LA DEMOCRACIA TRAICIONADA

En estos días parece que se quiere crear confusión respecto al concepto de democracia. Se nos quiere hacer creer, por voceros de regimenes autoritarios o en camino de serlo, que el pleno respeto a las libertades publicas no es tan importante, que la libertad de expresión es un bien negociable, que se puede presionar impunemente a los medios de comunicación, que la separación de poderes – especialmente del Judicial – no es fundamental, o que la consideración a la oposición y a las minorías no determina de manera definitiva y concluyente la calidad de la democracia de cada país.

Democracia no es cualquier cosa, ni admite cualquier contenido. La democracia debe serlo tanto en lo formal como en lo material, o no es verdadera democracia. En primer lugar debe quedar claro que es necesario que quienes gobiernan hayan sido electos por el pueblo, mediante voto secreto y con todas las garantías. Esto no se discute. Pero no es suficiente. Porque también es necesario el respeto a la Constitución, a sus contenidos, instituciones y procedimientos, porque quienes han resultado electos los han sido para actuar conforme a esas reglas jurídicas de convivencia, para proteger, promover y, por sobre todo, respetar escrupulosamente los derechos fundamentales de los ciudadanos, que son inherentes al ser humano y, por consiguiente, anteriores y superiores a cualquier declaración o reconocimiento.

Deliberadamente oscuro se ha vuelto el manejo que algunos hacen de este tema, especialmente en lo relacionado con ciertos casos que se dan hoy en América latina, como el muy notorio del gobierno de Hugo Chávez, el actual presidente venezolano y aspirante a sucesor de Fidel Castro como referente para la izquierda regional.

Cuando algunos gobernantes –falsos demócratas, autoritarios de dos caras y doble discurso - empiezan a deslizarse en la pendiente de la demagogia, incursionan en el populismo, no respetan los principios fundamentales y avasallan la libertad pretextando luchar por la igualdad, la democracia se comienza a vaciar de contenido, se desnaturaliza, pierde su esencia, se reduce a mera apariencia, a hipocresía estratégica y degenera en falsa democracia. Porque ha dejado de serlo.

Y no nos permitamos olvidar, ni que otros olviden, que los derechos humanos, -que también han sido manipulados en su contenido y alcances según ciertas conveniencias políticas-, están siempre por encima de la autoridad de los gobernantes, sean del signo que fueren y cualquiera sea el origen o la fuente de su poder.

Cuando la Constitución declara que los habitantes de la Republica tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad; que todas las personas son iguales ante la ley, que ningún habitante de la Republica será obligado a hacer lo que no manda la ley ni privado de lo que ella no prohíbe o que es enteramente libre la comunicación de pensamientos sin necesidad de previa censura, debemos saber que estos textos jurídicos fundamentales se están refiriendo a cuestiones que hacen a la esencia, a la naturaleza, al fundamento profundo, al cimiento mismo de una nación democrática. Por eso es imprescindible educar en forma permanente para la democracia. Sin demócratas no puede haber democracia. Y educar insistiendo en que no hay democracia sin el respeto escrupuloso de todos los derechos humanos fundamentales. Sin importar cuanto se maquillen, aparenten o disimulen los falsos demócratas.

Y quienes, con aviesa intención, maliciosamente insisten en torcer los contenidos y tergiversar los conceptos, tarde o temprano tendrán que asumir la responsabilidad que les cabe. Ni la Cuba comunista y sin libertades fundamentales de Fidel Castro ha sido jamás una democracia autentica, ni lo será la Venezuela de Chávez si este insiste en transitar los mismos caminos que el viejo dictador, eliminando a la prensa independiente y sofocando toda forma de oposición política.

La democracia es, según la tradicional definición “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Pero también debe ser un gobierno ejercido con pleno respeto de los derechos fundamentales inherentes a las personas, tolerancia hacia quienes piensan diferente y, subrayémoslo una vez mas, absoluta e irrestricta libertad de prensa. Pues no es democrático un régimen en el cual coactivamente se somete o elimina a los medios no oficialistas.

Por ultimo, y no por ello menos importante, tengamos muy presente que en las autenticas democracias, - que son las únicas que merecen el nombre de tales -, debe existir rotación en el poder, sin trampas ni picardías, sin traiciones que alteren las sanas reglas de juego que hacen a la esencia del sistema. En la democracia no tienen cabida los gobernantes vitalicios. Deben irse cuando corresponde. Ni un día antes. Ni un día después.

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