CORSO, UN JUSTO HOMENAJE
Eduardo Héguy Terra
Es imposible resumir en unas pocas líneas la fecunda trayectoria del doctor Eduardo J. Corso, abogado, periodista, docente, escritor y productor agropecuario. Todos sentimos que su inconfundible voz representa, como ninguna otra, a un decidido, constante y vigoroso defensor de la agropecuaria nacional. Puede decirse, sin exagerar, que quien no ha escuchado a Eduardo J. Corso, poco sabe de la realidad del campo uruguayo. Director desde hace sesenta años de la audición Diario del Campo, que actualmente se emite por CX4 Radio Rural, tribuna que, como él lo siente, está “ indisolublemente unida a su vida y su personalidad”, Corso no solo ha informado incansablemente sobre todos los temas de interés para los productores, sino que ha procurado orientar a sus numerosos oyentes y lectores con su opinión fundada e independiente. A la información oportuna la ha sabido acompañar con maestría de un pensamiento claro y valiente. Por eso su voz es, también, la de un sembrador de ideas, principios y valores.
Yo puedo dar testimonio, pues tuve oportunidad de apreciar la capacidad y la inteligencia de Eduardo J. Corso en diversas circunstancias de mi vida. Cuando fui profesor de Derecho Agrario el pensamiento jurídico del doctor Corso, un excelente especialista en la materia,- junto a Carlos Frick Davie y Adolfo Gelsi Bidart -, era referencia obligada y enriquecedora. Cuando fui productor rural en Puntas de Maciel, la inconfundible voz y las atinadas reflexiones de Corso nos acompañaron, día tras día, en las buenas y en las malas. Cuando, tiempo después, me tocó dirigir el diario La Mañana, en circunstancias por cierto difíciles, tuve el honor de contar por un tiempo con el aporte de su lúcida pluma. Y más recientemente, a través de una entrevista que le realizó Margarita Héguy para El Observador, confirmé, una vez más, sus altas cualidades intelectuales y morales. De manera que me siento calificado para expresar, con respeto y estima, pero sobre todo con pleno conocimiento de causa que, después de varias décadas haciendo surco en la comunicación y reafirmando valores imprescindibles para la sana convivencia, Eduardo J. Corso es el legítimo dueño de un enorme prestigio, personal y profesional, muy bien ganado. Se trata del digno decano de un género de hondo arraigo en nuestro país, como lo es el periodismo rural. Una especialidad que brinda un valioso servicio al campo y al país todo, y que ha contado y cuenta con muy destacados comunicadores en prensa, radio y televisión, como lo fue, entre muchos otros, el recordado Gonzalo Chiarino Miláns.
Católico de temple, patriarca,- junto a Nena Barreto, su mujer desde hace cincuenta años-, de una familia que constituye su mayor orgullo, con sus tres hijos y cinco nietos, a sus casi noventa años no teme que se lo califiquen de conservador, pues sabe que “las buenas ideas deben ser conservadas”. Por eso afirma que quien ama a Dios y al prójimo como a sí mismo, es conservador de un precepto del Evangelio, y no por ello es conservador desde el punto de vista político, social o económico. Esta convicción ha dado sólido sustento a su prédica, dedicada siempre a “quienes mas necesitan en el campo, que son los que menos tienen o los que no tienen ilustración”.
En su largo caminar Corso fue, además, profesor de Historia y de Idioma Español en los colegios salesianos Maturana y Juan XXIII y adherente de la Unión Cívica, el viejo partido de tantos talentosos hombres de bien, como lo fueron Juan Zorrilla de San Martin, Dardo Regules y Juan Vicente Chiarino. Por todo ello, de quien proclama que la pobreza a la que mas hay que temer “es la pobreza moral”, no debe sorprender que siempre haya estado a favor del sagrado derecho a la vida; ni tampoco su firme y fundado rechazo a la lucha de clases que promueve el marxismo, a la violencia tupamara, a la dictadura que la siguió y a las iniciativas de este gobierno tendientes a limitar el derecho de propiedad consagrado en la Constitución, a la cual, por si fuera poco, se amenaza con reformar.
Sobran pues motivos para adherir con entusiasmo al homenaje que el próximo 8 de agosto, por iniciativa de la Asociación y la Federación Rural y radio Rural, se le tributará a este hombre de trayectoria ejemplar, fiel a sus valores morales, sabio en el mas profundo sentido, que hizo del periodismo “la razón de su vida”, y que, después de mas de sesenta años de prédica y de lucha no ha perdido la fe. Por ello, y porque a sus casi noventa años, “sin odio en el corazón”, se mantiene batallando por sus ideales, desde esta columna de opinión le expresamos, con la más alta estima y consideración, nuestra cálida adhesión al oportuno y merecido homenaje. Porque usted, doctor Corso, ya es parte del acervo espiritual e intelectual del Uruguay profundo. Cuídese, la patria lo necesita.
