EDUCACION Y VALORES
Dr. Eduardo
Héguy Terra
Las grandes interrogantes que la vida le
plantea al ser humano no son sobre política, ni sobre economía. Son sobre el
dolor y la muerte. Para ellas, como sobre el sentido último de una fugaz
existencia, solo la religión procura
respuestas profundas y verdaderas. Bien
pensado, causa asombro – o al menos
debería – ver cuan empeñados se
encuentran hombres y mujeres en
cuestiones necesaria e inexorablemente pasajeras. Lo material, siendo
importante para desarrollar una existencia digna, ocupa la mayor parte, cada
vez más excluyente, de nuestras cavilaciones, sueños y desvelos. Y también,
claro, de nuestros fracasos y frustraciones. Y sin embargo, lo espiritual, que
es la realidad que más debería preocuparnos, la más contundente, final y
definitiva, con frecuencia es postergada, subvaluada o dejada de lado. No
obstante, ella es la que debería otorgarle sentido pleno a nuestra vida,
dirección a nuestra conducta, justificación a nuestros mayores esfuerzos y
sacrificios. Es en el plano de lo espiritual y de lo intelectual que se
encuentran radicados los ideales, los valores y los principios. Ese es el mundo
en que se inspiran las pautas éticas y se respira la moral, que deben regir nuestra
conducta y presidir las acciones de los hombres y mujeres de recta conciencia.
Claro que para formar hombres y mujeres
de recta conciencia hace falta una educación que tenga como norte la formación en valores superiores, en
principios e ideales permanentes. Sin
educación de calidad ética, no habrá formación de calidad. Sin ella, para
muchos el fin seguirá justificando los medios. El todo vale, la picardía, la
hipocresía, la viveza, el doble discurso, el te digo una cosa y hago la otra,
la mentira, la verdad a medias, la astucia y la mala fe, se extenderán y
dominarán, por amplio margen, el escenario social, económico y político de
nuestra comunidad. Lo material como bien supremo a alcanzar, el poder por el
poder mismo, sin importar como ni a qué precio, prevalecerán sobre el interés
general. Los hombres y las mujeres no serán medidos por su rectitud, talento y
virtudes, sino por su eficacia a la hora de dominar, apropiarse y conquistar el
poder, a como de lugar.
No obstante siempre será verdad incontrastable
que, como lo expresó La Rochefoucauld, la gloria de los hombres se ha de medir
siempre por los medios de que se han servido para obtenerla. Por más que en el
aquí y ahora miremos a nuestro alrededor y veamos que no es así. La respuesta correcta
a este crucial dilema, reiterémoslo, radica en contar con una buena educación.
Tanto pública como privada. A todos los niveles y a todas las edades. Esta es
la gran batalla a librar. Con todas las energías y con el mayor empeño y
responsabilidad. Formar buenos docentes, que tengan capacidad de entrega,
talento y una firme vocación por la docencia. No es tarea fácil, pero tampoco
es imposible. Ahí están los ejemplos de Los Pinos y el Jubilar, entre tantos
otros al servicio del bien común que predicó Jacques Maritain. Buena cosa es
recaudar fondos para fortalecerlos y para avanzar en nuevos emprendimientos. Extender
y mejorar la educación siempre, en todas las edades y en todos los estratos
sociales. No en vano en Egipto, cuenta Bossuet, se llamaba a las bibliotecas el tesoro de los
remedios del alma, pues se curaba en ellas de la ignorancia, la más peligrosa
de las enfermedades y el origen de todas las demás.
También es una enfermedad peligrosa la
indiferencia. El egoísmo de quienes se sienten satisfechos y creen estar a salvo, porque piensan que el
deterioro de buena parte de la sociedad
no les concierne y no alcanzará sus
vidas. Pero se equivocan. El Uruguay debe resolver con urgencia el grave
problema de una enseñanza pública caracterizada por el ausentismo, altas tasas
de repetición, pésimos resultados en las
evaluaciones comparables internacionalmente, que hoy muestra que más del 90% de
los alumnos de primer año de Ingeniería no alcanzan los niveles mínimos
requeridos por la Universidad. Nuestro querido país no se merece una enseñanza
pública en la cual mandan los sindicatos y los docentes se niegan a ser
evaluados sistemáticamente y asignados a distintos centros educativos en
función de sus capacidades y rendimientos. Una enseñanza en la cual se ha
olvidado que el funcionario está para la función y no la función al servicio
del funcionario. Sea cual fuere su color político u orientación ideológica.
Mejorar la educación, esa es la cuestión. En ello nos va el futuro. Pero no
cualquier educación, sino una que haga centro en los valores superiores del
espíritu. Una educación que tenga como norte la excelencia y como razón de ser
el respeto a las personas y a la familia, el sentido del deber y la búsqueda permanente de la verdad.
Y por supuesto que en ese esfuerzo
colectivo para recuperar y elevar los niveles de nuestro sistema educativo, se
debe revalorizar y apoyar también al sector privado de enseñanza, a los
colegios y universidades privadas del Uruguay, que tanto han hecho y tanto hacen
para
lograr la mejor formación de nuestra juventud y un mejor destino para
nuestra patria. Como prensa libre sentimos que debemos dar cuerpo y voz a sus reclamos,
para que cese toda injusta discriminación.
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