SANGUINETTI, TESTIGO CALIFICADO
Eduardo Héguy Terra
Hace unos días se publicó el libro “La agonía de una democracia”. No se trata de un libro más. Su autor es el doctor Julio María Sanguinetti, doctor en Derecho y Ciencias Sociales, político, fundador y principal referente del Foro Batllista, secretario general del Partido Colorado, diputado, senador, ministro de Industria y Comercio en el gobierno de Jorge Pacheco Areco y de Educación y Cultura en 1972, durante la presidencia de Juan María Bordaberry, presidente de la República por primera vez entre 1985 y 1990, luego de una difícil salida de la dictadura que lo tuvo como uno de los principales protagonistas. Fue reelecto por la ciudadanía para el período 1995 al 2000, después del gobierno presidido por el doctor Luis Alberto Lacalle de Herrera.
A lo largo de cincuenta capítulos, el doctor Sanguinetti recuerda y analiza los trágicos hechos que, en los diez años que van desde 1963 hasta 1973, condujeron al Uruguay, inexorablemente, a la ruptura de sus más caras tradiciones democráticas y la caída del Estado de Derecho. El rigor histórico y la precisión conceptual, caracterizan esta obra. Pero su mayor aporte viene dado por la jerarquía intelectual y cívica de su autor, testigo directo y privilegiado de los trascendentes hechos a que refiere el oportuno trabajo que se nos presenta en este libro.
Hacía mucha falta este lúcido y calificado testimonio sobre el proceso de caída de las instituciones en el Uruguay, abrumados como estamos por la avalancha de publicaciones de izquierda, la mayoría de las cuales se refieren al pasado reciente con una visión interesada y hemipléjica, capaz de transformar a los agresores en agredidos y a los culpables en víctimas inocentes; publicaciones que manipulan los hechos históricos, sin escrúpulos, al punto de deformar la verdad de lo sucedido en aquellos años trágicos, en los que se despreciaron y atacaron las instituciones democráticas por un grupo de individuos que descreían de las libertades “burguesas” y, sin detenerse ante nada, procuraron alcanzar el poder mediante la violencia, para imponer sus ideas marxistas y la lucha de clases.
Este libro es, podemos decir, una reivindicación para todos quienes no estuvieron con la violencia tupamara ni con el desborde militar que la sucedió. Es poner en su lugar y momento el surgimiento público de los tupamaros - el 31 de julio de 1963, con el asalto a Club de Tiro Suizo de Nueva Helvecia -, encandilados con la revolución cubana, frustrados en el plano electoral y constituidos en “protagónico factor de crisis”, precisamente cuando gobernaba la república un democrático colegiado, Consejo de Gobierno de nueve miembros, con mayoría blanca. Como bien lo expresa el autor si se extrae del relato la irrupción violenta de los tupamaros,” todo queda sin explicación”. El libro también recuerda que es falso que el golpe de estado fuera necesario para combatir la sedición, pues esta ya estaba derrotada antes de 1973. De donde se deduce, con total claridad, que los tupamaros no dispararon un solo tiro contra la dictadura, como si lo hicieron, con saña, contra la democracia, al punto de lograr involucrar a las fuerzas armadas. Luego, no hubo marcha atrás El mal estaba hecho.
También ubica el autor, con toda precisión y abundancia de elementos, con el vigor de la convicción y la fuerza de la verdad, cual fue el triste papel desempeñado en aquel entonces por buena parte de la dirigencia de izquierda y por la central obrera dominada por los comunistas, ante el alzamiento militar contra un debilitado Poder Ejecutivo, el 9 de febrero de 1973, consumado luego el 27 de junio con la disolución del Parlamento. Plasmar estas verdades, recordar los hechos y las actitudes tal como ocurrieron en la realidad, es, por sí mismo, merecedor del mayor reconocimiento ciudadano. No importa si se es blanco o colorado, o aún frenteamplista o independiente. Alcanza con ser personas de bien, demócratas cabales, respetuosos del Estado de Derecho, las libertades individuales y los derechos fundamentales de la persona humana, merecedores por ello de no ser engañados ni manipulados.
Los violentos de ayer, los que nunca se arrepintieron de los hechos de sangre, los que nunca admitieron y mucho menos se disculparon ante la gente por los enormes males que le trajeron al país con su accionar, aún están entre nosotros. Ese es el valor, la oportunidad y la trascendencia del excelente libro del doctor Julio María Sanguinetti, quizás el más importante de todos cuantos ha escrito el distinguido hombre público.
Sanguinetti dedica su obra “A mis nietos y sus compañeros de generación, en la esperanza de que no tengan que vivir lo que nosotros en nuestra juventud”. Al difundirlo, hago mío el noble propósito del autor. Por mis nietos, no puedo menos que congratularme por este contundente aporte a la verdad histórica, única vía para construir un futuro mejor para todos los uruguayos de buena voluntad.
