REFLEXIONES PARA EL CAMBIO

Eduardo Héguy Terra

El verano es tiempo propicio para la lectura y la reflexión. También para ir al encuentro de varias interrogantes relativas a la mejor organización de nuestra sociedad. Algunas de ellas me han parecido lo suficientemente importantes y actuales como para compartirlas con ustedes, estimados lectores. Tal vez, en su sinsentido, encontremos un motivo de apelación y rebeldía.
Así, por ejemplo, cabe preguntar ¿por qué los partidos políticos no han logrado, en los grandes temas, acordar políticas nacionales o de Estado, como, por ejemplo, una gran ley de promoción de la familia? ¿Por qué sus representantes en el Parlamento, cuando ya hay más de 18 mil leyes, aun no han aprobado una ley de partidos políticos que, entre otras cosas, dé transparencia a sus finanzas? ¿Por qué se confunde laicidad con laicismo, negando la enseñanza de las religiones en el sistema público, con lo cual se pretende ignorar la dimensión espiritual del ser humano, en único y exclusivo beneficio de quienes niegan la existencia de Dios? ¿Cuál es el propósito de qué se insista en promover el enfrentamiento de clases sociales, en lugar de construir convivencia a partir de la colaboración entre empleadores y trabajadores en el ámbito integrador de la empresa? ¿Porqué los candidatos a las internas rehúyen debatir ideas?
En la Universidad de la República ¿cuál es la razón por la cual se ha negado siempre, y se niega aún hoy, a considerar el pago de una matrícula razonable, incluso subsidiando a quienes no puedan solventarla, cuando es evidente que muchos pueden pagar? ¿Pueden ser gratuitas carreras que están saturadas? ¿Y los graduados que se van, con la consiguiente pérdida para el país? A propósito ¿cuáles son las prioridades de la Universidad de la República, cuando se destinan más de doscientos mil dólares a la compra de butacas para el Paraninfo?
Hay muchas otras situaciones que perduran sin explicación convincente. ¿Cuál es la razón de que se sigan manteniendo ociosos miles de soldados, a la espera de una guerra imposible, y no se transfieren esos hombres a la Policía, que tanto los necesita? ¿No es esa, acaso, una mala manera de administrar recursos, en un país con agudos problemas de seguridad? Por otra parte ¿qué sentido tiene emplear las Fuerzas Armadas uruguayas para otorgar seguridad en lugares tan remotos como el Congo o Haití, y, al mismo tiempo, impedir su aporte a la seguridad interna de nuestro propio país? Finalmente, ¿por qué no se construyen cárceles adecuadas y suficientes, que en verdad permitan la rehabilitación de los delincuentes?
Las pequeñas cosas ilustran muy bien sobre los criterios y la eficiencia de una Administración. ¿Por qué en el BPS de la calle Colonia,- que maneja miles de millones de pesos-, las veredas están rotas, lo que constituye un peligro para las personas de edad, los ascensores no funcionan, las escaleras están oscuras y los alrededores albergan a vendedores informales y a otros extraños personajes, sin la necesaria presencia policial preventiva?
La ciudad, ese ámbito urbano en el cual transcurre buena parte de nuestra vida, puede ser hostil o amigable. ¿Cómo se permite la invasión de las veredas de 18 de julio por parte de tantos puestos de venta, con claro perjuicio para los comercios allí establecidos y dificultad para los transeúntes, propiciando un clima de inseguridad más que evidente, que tanto mal le hace a la capital? Y además, ¿por qué se mantiene un sistema de recolección de residuos que descansa en un ejército de miles de hurgadores informales, integrado por muchos menores, sin amparo en las normas laborales y de seguridad social, que se desplaza, sin respeto alguno por el tránsito ni la higiene, en carros tirados por caballos, y que hoy son responsables del 71% de los basurales de Montevideo? ¿No hay un sistema mejor? ¿Por qué en la ciudad no hay basureros ni papeleras suficientes? ¿Si queremos combatir la contaminación ambiental, por qué se insiste con bolsas de plástico y envases no retornables?
Y en el plano del deporte, ¿por qué no se pone límites eficaces y definitivos a los violentos en el fútbol y a quienes los amparan, en defensa del espectáculo y de las familias, que han tenido que dejar de concurrir? Pasan los años y uno se pregunta ¿no hay ideas o falta voluntad? ¿Cuál es la explicación de que el fútbol uruguayo alcance tan buenos resultados en los seleccionados juveniles y, sin embargo, desde hace ya muchos años, eso no ocurra con el seleccionado de mayores?
Como ven, estimados amigos, la lista es larga y su contenido heterogéneo. Pasan los años y los cambios no llegan. Pero no perdamos la esperanza. Creo firmemente que si, entre todos, lográramos resolver positivamente estas cuestiones, la calidad de vida en la sociedad y por tanto nuestro bienestar, mejorarían sustancialmente. Es año de elecciones. De nosotros depende.

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