SOBRE EL PRETIL DE LA ETICA
Eduardo Héguy Terra
Es necesario poner sobre la mesa y someter al análisis, y aun al debate, los temas relativos a la comunicación social y al periodismo, en su función de intermediación entre la realidad y la gente, a través de la información. Igualmente importante es que en esa reflexión sobre el periodismo y la comunicación participen activamente los propios periodistas, los comunicadores, actores principales y corresponsables del nivel de atención, cumplimiento y satisfacción del derecho a la información que tienen todos los ciudadanos.
En la amplia agenda de temas relativos a la comunicación existen, desde luego, importantes cuestiones técnicas de indudable interés. Pero nos importa sobre todo poner el énfasis en cuestiones de conducta, que involucran principios y valores, que comprometen responsabilidades morales y éticas de quienes ejercen el periodismo, en el amplio abanico que comprende desde los egresados o pasantes que hacen sus primeras experiencias, hasta los jefes, editores, directores y dueños de los medios de comunicación social. Estas cuestiones son, como el compromiso con la verdad y la búsqueda de la excelencia, las que más incidencia tienen en la calidad de la información, en los contenidos de la prensa, la radio y la televisión, y por ende en la cultura, los usos y costumbres, la calidad del funcionamiento de la democracia y aun la propia convivencia en sociedad.
En tal sentido ya no se discute que calidad periodística y ética no solo no son excluyentes sino que van juntas. Mas aún, no faltan quienes afirmen que hasta el éxito comercial está vinculado a los valores, pues la gente le retirará su adhesión a aquellos medios que mientan, o caigan en la mediocridad, el amarillismo, lo escandaloso o difamatorio. Los medios que no tienen una conducta ética, pierden credibilidad y, con ella, en el corto o mediano plazo, también sus audiencias o lectores, sus avisadores y, finalmente, la propia rentabilidad empresarial.
¿Qué opinan sobre estas ideas los periodistas uruguayos? Es común en ellos tener un gran sentido de responsabilidad profesional y clara conciencia de que el periodismo es uno de los pilares para la formación de la opinión pública. Por tomar un ejemplo actual, en un año intensamente electoral, como lo será el 2009, las ideas de nuestros periodistas sobre la forma de relacionarse con el poder y, a la vez, informar sobre la actividad política de todos los partidos y candidatos, adquiere una especial importancia y significación. Veamos algunas opiniones. Ignacio Álvarez, sin vacilar, sostiene que no debe haber una relación y que, “ser de un partido es incompatible con ser periodista”. El popular Omar Gutiérrez piensa que es importante saber mantener una buena distancia del poder, “conocidos sí, pero ni amigos ni enemigos”. Para Néber Araujo, referente de muchos, esa relación debe ser próxima y distante a la vez, un adecuado equilibrio entre la necesidad de contar con fuentes y el tomar partido. Una idea similar expresó muy gráficamente el recordado Barret Puig, “la relación de un comunicador con el poder es un delicadísimo equilibrio sobre el pretil de la ética.” Danilo Arbilla, por su parte, con una intensa experiencia internacional, cree que se trata de una situación conflictiva, “de cuartos separados”; no obstante, sostiene que el periodista que tenga una posición política debe decirla, pues se lo debe a sus lectores, por más que ello afecte su credibilidad. Por ello los periodistas deben reclamarse “decencia y honestidad.” Las tentaciones son muchas. También deben demostrar entereza, pues, como lo ha señalado Tomas Linn, a los gobiernos, aun hoy, “les gusta cobrarle la cuenta al mensajero y no al mensaje.”
Yo me atrevo a decir – especialmente después del libro de Margarita Héguy, Así piensan 30 periodistas uruguayos-, que la enorme mayoría de nuestros periodistas comparten estas ideas y un deseo profundo de mantenerse independientes. Porque, tal como allí lo expresa Víctor Hugo Morales, “lo que llamamos periodismo deja de serlo cuando se defienden otros intereses no confesados.”
De ahí que podamos afirmar que, en referencia a la relación entre el periodismo y el poder político, existe en nuestro país, en el pensamiento de sus comunicadores, la base de una doctrina nuestra, nacional, entendiendo por tal un conjunto de ideas, criterios y normas de conducta generalmente admitidos, sustentados con convicción por excelentes periodistas uruguayos, avalados por trayectorias importantes, reconocidos por el público, respetados y valorados por sus propios colegas. Ese conjunto de pensamientos, reflexiones y opiniones sobre la relación entre su profesión y el poder político, podemos resumirla en la acertada síntesis de Jorge Traverso, “el periodismo y el poder no caminan por la misma senda”. Como él, pienso que eso es lo aconsejable. Para bien del periodismo, sin duda, pero también de la política.