Hace unos días se publicó el libro “La agonía de una democracia”. No se trata de un libro más. Su autor es el doctor Julio María Sanguinetti, doctor en Derecho y Ciencias Sociales, político, fundador y principal referente del Foro Batllista, secretario general del Partido Colorado, diputado, senador, ministro de Industria y Comercio en el gobierno de Jorge Pacheco Areco y de Educación y Cultura en 1972, durante la presidencia de Juan María Bordaberry, presidente de la República por primera vez entre 1985 y 1990, luego de una difícil salida de la dictadura que lo tuvo como uno de los principales protagonistas. Fue reelecto por la ciudadanía para el período 1995 al 2000, después del gobierno presidido por el doctor Luis Alberto Lacalle de Herrera.
A lo largo de cincuenta capítulos, el doctor Sanguinetti recuerda y analiza los trágicos hechos que, en los diez años que van desde 1963 hasta 1973, condujeron al Uruguay, inexorablemente, a la ruptura de sus más caras tradiciones democráticas y la caída del Estado de Derecho. El rigor histórico y la precisión conceptual, caracterizan esta obra. Pero su mayor aporte viene dado por la jerarquía intelectual y cívica de su autor, testigo directo y privilegiado de los trascendentes hechos a que refiere el oportuno trabajo que se nos presenta en este libro.
Hacía mucha falta este lúcido y calificado testimonio sobre el proceso de caída de las instituciones en el Uruguay, abrumados como estamos por la avalancha de publicaciones de izquierda, la mayoría de las cuales se refieren al pasado reciente con una visión interesada y hemipléjica, capaz de transformar a los agresores en agredidos y a los culpables en víctimas inocentes; publicaciones que manipulan los hechos históricos, sin escrúpulos, al punto de deformar la verdad de lo sucedido en aquellos años trágicos, en los que se despreciaron y atacaron las instituciones democráticas por un grupo de individuos que descreían de las libertades “burguesas” y, sin detenerse ante nada, procuraron alcanzar el poder mediante la violencia, para imponer sus ideas marxistas y la lucha de clases.
Este libro es, podemos decir, una reivindicación para todos quienes no estuvieron con la violencia tupamara ni con el desborde militar que la sucedió. Es poner en su lugar y momento el surgimiento público de los tupamaros - el 31 de julio de 1963, con el asalto a Club de Tiro Suizo de Nueva Helvecia -, encandilados con la revolución cubana, frustrados en el plano electoral y constituidos en “protagónico factor de crisis”, precisamente cuando gobernaba la república un democrático colegiado, Consejo de Gobierno de nueve miembros, con mayoría blanca. Como bien lo expresa el autor si se extrae del relato la irrupción violenta de los tupamaros,” todo queda sin explicación”. El libro también recuerda que es falso que el golpe de estado fuera necesario para combatir la sedición, pues esta ya estaba derrotada antes de 1973. De donde se deduce, con total claridad, que los tupamaros no dispararon un solo tiro contra la dictadura, como si lo hicieron, con saña, contra la democracia, al punto de lograr involucrar a las fuerzas armadas. Luego, no hubo marcha atrás El mal estaba hecho.
También ubica el autor, con toda precisión y abundancia de elementos, con el vigor de la convicción y la fuerza de la verdad, cual fue el triste papel desempeñado en aquel entonces por buena parte de la dirigencia de izquierda y por la central obrera dominada por los comunistas, ante el alzamiento militar contra un debilitado Poder Ejecutivo, el 9 de febrero de 1973, consumado luego el 27 de junio con la disolución del Parlamento. Plasmar estas verdades, recordar los hechos y las actitudes tal como ocurrieron en la realidad, es, por sí mismo, merecedor del mayor reconocimiento ciudadano. No importa si se es blanco o colorado, o aún frenteamplista o independiente. Alcanza con ser personas de bien, demócratas cabales, respetuosos del Estado de Derecho, las libertades individuales y los derechos fundamentales de la persona humana, merecedores por ello de no ser engañados ni manipulados.
Los violentos de ayer, los que nunca se arrepintieron de los hechos de sangre, los que nunca admitieron y mucho menos se disculparon ante la gente por los enormes males que le trajeron al país con su accionar, aún están entre nosotros. Ese es el valor, la oportunidad y la trascendencia del excelente libro del doctor Julio María Sanguinetti, quizás el más importante de todos cuantos ha escrito el distinguido hombre público.
Sanguinetti dedica su obra “A mis nietos y sus compañeros de generación, en la esperanza de que no tengan que vivir lo que nosotros en nuestra juventud”. Al difundirlo, hago mío el noble propósito del autor. Por mis nietos, no puedo menos que congratularme por este contundente aporte a la verdad histórica, única vía para construir un futuro mejor para todos los uruguayos de buena voluntad.
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