Es imposible resumir en unas pocas líneas la fecunda trayectoria del doctor Eduardo J. Corso, abogado, periodista, docente, escritor y productor agropecuario. Todos sentimos que su inconfundible voz representa, como ninguna otra, a un decidido, constante y vigoroso defensor de la agropecuaria nacional. Puede decirse, sin exagerar, que quien no ha escuchado a Eduardo J. Corso, poco sabe de la realidad del campo uruguayo. Director desde hace sesenta años de la audición Diario del Campo, que actualmente se emite por CX4 Radio Rural, tribuna que, como él lo siente, está “ indisolublemente unida a su vida y su personalidad”, Corso no solo ha informado incansablemente sobre todos los temas de interés para los productores, sino que ha procurado orientar a sus numerosos oyentes y lectores con su opinión fundada e independiente. A la información oportuna la ha sabido acompañar con maestría de un pensamiento claro y valiente. Por eso su voz es, también, la de un sembrador de ideas, principios y valores.
Yo puedo dar testimonio, pues tuve oportunidad de apreciar la capacidad y la inteligencia de Eduardo J. Corso en diversas circunstancias de mi vida. Cuando fui profesor de Derecho Agrario el pensamiento jurídico del doctor Corso, un excelente especialista en la materia,- junto a Carlos Frick Davie y Adolfo Gelsi Bidart -, era referencia obligada y enriquecedora. Cuando fui productor rural en Puntas de Maciel, la inconfundible voz y las atinadas reflexiones de Corso nos acompañaron, día tras día, en las buenas y en las malas. Cuando, tiempo después, me tocó dirigir el diario La Mañana, en circunstancias por cierto difíciles, tuve el honor de contar por un tiempo con el aporte de su lúcida pluma. Y más recientemente, a través de una entrevista que le realizó Margarita Héguy para El Observador, confirmé, una vez más, sus altas cualidades intelectuales y morales. De manera que me siento calificado para expresar, con respeto y estima, pero sobre todo con pleno conocimiento de causa que, después de varias décadas haciendo surco en la comunicación y reafirmando valores imprescindibles para la sana convivencia, Eduardo J. Corso es el legítimo dueño de un enorme prestigio, personal y profesional, muy bien ganado. Se trata del digno decano de un género de hondo arraigo en nuestro país, como lo es el periodismo rural. Una especialidad que brinda un valioso servicio al campo y al país todo, y que ha contado y cuenta con muy destacados comunicadores en prensa, radio y televisión, como lo fue, entre muchos otros, el recordado Gonzalo Chiarino Miláns.
Católico de temple, patriarca,- junto a Nena Barreto, su mujer desde hace cincuenta años-, de una familia que constituye su mayor orgullo, con sus tres hijos y cinco nietos, a sus casi noventa años no teme que se lo califiquen de conservador, pues sabe que “las buenas ideas deben ser conservadas”. Por eso afirma que quien ama a Dios y al prójimo como a sí mismo, es conservador de un precepto del Evangelio, y no por ello es conservador desde el punto de vista político, social o económico. Esta convicción ha dado sólido sustento a su prédica, dedicada siempre a “quienes mas necesitan en el campo, que son los que menos tienen o los que no tienen ilustración”.
En su largo caminar Corso fue, además, profesor de Historia y de Idioma Español en los colegios salesianos Maturana y Juan XXIII y adherente de la Unión Cívica, el viejo partido de tantos talentosos hombres de bien, como lo fueron Juan Zorrilla de San Martin, Dardo Regules y Juan Vicente Chiarino. Por todo ello, de quien proclama que la pobreza a la que mas hay que temer “es la pobreza moral”, no debe sorprender que siempre haya estado a favor del sagrado derecho a la vida; ni tampoco su firme y fundado rechazo a la lucha de clases que promueve el marxismo, a la violencia tupamara, a la dictadura que la siguió y a las iniciativas de este gobierno tendientes a limitar el derecho de propiedad consagrado en la Constitución, a la cual, por si fuera poco, se amenaza con reformar.
Sobran pues motivos para adherir con entusiasmo al homenaje que el próximo 8 de agosto, por iniciativa de la Asociación y la Federación Rural y radio Rural, se le tributará a este hombre de trayectoria ejemplar, fiel a sus valores morales, sabio en el mas profundo sentido, que hizo del periodismo “la razón de su vida”, y que, después de mas de sesenta años de prédica y de lucha no ha perdido la fe. Por ello, y porque a sus casi noventa años, “sin odio en el corazón”, se mantiene batallando por sus ideales, desde esta columna de opinión le expresamos, con la más alta estima y consideración, nuestra cálida adhesión al oportuno y merecido homenaje. Porque usted, doctor Corso, ya es parte del acervo espiritual e intelectual del Uruguay profundo. Cuídese, la patria lo necesita.
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