Es necesario poner sobre la mesa y someter al análisis, y aun al debate, los temas relativos a la comunicación social y al periodismo, en su función de intermediación entre la realidad y la gente, a través de la información. Igualmente importante es que en esa reflexión sobre el periodismo y la comunicación participen activamente los propios periodistas, los comunicadores, actores principales y corresponsables del nivel de atención, cumplimiento y satisfacción del derecho a la información que tienen todos los ciudadanos.
En la amplia agenda de temas relativos a la comunicación existen, desde luego, importantes cuestiones técnicas de indudable interés. Pero nos importa sobre todo poner el énfasis en cuestiones de conducta, que involucran principios y valores, que comprometen responsabilidades morales y éticas de quienes ejercen el periodismo, en el amplio abanico que comprende desde los egresados o pasantes que hacen sus primeras experiencias, hasta los jefes, editores, directores y dueños de los medios de comunicación social. Estas cuestiones son, como el compromiso con la verdad y la búsqueda de la excelencia, las que más incidencia tienen en la calidad de la información, en los contenidos de la prensa, la radio y la televisión, y por ende en la cultura, los usos y costumbres, la calidad del funcionamiento de la democracia y aun la propia convivencia en sociedad.
En tal sentido ya no se discute que calidad periodística y ética no solo no son excluyentes sino que van juntas. Mas aún, no faltan quienes afirmen que hasta el éxito comercial está vinculado a los valores, pues la gente le retirará su adhesión a aquellos medios que mientan, o caigan en la mediocridad, el amarillismo, lo escandaloso o difamatorio. Los medios que no tienen una conducta ética, pierden credibilidad y, con ella, en el corto o mediano plazo, también sus audiencias o lectores, sus avisadores y, finalmente, la propia rentabilidad empresarial.
¿Qué opinan sobre estas ideas los periodistas uruguayos? Es común en ellos tener un gran sentido de responsabilidad profesional y clara conciencia de que el periodismo es uno de los pilares para la formación de la opinión pública. Por tomar un ejemplo actual, en un año intensamente electoral, como lo será el 2009, las ideas de nuestros periodistas sobre la forma de relacionarse con el poder y, a la vez, informar sobre la actividad política de todos los partidos y candidatos, adquiere una especial importancia y significación. Veamos algunas opiniones. Ignacio Álvarez, sin vacilar, sostiene que no debe haber una relación y que, “ser de un partido es incompatible con ser periodista”. El popular Omar Gutiérrez piensa que es importante saber mantener una buena distancia del poder, “conocidos sí, pero ni amigos ni enemigos”. Para Néber Araujo, referente de muchos, esa relación debe ser próxima y distante a la vez, un adecuado equilibrio entre la necesidad de contar con fuentes y el tomar partido. Una idea similar expresó muy gráficamente el recordado Barret Puig, “la relación de un comunicador con el poder es un delicadísimo equilibrio sobre el pretil de la ética.” Danilo Arbilla, por su parte, con una intensa experiencia internacional, cree que se trata de una situación conflictiva, “de cuartos separados”; no obstante, sostiene que el periodista que tenga una posición política debe decirla, pues se lo debe a sus lectores, por más que ello afecte su credibilidad. Por ello los periodistas deben reclamarse “decencia y honestidad.” Las tentaciones son muchas. También deben demostrar entereza, pues, como lo ha señalado Tomas Linn, a los gobiernos, aun hoy, “les gusta cobrarle la cuenta al mensajero y no al mensaje.”
Yo me atrevo a decir – especialmente después del libro de Margarita Héguy, Así piensan 30 periodistas uruguayos-, que la enorme mayoría de nuestros periodistas comparten estas ideas y un deseo profundo de mantenerse independientes. Porque, tal como allí lo expresa Víctor Hugo Morales, “lo que llamamos periodismo deja de serlo cuando se defienden otros intereses no confesados.”
De ahí que podamos afirmar que, en referencia a la relación entre el periodismo y el poder político, existe en nuestro país, en el pensamiento de sus comunicadores, la base de una doctrina nuestra, nacional, entendiendo por tal un conjunto de ideas, criterios y normas de conducta generalmente admitidos, sustentados con convicción por excelentes periodistas uruguayos, avalados por trayectorias importantes, reconocidos por el público, respetados y valorados por sus propios colegas. Ese conjunto de pensamientos, reflexiones y opiniones sobre la relación entre su profesión y el poder político, podemos resumirla en la acertada síntesis de Jorge Traverso, “el periodismo y el poder no caminan por la misma senda”. Como él, pienso que eso es lo aconsejable. Para bien del periodismo, sin duda, pero también de la política.
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