¿IZQUIERDAS Y DERECHAS O SESENTISTAS Y MODERNOS?

La categorización política de derechas e izquierdas ha dividido al mundo occidental desde hace largo tiempo. En sus orígenes, en Francia, simplemente indicaba de qué lado del recinto de la asamblea se sentaban los representantes de las facciones rivales. En el Uruguay, más allá de visiones siempre interesadas, o de esa frenética manía de etiquetarse recíprocamente, lo cierto es que a la mayoría de los uruguayos no les gustan los extremos. Prefieren el centro.

En términos prácticos, nadie duda que los comunistas, los socialistas, los marxistas, los leninistas, los maoístas y los tupamaros, así como el PIT-CNT, pertenecen a la izquierda, la dirigen y la orientan doctrinariamente, por lo general en línea con el pensamiento de Fidel Castro y, mas recientemente con Hugo Chávez. En la derecha, en cambio, nadie quiere estar. Y por más que se piense que en ella se ubican algunos militares sesentistas, nadie la reivindica. Históricamente los partidos tradicionales se sitúan entre el centro izquierda y el centro derecha, con matices y variantes, algunas tan sutiles como opinables.

Hace unos días el doctor Pedro Bordaberry Herran y un grupo de dirigentes colorados, reunidos en Trinidad, resolvieron constituir una nueva corriente partidaria, diferente tanto de la lista 15 como del Foro Batllista. Cuando un periodista del El País le pregunto si piensa captar los votos de derecha, Bordaberry expreso su convicción de que ya no hay mas izquierdas y derechas. “Si ser de izquierda es recibir a Bush, privatizar Pluna, pagarle al FMI, defender las inversiones de las plantas de celulosa, entonces yo soy de izquierda. Si ser de izquierda es aprobar la ley de descongestionamiento carcelario, no trabajar bien en la seguridad, ser inepto en el manejo del conflicto con Argentina o dar dadivas en lugar de trabajo, entonces soy de derecha”,concluyo. En su opinión, la división que hay hoy en el Uruguay es “entre sesentistas y modernos”; y el esta con los modernos. Algo parecido ha dicho Rigoberta Menchu, premio Nóbel de la Paz 1992 y flamante candidata a la presidencia de Guatemala, cuando se le pregunto si se considera candidata de la izquierda: “queremos ser la referencia de una juventud que no es de izquierda ni de derecha.”

Interesantes definiciones. Obviamente, entre otras, la intención de Pedro Bordaberry es señalar las graves contradicciones del gobierno de la izquierda que preside el doctor Tabare Vázquez. Y creo que lo logra con sencillez y eficacia. Pero a la vez el introducir nuevas categorías, en cierta forma es como desconocer que las etiquetas poco aportan al debate doctrinario pues, en rigor, es más lo que ocultan que lo que revelan. Pero borrar límites permite sumar votos, más allá de los sectores partidarios. Es lo que, entre nosotros, hábilmente, ha hecho el “progresismo”, hasta alcanzar el poder.

Pese a ello, podemos imaginar que caracteriza a un “izquierdista sesentista”. Es un radical, que no rechaza la violencia, con mucho resentimiento y casi ningún remordimiento. Aferrado a eslóganes perimidos. Un comunista, todavía castrista y hoy también chavista; gente con los ojos en la nuca, jugada a la revancha. De los que creen en la lucha de clases y la confrontación social y las promueven. Son personas, en fin, incapaces de reconocer la importancia de logros como la educación publica gratuita, la atención gratuita de la salud, las decenas de miles de viviendas construidas con prestamos del Banco Hipotecario, los centenares de pueblos del MEVIR, una legislación laboral y social de avanzada, un amplio sistema jubilatorio y tantas otras obras mas, porque reconocerlas seria admitir el merito y la valía de los colorados y blancos que las realizaron.

Se hace mas difícil establecer cuales son las características de los “modernos”, que permitan establecer la pertenencia a ese grupo. Por cierto que seria alguien más moderado que el sesentista. Mas constructivo y conciliador. Con inquietudes sociales, pero también con conciencia de las realidades económicas del mundo actual. En definitiva, y por contraste, un ciudadano guiado por un pensamiento más de centro, con sus variantes y matices.

Más allá de todo ello, no hay duda que el Partido Colorado necesita renovarse. Poner vino nuevo en los odres viejos. Sin perder las tradiciones, reivindicando las raíces, pero avanzando al encuentro del futuro con propuestas acordes a los tiempos. Porque, sin duda alguna, renovarse políticamente, querer ser moderno, no es, no puede ser, no debe ser, tan solo, cambiar algunos nombres. Con eso no alcanza. Hace falta trabajar mucho. No sea cosa que lo bueno no sea nuevo y que lo nuevo, no sea bueno.


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