientos calificados, no es admisible que no se respeten los méritos que otorga la educación a la hora de las designaciones para ejercer los cargos públicos. Porque, ¿para qué estudiar, para que esforzarse, si luego a los mejores cargos acceden  los que tienen mejor vinculación política?  Los altos puestos de la administración no se llenan por concurso. Los ganadores suelen repartirse el botín, sin autocríticas. Y cuando uno  lo señala, la respuesta es que otros lo hicieron antes. Y es verdad. Pero son excusas. Se trata de un sistema que corrompe y que desalienta a los mejores. ¿Cuál es el criterio con el cual se elaboran las listas de candidatos al Parlamento? Tal vez ello explique un Poder Legislativo con enormes dificultades para redactar leyes y que acumula numerosas inconstitucionalidades en las que aprobó.
Después de casi 25 años de gobierno frenteamplista no se resuelve el problema de la basura, que muestra miles de recolectores privados, con carritos tirados por caballos y conducidos por menores, invadiendo las calles de la ciudad. Tampoco, luego de 10 años,  se resuelve el déficit de viviendas. ¿Que se ha hecho con los recursos? Es un tema de capacidad de gestión. Otro tanto ocurre con la política exterior, antes orgullo del país. Así las relaciones con la Argentina de Cristina Kirchner, claudicantes, hasta tolerando que no se puedan publicar los informes sobre la calidad de las aguas del rio Uruguay que nos son favorables. No se entiende porque  la oposición continúa ocupando puestos en la CARU. De la CARP y del dragado de los canales de navegación en el Rio de la Plata, ni hablemos. Nuestra cancillería ha llevado adelante una política exterior equivocada, afín a la Venezuela de Maduro, la Cuba de Castro, el Ecuador de Correa o la Bolivia de Evo Morales. Solo nos falta darle la espalda a Israel.
Vemos un Estado donde los enfermeros le dan órdenes a los médicos; donde los dirigentes de los sindicatos docentes no respetan a los centenares de miles alumnos y practican una cultura del paro; un país donde la Armada casi no navega y la aviación tiene dificultades para volar; donde las carreteras del litoral, por donde debe fluir la producción agropecuaria, están destrozadas y no se reparan pese a una bonanza económica sin precedentes; parece olvidarse que la riqueza la generan los productores, empresarios y trabajadores y no los gobiernos. Un pais donde a los jubilados después de una vida de trabajo se les obliga a pagar IASS y donde tributan más IRPF los que más trabajan; un país donde carecemos de ferrocarril y donde perdimos la única línea aérea de bandera uruguaya, en medio del escándalo de PLUNA; donde ANCAP presenta pérdidas multimillonarias y donde se registran 100 mil robos, más de 17 mil rapiñas y 260 homicidios por año, con un incremento del 49.4% en los robos violentos a automovilistas. 

Por eso es triste que quienes aspiran a gobernar no solo se nieguen a debatir ideas y propuestas,- lo que deberían hacer por respeto a la gente-, sino que tampoco expliquen cómo piensan revertir esta lamentable situación y  cómo solucionar el descontrol de valores y prioridades que nos aqueja como nación. Se trata, nada menos, que de volver al camino y recuperar el rumbo de esta democracia generosa, no siempre correspondida, que es el Uruguay.

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