EL PERIODISMO AGROPECUARIO

Lejanos están los tiempos en los que el hombre de campo, enfrentando las inclemencias del tiempo, aislado y solitario, luchaba, a lomo de caballo, contra la falta de caminos transitables para acceder a los centros poblados más cercanos. Sin energía eléctrica ni teléfonos, el productor rural careció, por décadas, de la información básica para el adecuado desempeño de su actividad. Nada o casi nada le llegaba de los adelantos genéticos o veterinarios y de las nuevas técnicas de manejo, nada o casi nada de los mejores precios que los mercados internacionales otorgaban a la carne, la lana o los productos agrícolas o granjeros. En ese marco, el periodismo agropecuario comienza a desarrollar su labor civilizadora y procura acercar e integrar al estanciero, al agricultor y al granjero por todos los medios a su alcance.

Primero fue la prensa. Los periódicos uruguayos han mostrado siempre una especial sensibilidad por los temas rurales, entre los que por décadas se destaco la información agropecuaria del diario La Mañana y de El País. Hasta nuestros días, como lo demuestra el excelente suplemento de los viernes de El Observador y su muy buen equipo de columnistas y redactores. Luego vino la radio, que por sus propias características técnicas y la incorporación de los receptores portátiles, logro una asombrosa penetración, llegando a los lugares más alejados, cubriendo nuestro campo de noticias y comentarios a lo largo y a lo ancho. Muchas son las radiodifusoras, - tanto las de alcance nacional de la capital, como CX 16 Radio Carve y CX4 Radio Rural, como las del interior de la republica-, que se destacan por el servicio de interés publico que prestan a la población rural, integrándola, en el sentido mas cabal del termino, al mundo contemporáneo. Pero también ofreciéndole permanentemente información actualizada y de primera mano sobre mercados, tendencias, novedades fitosanitarias y todo tipo de opiniones de gente del propio sector, conocedora de los temas y las necesidades de los productores y sus familias. Finalmente llego la televisión y con ella muy buenos programas, tanto en los canales privados,- Cerro Rural, por ejemplo-, como en el canal publico. La transmisión satelital, la información que nos llega a través de la televisión por cable, los remates ganaderos teledifundidos y el generalizado acceso a Internet, amplían los horizontes de la comunicación hasta niveles antes impensables.

En este ámbito rural es, sin duda, donde la comunicación de masas adquiere su más alta significación, utilidad y trascendencia. Porque el aporte cultural e informativo realizado a lo largo de los anos y que continua con todo vigor y lucidez en el presente, a cargo de excelentes periodistas,- como Juan Carlos López, Oscar Capelo Villar, Horacio Jaume, Fernando Marguery y Hebert Mayans, entre tantos otros-, es de aquellos que merecen un especial destaque y el unánime reconocimiento de la sociedad uruguaya por su valioso aporte al bien común.

Lo cierto es que hoy cualquiera que se traslade al interior podrá constatar que el hombre rural es una persona bien informada. Con todo lo que ello conlleva en el plano practico, técnico, productivo, gremial, pero también y principalmente en el terreno del conocimiento general, cultural y aun político, así como en la cabal conciencia de los derechos ciudadanos que le conciernen.

En nuestra tradición periodística no han estado ausentes el análisis y la opinión sobre todos los temas del acontecer agropecuario, el comentario acerca de la realidad nacional, la defensa de los legítimos intereses de esta vital producción, -clave del desarrollo integral y sostenido-, y de los hombres y mujeres que, con su trabajo y sacrificio, la hacen posible. Queremos destacar hoy, en esta nuestra columna de merecido homenaje al periodismo agropecuario, a tres comentaristas que por su estilo, trayectoria, entrega y capacidad, mucho le han aportado, desde el periodismo especializado, al mejoramiento de nuestro campo y, por ende, de nuestro querido país. Su predica y sus reflexiones no solo han contribuido significativamente al enriquecimiento del acervo cultural de nuestra gente rural, sino también a que en la ciudad se comprenda mejor la compleja y sacrificada realidad en la que se inscribe la producción agropecuaria. Por ello merecen nuestro aplauso hombres como Juan Edmundo Miller, y su predica de medio siglo en favor de la huerta familiar, la forestación y la soja, hoy florecientes, y la promoción de la juventud agraria; como el doctor Eduardo J. Corso, todo un referente intelectual para el hombre de campo y para todos aquellos interesados en la actualidad nacional; y Gonzalo Chiarino Milans, destacado criollista y productor, inteligente y apasionado defensor de la causa rural, sin claudicaciones. Ellos representan muy bien a lo mejor del periodismo agropecuario nacional, el cual, por fortuna para el campo y para la nación, sigue dando abundantes y vigorosos frutos.

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