BIEN PÚBLICO

Se acerca fin de año y, como siempre, aun antes de los buenos propósitos para el futuro, llega el tiempo de la autocrítica y la evaluación de logros y frustraciones. Este periodo de reflexión, valido para todas las personas e instituciones, también lo es para los sistemas políticos y los gobiernos. Claro que no todos gustan de hacer autocrítica, tienen vocación de servicio o practican la noble causa del bien común. Pero deberían.

Son momentos en que desde la Presidencia de la Republica se decreta el “nunca mas” a la violencia entre uruguayos. Se impulsa una cuestionada y quizás innecesaria reforma tributaria. La economía – aprovechando la muy favorable situación mundial - presenta resultados y tendencias positivas, el debate sobre la educación refleja conflictos y anuncia controversias y el problema de las papeleras nos sigue demostrando, a la par que una errática conducción diplomática, la dura realidad de nuestra escasa gravitación en el MERCOSUR. Y son muchos los problemas de toda índole aun sin resolver.

Problemas de interés para la gente. Como la inseguridad publica, la ineficiencia del sistema penitenciario, las carencias del instituto policial y de la normativa penal vigente. Mientras se siguen enviando tropas a lugares remotos. Problemas como el desempleo, los asentamientos marginales, los niños que viven en la pobreza, las fallas del sistema educativo y de la salud publica; los trenes de AFE que no corren, los barcos de la Armada que no navegan y PLUNA que no logra superar las turbulencias. La apertura de mercados. Problemas como el clima laboral enrarecido, fruto de una política sesgada y errónea. La política energética, la falta de inversión e innovación, la persistencia de viejos vicios administrativos, la crisis estructural del BPS y la insuficiencia de las pasividades. La inmensa deuda externa del Uruguay – nunca bien explicada - sigue creciendo, empujada por un déficit que no cesa ni tiene justificación. La siempre postergada reforma del Estado, la reducción de la carga fiscal, la profesionalización del servicio diplomático, y la definitiva erradicación del nepotismo y del amiguismo en la función publica. Sin olvidar, como hacerlo, que, en esta nación democrática, los gobernantes siguen ganando mas y percibiendo mejores jubilaciones que la inmensa mayoría de los gobernados; ni los carros de los hurgadores de basura, un estigma social que vaya a saber a quien beneficia, y tantos otros temas que hacen a la calidad de vida de los ciudadanos.

Porque, aunque con frecuencia se olvide, de eso trata la labor política y el servicio publico. Lo que en definitiva cuenta para juzgar a un gobierno es la suerte de los gobernados, la calidad de vida de la gente – moral y material- , su bienestar y la pacifica y respetuosa convivencia sin importar tendencias, credos o ideologías.

Por supuesto que también los medios de comunicación tienen que hacer un balance del año. Un balance que no se limite exclusivamente a las cuestiones comerciales y financieras, sino que se proyecte a los ideales, a los principios, a las responsabilidades sociales de la comunicación. Cada uno sabrá si ha dado cabal cumplimiento a lo que se dado esperar de la prensa en una comunidad como la nuestra. Si ha informado con honestidad, con imparcialidad, con verdad. Sin exagerar ni ocultar. Sin apoyar obsecuentemente al gobierno, ni juzgar desde una sistemática oposición.

En este tiempo de reflexión queremos, desde aquí, aportar alguna propuesta que sirva para aunar los recursos del Estado, de los anunciantes, las agencias de publicidad y los medios y contribuya, mediante una serie de vigorosas campañas de bien publico, a elevar la cultura cívica, promover la convivencia pacifica, consolidar la paz e impulsar todo aquello que propenda al bienestar moral y material de los uruguayos.

Es bien sabido que los medios – periódicos, radios y televisión –, que sumados constituyen una formidable herramienta social, siempre han estado dispuestos a contribuir en campañas de bien público, como lo han hecho para la Teleton o la Fundación Peluffo-Gigens. En este caso se trataría de lanzar una gran ofensiva publicitaria, consensuada, sustentada en el concepto de la educación permanente dirigida a los adultos y al servicio del bien común. Una campaña que difunda valores positivos, recomiende conductas, explicite convincentemente los riesgos de los vicios sociales, como manda la Constitución y se hizo acertadamente con el tabaco. Una campaña, en fin, que transparente los beneficios de un accionar recto y la dignidad de una vida basada en el libre ejercicio del derecho propio, pero también en el escrupuloso respeto a los derechos de los demás. Quizás entonces, el año que viene, los medios de comunicación, a la hora del balance, podamos sumar a nuestros logros personales y empresariales, el haber contribuido, al menos en algo, a mejorar el bienestar, la convivencia y la calidad de vida de nuestra gente. Bien vale la pena. Feliz Navidad.

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