UN DEBATE NECESARIO.

Las últimas semanas han puesto en la agenda pública la credibilidad de los medios de comunicación. En tanto el presidente Tabare Vázquez acusa a varios medios de comunicación de confundir información con opinión y de integrar una especie de conspiración opositora al gobierno y desde algunos sectores de la izquierda se los considera actores políticos, desde la oposición se estima que de esta forma se vulnera el ejercicio de la libertad de expresión y se teme que estos ataques, para nada casuales, generen auto censura en los periodistas y obsecuencia en los propietarios de las empresas de comunicación.

Las aclaraciones que sucedieron a las primeras declaraciones del Presidente de la Republica, reafirman el respeto por la libertad de expresión, procuran dejar a salvo a los periodistas y centrar la critica en los propietarios de los medios. Ellas fueron seguidas por acusaciones del director de la Secretaria de Prensa y Difusión de la Presidencia (Sepredi), quien, en declaraciones a Búsqueda, critico severamente a los gobiernos anteriores y afirmo que le consta que “hay medios de comunicación que estimulan a sus periodistas a buscar aquellas cosas que sean netamente desfavorables para el gobierno”

Un tema de tanta importancia para la vida democratica, yo diría que vital para la prensa que se considera independiente del poder, no puede ser dejado de lado u olvidado fácilmente. Hace a la esencia misma del libre ejercicio del periodismo en el Uruguay. Por ello se impone analizar sus alcances y proyecciones.

La Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA) considero como “amenazas” las afirmaciones del doctor Vázquez y estimo que la existencia de problemas en torno al ejercicio del derecho a la libertad de expresión “ameritan la búsqueda de los correctivos necesarios por parte de todos los sectores involucrados”. Nos parece conveniente y muy necesario. Dejar las cosas así, como están hoy, no es bueno. El presidente, confundiendo periodismo con propaganda, encerrado en su convicción de que los medios practican una oposición sistemática a su gobierno; los medios, sintiendo que están siendo victimas de una injusticia; los periodistas, sometidos a la tensión entre lo que el gobierno parece sugerirles y lo que les demanda su compromiso ético con la verdad y con sus medios; y los propietarios, sintiéndose coaccionados y condenados ante la opinión frenteamplista. No es este el panorama que queremos para la prensa uruguaya. El análisis se impone. El debate es necesario.

En tal sentido, creo que las universidades, tanto pública como privadas, tienen mucho que aportar a la reflexión sobre el periodismo real que se desarrolla en nuestro país y acerca de sus relaciones con el poder político, sindical y económico. Desde la investigación y el análisis académico, es mucho lo que estos centros de altos estudios pueden contribuir a esclarecer sobre como funcionan y como deberían funcionar las redacciones. Y a enriquecer y difundir los principios de independencia, profesionalidad, imparcialidad, honestidad, credibilidad y confiabilidad que son sustanciales a la existencia de medios de comunicación de calidad. Esa calidad, precisamente, que los hace imprescindibles y merecedores del rol esencial que les cabe desempeñar en las sociedades democráticas de nuestros días. Y que todos debemos contribuir a preservar y fortalecer. Cualquiera sea el origen de las presiones o la naturaleza de estas.

El Uruguay ha tenido una rica tradición de prensa partidaria. Y esos diarios y semanarios de origen y dirección políticos,- muchos de ellos de izquierda-, actuaron con total lealtad hacia el lector y nunca ocultaron sus raíces ni su orientación. Antes bien, hacían de ello motivo de orgullo y razón de ser. Pero muchos medios de comunicación optaron libremente por la independencia del poder político y han basado en ello su credibilidad. Distinguen claramente sus secciones informativas de los editoriales y columnas de opinión; y algunos, especialmente en la radio y la televisión, hasta carecen de opinión editorial. En muchos medios las firmas de los periodistas están acompañadas frecuentemente por firmas y declaraciones de políticos, tanto oficialistas como de la oposición. Hacer lugar al pluralismo es una de las funciones sociales sustantivas que debe cumplir la prensa. Sin presiones ni interferencias. Podrá gustar o no lo que allí se afirma. Pero esas son las reglas de juego que deben regir en las democracias. El gobierno debe respetar los derechos y las libertades de quienes no piensan como el y aprender a recibir la crítica con altura y buen talante. Los medios deben servir a la verdad. Honrar su responsabilidad social. Con respeto intelectual. Con sentido de la ética. Con independencia del poder. Y desde allí, sin cálculos ni temores, con toda dignidad, informar libremente y coincidir o discrepar con la orientación del gobierno o el ejercicio del poder. El debate es necesario.

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