EL EJEMPLO CELESTE

Dr. EDUARDO HEGUY TERRA


Los uruguayos tenemos mucho que agradecer a la selección celeste del maestro Tabárez. Por sus logros deportivos, casi hazañas, por supuesto. Cuartos en el mundial de Sudáfrica, campeones de América, clasificados para los octavos de final en el mundial de Brasil, luego de eliminar a las selecciones de Inglaterra e Italia, son solo algunas de las proezas de este extraordinario equipo uruguayo, que tantas alegrías nos ha dado. Pero los éxitos deportivos son solo un aspecto, el más visible sin duda, pero apenas una consecuencia, un efecto de lo mucho logrado con tesón y talento por Tabárez y su gente en el plano de lo humano.
Que un país como el nuestro, con poco más de tres millones de habitantes, menos que los habitantes de muchas de las ciudades de Brasil en donde nos ha tocado jugar, alcance posiciones tan elevadas en el mundo FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), integrado por 209 asociaciones o federaciones de  países de todos los continentes – 17 más que la Organización de las Naciones Unidas – no es producto de la casualidad, ni de la buena fortuna. Muy por el contrario, es el magnífico resultado de un proceso iniciado en el 2006, con la designación de Washington Tabárez como seleccionador y director técnico de Uruguay. 
Es pues, en primer lugar, fruto de  las condiciones personales y técnicas de su principal figura, del conductor del emprendimiento. En segundo lugar, los éxitos alcanzados son producto de un arduo trabajo sostenido en el tiempo, que salvó obstáculos y no se detuvo ante carencias, que supo remontar cuestas y vadear ríos, sin desfallecer nunca y a pesar de todos los pesares, incluyendo en ellos la incomprensión de muchos y la falta de apoyo de unos cuantos. Ese trabajo estuvo,- y este es un tercer aspecto a considerar-, gobernado, orientado, dirigido, contenido y potenciado por un núcleo central de grandes ideas rectoras, que fueron mucho más allá de lo deportivo y dieron sustento y fundamento a lo estrictamente futbolístico. 
Esas ideas o principios, entre los que se cuentan sin duda el espíritu de equipo que luego se traduce en la cancha, la conformación de un grupo humano solidario, vinculado casi fraternalmente por un espíritu común, y, a partir de allí, por la adhesión sin reservas a una causa nacional que los convoca y los une, son criterios que han servido para la elección de cada uno de los integrantes de la selección uruguaya. Lo vemos, en las buenas y en las malas, dentro y fuera de la cancha. Lo vemos, de manera admirable, en el vínculo inalterable entre aquellos jugadores que entran a la cancha y aquellos otros que permanecen en el banco de suplentes; aunque este último aspecto se diluye si tenemos en cuenta que, en los tres partidos ya disputados en el campeonato mundial de Brasil, de los 20 jugadores de cancha, excluidos los tres arqueros, ya jugaron 19.
Que mérito enorme de Tabárez!  ¿Cómo no estar orgullosos? Lo hecho hasta ahora es motivo más que suficiente para que su gestión al frente de la selección nacional merezca el mayor de los reconocimientos ciudadanos. No importa ya si Uruguay sigue o no en la Copa. Los fundamentos y criterios que sustentan su organización y explican el éxito de su obra, van mucho más al lá de lo deportivo, exceden largamente lo futbolístico y merecen servir de ejemplo para tantas otras actividades de nuestro querido país. Es frecuente escuchar de los especialistas en temas de administración una referencia a la estructura y el buen funcionamiento de una orquesta sinfónica, para indicar como debería actuarse en el Estado, en cualquier organización institucional, e incluso los partidos políticos y las empresas públicas o privadas. Se dice, entonces, que, pese a que cada músico toca su instrumento y a que hay muchos instrumentos diferentes en la orquesta, es característica de una buena sinfónica ejecutar una partitura común, dirigida por un solo maestro. Hacerlo así no es garantía de éxito, pero no hacerlo asegura el fracaso. Lo mismo puede decirse de la organización actual de la selección uruguaya de futbol: una dirección, un libreto, un sistema, y 23 voluntades al servicio de una idea, de una meta, de un  sueño.
¿Se imaginan a Tabárez eligiendo a sus futbolistas por cuota política? El seleccionado resultante sería, seguramente, un himno a la mediocridad. Por eso existe en todo esto un necesario sentido de responsabilidad profesional. Y la consideración fundamental, irrenunciable, de criterios éticos que orienten conductas y las preserven de manejos indebidos o de manipulaciones comerciales inaceptables.
Mañana podemos ganar o perder con la selección de Colombia. Esa es la esencia y el sentido del futbol: un juego apasionante, un gran espectáculo y un formidable negocio. Pero tanto si ganamos como si nos toca volver, nada de lo ya hecho por Tabárez y su gente perderá valor. Porque es un gran ejemplo de conducción y de conducta, de humildad y capacidad de sacrificio, de dignidad, de cómo hacer las cosas, desde la cancha hasta las conferencias de prensa, que va mucho más allá de un campeonato de futbol. Es un patrimonio espiritual que merece  proyectarse, así lo esperamos, a todas las demás actividades y emprendimientos llevados adelante por los uruguayos.



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