CUANDO EL DELITO ES NOTICIA
Eduardo Héguy Terra
Es tanto lo que se ha dicho y escrito sobre la seguridad, o más bien la falta de ella, que uno empieza a tener la sensación de fatiga o saturación, tanta como la impotencia que colma la paciencia de los ciudadanos. Sin embargo, no podemos y no queremos desistir de nuestra responsabilidad. Es necesario seguir ocupándonos de estos problemas, que están lejos de solucionarse y que se cuentan entre los más importantes que afligen a nuestro querido país.
Cuando, desde el gobierno, se acusa a los medios de comunicación de exagerar deliberadamente la importancia de las noticias policiales, en una suerte de conspiración mediática para sembrar “el terror”, no solo se incurre en un grueso error, solo explicable – pero no justificable – por un mal cálculo político o por incomprensible desconocimiento de los abundantes antecedentes que nos ofrece la prensa uruguaya de todos los tiempos, sino que, también, se perpetra una grave injusticia contra la prensa nacional. Siempre se le ha dado importancia a la agenda policial. De acuerdo al ADN de cada medio, siempre se informó sobre los hechos policiales, en unos con mas destaque que en otros. Quienes recuerdan a El Diario de la noche, y a sus legendarios cronistas policiales – al que tuve el gusto de dirigir por casi diez años – saben bien a que me refiero. Parece evidente que la Ministra Daisy Tourné, no se encuentra entre los memoriosos.
Quienes fundaron la democracia estadounidense – Adams, Franklin, Washington -, pensaban que no era posible su adecuado funcionamiento sin ciudadanos bien informados. Y que esa era, precisamente, la función de la prensa. Luis María Ansón, distinguido director por varios años del diario ABC de Madrid, lo expresa diciendo que el periodista es simplemente el administrador de un derecho ajeno, el derecho a la información del que son titulares los ciudadanos. Debe esforzarse por comprender esto, señora Ministra, porque es clave, y hace a la sustancia misma de la vida democrática.
Los buenos periodistas, que son muchos, no organizan conspiraciones. No actúan para perjudicarla, señora Ministra; investigan, escriben, hablan, informan, para servir a la ciudadanía, en temas que son de interés general. Los graves problemas de seguridad a usted le conciernen en tanto y cuanto asumió – y por tanto se consideró capaz de hacerlo - la enorme responsabilidad de combatir al delito, prevenirlo y reprimir a los delincuentes, rehabilitar a los presos y mejorar la seguridad en el país. Las ineficiencias de la gestión no se disimulan con agresiones verbales u otros arabescos retóricos, a lo mejor aprendidos en largos años de militancia. Nada es contra usted como persona. Recuerdo perfectamente la afectuosa acogida que tuvo su designación por dirigentes de todos los partidos. Pero debe hacerse cargo. O renunciar.
Hace poco la escuchamos decir que, pese a las críticas que recibe de la oposición, no se le han hecho llegar propuestas concretas. Creo que no es asi. Sabemos que el senador Jorge Larrañaga le propuso al gobierno la utilización de edificios del Ministerio de Defensa Nacional para aumentar la desbordada capacidad carcelaria y mitigar el hacinamiento y las inhumanas condiciones de reclusión. Y, no hace mucho, el doctor Pedro Bordaberry le hizo llegar al Poder Ejecutivo un conjunto de 50 medidas tendentes a mejorar la seguridad pública. De manera que propuestas hubo, aunque no hayan sido del agrado de la ministra Tourné.
Por nuestra parte queremos expresar algunas ideas, muy generales, que hemos recogido a través de la experiencia propia y ajena. La primera, señora ministra, de absoluta prioridad, es que haga más cárceles. ¿No es esto obvio? La policía no ha sido tan ineficiente, desde el momento en que cada vez hay más reclusos. Y es evidente que no se dan las condiciones penitenciarias que hagan posible la recuperación de los delincuentes y su reinserción en la comunidad. Es urgente hacer cárceles, en las cuales se eduque, se trabaje y se aprenda a convivir. Tantas como sean necesarias, ya sea nuevas o adaptando a esos fines algunos de los numerosos inmuebles de propiedad del Estado. Si no se actúa con determinación, muchos – demasiados - volverán a delinquir e iremos de mal en peor.
En segundo lugar, designe más y mejores policías. Para prevenir y reprimir ¿Qué faltan recursos? Pues trasladen soldados al Ministerio del Interior. ¿Cómo es posible que demos seguridad en el Congo y en Haití y no lo hagamos en nuestro propio país? Pero también selecciónelos y prepárelos mejor, equípelos adecuadamente y págueles más.
En tercer lugar, señora ministra, convoque ya a todos los partidos políticos a fin de acordar una política de Estado en materia de seguridad ciudadana. Pero, por sobre todas las cosas, deje de lado el enojo y, con humildad, aplique su larga experiencia política a buscar apoyos y construir consensos. La gente, estoy convencido, se lo agradecerá.
