EL REINO DEL REVES

Eduardo Héguy Terra

Los enfermeros y administrativos del hospital de Clínicas desobedecen las instrucciones de los médicos e imponen criterios sindicales para regular el ingreso de los pacientes al CTI. Es el reino del revés. La ministra de salud pública, llamada al parlamento por el diputado Jorge Gandini para explicar los hechos ocurridos en el hospital Maciel, elude el tema central de la convocatoria. Los funcionarios del INAU fijan cupos y rechazan los menores que envía la justicia para su internación. El Tribunal de Cuentas ignorado sistemáticamente. Ediles honorarios, pero que tienen ingresos, pese a la Constitución. Ese es el reino del revés.
Cuando se hace una reforma de la educación que tiende más a proteger los intereses de los docentes que la calidad de la educación, es el reino del revés. Cuando corren ríos de tinta sobre sensibilidad social pero pasan los años y crecen los asentamientos marginales, o cuando se aprueban decretos que consagran como extensión del derecho de huelga la facultad de ocupar las empresas, violando el derecho de propiedad de sus legítimos dueños, estamos en el reino del revés. Cuando se utiliza la huelga, no como el último recurso que debe ser, solo aplicable cuando han fracasado el diálogo y la negociación entre partes, sino como un arma que se esgrime antes aún de conocerse la índole de los reclamos, y todo ello es llevado a la práctica por dirigentes sindicales marxistas, fogoneros de la discordia, comprometidos políticamente con el Frente Amplio, estamos en el reino del revés. Los roles se mezclan e invierten peligrosamente y, sin embargo, nos resignamos, en silencio. Y así, la calidad de vida en sociedad se va deteriorando paulatinamente, día tras día, hacia el ocaso.
Cuando se acepta que la disciplina propia del instituto policial pueda ser afectada por la injerencia sindical, y se llega a cuestionar por parte de algunos subalternos las decisiones de los superiores, estamos en el reino del revés. Si seguimos así pronto las órdenes de un general quedarán en suspenso a la espera de lo que resuelva una mesa sindical. Total, todo es posible en el reino del revés.
Cuando los integrantes de la fórmula del Frente Amplio, senadores José Mujica y Danilo Astori, como parte de su marketing electoral, solicitan ser recibidos por el presidente Lula, y la visita de alto nivel culmina pidiendo chapas y manifestando la conveniencia para Uruguay de alinearse con Brasil, sin referirse a los bloqueos comerciales en el Mercosur o a la falta de solidaridad con nuestro país en el conflicto con Argentina, estamos en el reino del revés. No es bueno jugar la elección nacional en el exterior, pero ya que así se encara, no está claro porque, dadas las explicitas afinidades ideológicas, no se incluyen, en esa suerte de gira para ingenuos, a Hugo Chávez, Fidel Castro, Evo Morales o Correa.
En el reino del revés no sorprende que se abran salas de juego en todo el país y, al mismo tiempo, se exprese preocupación por los ludópatas; o que se realicen campañas de seguridad en el tránsito y, al mismo tiempo, nada se haga para erradicar los miles de carros de basura que recorren Montevideo en anárquico deambular. Ni sorprende, tampoco, que existan legisladores que nada saben de leyes, cargos diplomáticos ocupados por quienes no lo son, ministros carentes de atributos para el cargo; o periodistas oficialistas que proponen prohibir las noticias policiales. Todo vale, en el reino del revés.
Nosotros, en cambio, queremos un país en paz, con trabajo y seguridad; en el que, quien mas sabe, sea respetado y reconocido. Un país donde se premien los talentos y las virtudes y donde el mérito y la búsqueda de la excelencia constituyan pilares del desarrollo integral de la sociedad. Un país en el cual el funcionario sea para la función y no al revés. Un país donde se comprenda que la justicia es ciega pero no tuerta y que, cuando tarda, es cada vez menos justicia. Un país donde hablar mal no se constituya en insólito recurso proselitista; donde la honestidad sea más que un eslogan y la unidad no sea tan solo una utopía. Un país en el cual el respeto a la vida, a los valores, a la nobleza de espíritu, a la cultura y a la familia, no sea motivo de discusión. Un país donde los victimarios, travestidos en maestros del engaño, no luzcan como víctimas. Un país jugado al bien común, a la buena fe, a la solidaridad e integración de obreros y empresarios, sin lucha de clases, para que el Uruguay sea más próspero y sus habitantes mas dignos y menos pobres. Queremos una patria sin odios. Una patria en la que se hable menos y se haga mas; y en la cual, en lugar de presionarlo y manipularlo, se respete al periodismo. No queremos un reino del revés en el que predominen mediocres y resentidos, y en el que el doble discurso, la viveza y la picardía conduzcan al poder. Afortunadamente, con nuestro voto podemos ayudar a corregir el rumbo. En octubre y en noviembre.

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