VAZQUEZ SE VA Y ASTORI NO ALCANZA

Eduardo Héguy Terra

Las declaraciones de José Mujica al diario argentino La Nación, así como sus reflexiones recogidas en Pepe Coloquios, el libro de Alfredo García, redactor responsable del semanario frenteamplista Voces, se constituyeron en noticia en una campaña signada por las reiteradas sorpresas y sobresaltos que, semana tras semana, nos ofrecen los candidatos de los partidos hoy mayoritarios. Si fuera del caso otorgar un galardón al despropósito oral sin duda lo ganaría, por fallo unánime, el candidato frenteamplista. Hasta el presidente Tabaré Vázquez, quizás sintiendo que cuestionaban al gobierno desde sus propias filas, reaccionó y puso freno al inoportuno desborde, con lapidario calificativo llamado a perdurar tanto como el “porqué no te callas” del rey Juan Carlos a Hugo Chávez.
El arrepentimiento táctico de José Mujica, no encontró mejor ocurrencia que la ya habitual de trasladar sus culpas al periodista. Su maniobra chocó con unos comunicadores pertrechados con las correspondientes grabaciones. Luego, ante la firme arremetida presidencial, quizás pensando en sus dichos sobre la inversión de Portucel, la custodia presidencial o el Partido Socialista, y sin poder negar la autenticidad de lo publicado, por más que lamentara su inoportunidad, Mujica optó por reconocer que había incurrido en algunas estupideces y lastimado innecesariamente a varios compañeros.
La importancia de los temas y la reacción de Vázquez, hacen pensar que muchas de las afirmaciones del ex ministro no son estupideces. No lo es, por cierto, su descreimiento de la justicia, ni su idea de que la propiedad de la tierra sea del Estado, que se agrega a la igualmente nefasta de considerar la ocupación de empresas como una prolongación del derecho de huelga. Tampoco lo son afirmaciones tales como que la prometida reforma del Estado ha fracasado, que el personalismo de los presidentes afectó al país en la defensa de la planta de Botnia, o que en este gobierno, “no hubo política con los milicos”. Importa su pensamiento.
Mujica, como es notorio, tiene un pasado tupamaro, de extrema violencia contra las instituciones democráticas. Y si bien fue amnistiado, dada la trascendencia del cargo para el cual se postula, mucho nos importa su opinión actual sobre aquellos trágicos hechos. Porque ello refiere a nuestro futuro. Es sabido que no hay perdón sin arrepentimiento.
También interesa conocer sus puntos de vista sobre el caso Bengoa y los casinos municipales, la empresa de limpieza del Hospital Maciel, los negocios con Venezuela, las compras directas de automóviles en el ministerio del Interior, el manejo de los fondos de Naciones Unidas por las misiones de paz, la gestión de Pluna por Leadgate y la compra de aviones canadienses con la garantía del Estado uruguayo por 178 millones de dólares; el emprendimiento de ALUR y la cuestionada compra de Texaco; la situación del Hospital de Clínicas y, por sus implicancias ideológicas, la negativa del MSP a un sanatorio privado para importar un PET para la detección precoz del cáncer. De igual trascendencia es conocer el respeto del candidato a la libertad de prensa, y su visión acerca de la enseñanza, la aprobación del Parlamento Latinoamericano que jaquea nuestra soberanía, el crónico déficit del comercio exterior y el aumento de la deuda externa, que supera ya los 18 mil millones de dólares, la reforma tributaria con el IRPF y el IASS, la política energética, la actividad pesquera, la industria lechera o el precio de las naftas. Y sus soluciones en materia de seguridad pública y la emergencia humanitaria en que se encuentran los presos, la política de salud, la lucha contra la pobreza o el drama de la niñez desvalida y los asentamientos marginales. Y no olvidamos, por cierto, su anunciado propósito de reformar la Constitución, ni el aumento del número de funcionarios públicos, al igual que el antecedente del MPP gobernando Montevideo, con las patentes más altas del país, con ingresos que superan el millón de dólares diarios y la peor recolección de residuos, incluido el desastre de los miles de hurgadores recorriendo la ciudad.
Por todo ello, y mucho más, en el poco tiempo que falta, la atención debe centrarse en esclarecer el verdadero pensamiento de José Mujica. En nada ayudan a ese propósito su lenguaje falto de claridad, ni las afirmaciones frecuentemente contradichas por el mismo candidato, una y otra vez. “Como te digo una cosa te digo la otra”, ya no es motivo de risa, sino de enorme preocupación, porque abona la ambigüedad de su pensamiento, ayuda a disimular intenciones y a eludir compromisos ante la ciudadanía. No deben ser pocos los frenteamplistas inquietos por estas incertidumbres. Vázquez se va y Astori no alcanza. A tan solo quince días de las elecciones, para ayudarnos, en términos socráticos, a parir la verdad sobre lo que nos espera si gana Mujica, nada mejor que un debate con Luis Alberto Lacalle. Mano a mano y con agenda abierta.

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