Es tanto lo que se ha dicho y escrito sobre la seguridad, o más bien la falta de ella, que uno empieza a tener la sensación de fatiga o saturación, tanta como la impotencia que colma la paciencia de los ciudadanos. Sin embargo, no podemos y no queremos desistir de nuestra responsabilidad. Es necesario seguir ocupándonos de estos problemas, que están lejos de solucionarse y que se cuentan entre los más importantes que afligen a nuestro querido país.
Cuando, desde el gobierno, se acusa a los medios de comunicación de exagerar deliberadamente la importancia de las noticias policiales, en una suerte de conspiración mediática para sembrar “el terror”, no solo se incurre en un grueso error, solo explicable – pero no justificable – por un mal cálculo político o por incomprensible desconocimiento de los abundantes antecedentes que nos ofrece la prensa uruguaya de todos los tiempos, sino que, también, se perpetra una grave injusticia contra la prensa nacional. Siempre se le ha dado importancia a la agenda policial. De acuerdo al ADN de cada medio, siempre se informó sobre los hechos policiales, en unos con mas destaque que en otros. Quienes recuerdan a El Diario de la noche, y a sus legendarios cronistas policiales – al que tuve el gusto de dirigir por casi diez años – saben bien a que me refiero. Parece evidente que la Ministra Daisy Tourné, no se encuentra entre los memoriosos.
Quienes fundaron la democracia estadounidense – Adams, Franklin, Washington -, pensaban que no era posible su adecuado funcionamiento sin ciudadanos bien informados. Y que esa era, precisamente, la función de la prensa. Luis María Ansón, distinguido director por varios años del diario ABC de Madrid, lo expresa diciendo que el periodista es simplemente el administrador de un derecho ajeno, el derecho a la información del que son titulares los ciudadanos. Debe esforzarse por comprender esto, señora Ministra, porque es clave, y hace a la sustancia misma de la vida democrática.
Los buenos periodistas, que son muchos, no organizan conspiraciones. No actúan para perjudicarla, señora Ministra; investigan, escriben, hablan, informan, para servir a la ciudadanía, en temas que son de interés general. Los graves problemas de seguridad a usted le conciernen en tanto y cuanto asumió – y por tanto se consideró capaz de hacerlo - la enorme responsabilidad de combatir al delito, prevenirlo y reprimir a los delincuentes, rehabilitar a los presos y mejorar la seguridad en el país. Las ineficiencias de la gestión no se disimulan con agresiones verbales u otros arabescos retóricos, a lo mejor aprendidos en largos años de militancia. Nada es contra usted como persona. Recuerdo perfectamente la afectuosa acogida que tuvo su designación por dirigentes de todos los partidos. Pero debe hacerse cargo. O renunciar.
Hace poco la escuchamos decir que, pese a las críticas que recibe de la oposición, no se le han hecho llegar propuestas concretas. Creo que no es asi. Sabemos que el senador Jorge Larrañaga le propuso al gobierno la utilización de edificios del Ministerio de Defensa Nacional para aumentar la desbordada capacidad carcelaria y mitigar el hacinamiento y las inhumanas condiciones de reclusión. Y, no hace mucho, el doctor Pedro Bordaberry le hizo llegar al Poder Ejecutivo un conjunto de 50 medidas tendentes a mejorar la seguridad pública. De manera que propuestas hubo, aunque no hayan sido del agrado de la ministra Tourné.
Por nuestra parte queremos expresar algunas ideas, muy generales, que hemos recogido a través de la experiencia propia y ajena. La primera, señora ministra, de absoluta prioridad, es que haga más cárceles. ¿No es esto obvio? La policía no ha sido tan ineficiente, desde el momento en que cada vez hay más reclusos. Y es evidente que no se dan las condiciones penitenciarias que hagan posible la recuperación de los delincuentes y su reinserción en la comunidad. Es urgente hacer cárceles, en las cuales se eduque, se trabaje y se aprenda a convivir. Tantas como sean necesarias, ya sea nuevas o adaptando a esos fines algunos de los numerosos inmuebles de propiedad del Estado. Si no se actúa con determinación, muchos – demasiados - volverán a delinquir e iremos de mal en peor.
En segundo lugar, designe más y mejores policías. Para prevenir y reprimir ¿Qué faltan recursos? Pues trasladen soldados al Ministerio del Interior. ¿Cómo es posible que demos seguridad en el Congo y en Haití y no lo hagamos en nuestro propio país? Pero también selecciónelos y prepárelos mejor, equípelos adecuadamente y págueles más.
En tercer lugar, señora ministra, convoque ya a todos los partidos políticos a fin de acordar una política de Estado en materia de seguridad ciudadana. Pero, por sobre todas las cosas, deje de lado el enojo y, con humildad, aplique su larga experiencia política a buscar apoyos y construir consensos. La gente, estoy convencido, se lo agradecerá.
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