ESCÁNDALO EN LA BBC

Dr. Eduardo Héguy Terra

El periodismo de investigación, también llamado periodismo de denuncia, adquirió gran relevancia a partir del papel que le cupo al Washington Post en el escándalo de espionaje sobre las oficinas del partido Demócrata en el edificio Watergate, en la capital de los Estados Unidos, que le costó la presidencia al republicano Richard Nixon. Ese episodio marca un hito en la historia del periodismo político norteamericano de la segunda mitad del siglo XX, y se convierte en un paradigma de la investigación periodística. Tal ha sido su impacto que el sufijo “gate” pasó a acompañar desde entonces la denominación que se le da a muchos de los grandes escándalos políticos. Por eso se habla hoy del “Plunagate” entre nosotros.
Este tipo de periodismo puede aportar, en las sociedades democráticas, positivos elementos de contralor de la actividad gubernamental. Pero, al mismo tiempo, el incursionar en esta modalidad requiere de mucha capacidad profesional y de una gran prudencia editorial, pues conlleva diversos riesgos y una muy significativa cuota de responsabilidad. Y de esto es muestra elocuente el escándalo que está protagonizando en estos días la BBC (British Broadcasting Corporation) en el Reino Unido.
La BBC, con sede en Londres, que nace en 1922, tiene un enorme prestigio en todo el mundo. Se trata de un servicio público de comunicación, un enorme consorcio multimedia (televisión, radio, internet) que cuenta con 23 mil empleados y que se maneja con independencia del poder político. Se financia con un canon o licencia que se fija anualmente por el gobierno británico, en acuerdo con el Parlamento, y que pagan todos los hogares, empresas u organizaciones que tienen un equipo receptor. Pues bien, este gigante de las comunicaciones, como consecuencia del mal manejo de la información, fue sacudido por un escándalo de grandes proporciones que lo tiene no ya como denunciante sino como principal responsable y protagonista.
Dos son los temas que lo afectan. Por un lado, una investigación reveló que una antigua estrella de la BBC, Jimmy Savile – quien falleció el año pasado a la edad de 84 años – fue un abusador sexual prolífico, al punto que se dice son más de 300 las mujeres involucradas. El caso es que si bien la BBC omitio publicar esa información,  ella fue revelada por su competencia, la cadena privada ITV, con los efectos devastadores que es dado imaginar. El segundo tema que golpea duramente a la BBC, y que ha forzado una serie de renuncias, es consecuencia de un mal trabajo de investigación periodística, que culmina con la difusión publica de falsas acusaciones de pederastia, supuestamente ocurridas en Gales en las décadas de los 70 y los 80, contra un político conservador, quien resultó por completo inocente de tal imputación. Una vergüenza.
Como consecuencia de ello renunció, en primer lugar, el flamante director general de la BBC, George Entwistle, con 50 años en la emisora, quien había asumido el cargo recién el pasado mes de setiembre. Cuando compareció ante el Comité de Cultura de la Cámara de los Comunes, los parlamentarios quedaron sorprendidos por la lamentable falta de curiosidad e implicación del director, quien manifestó no haber visto el reportaje en cuestión antes de su emisión. Tras ejercer la dirección por 54 días, Entwistle se fue la semana pasada reconociendo que “lo mas honorable que podía hacer era renunciar”. Tiene razón. Lo suyo fue algo más que un papelón.
El programa que hizo las falsas acusaciones es, nada menos que Newsnight, el principal programa de noticias de la BBC. Por ello tuvo la repercusión que tuvo y que llevó a la cadena británica a reconocer públicamente que “no deberíamos haber emitido un contenido que estaba tan erróneo en esencia (…) lo que sucedió aquí es completamente inaceptable.”
Desde luego que el episodio afectó severamente la confianza, la credibilidad y la reputación de la BBC. El buen nombre de los involucrados injustamente, pero también la ética profesional de la emisora, exigen reparación. No se puede hacer la vista gorda. Ello explica que se sumen las renuncias de otros altos mandos de la cadena y que se suspendieran programas de investigación. El director de ese sector, Peter Rippon,  asumió la responsabilidad y dejo su cargo. También lo hicieron, el lunes pasado, la directora de BBC News, Helen Boaden y el sub director Steve Mitchell, para permitir atender la “falta de claridad alrededor de la cadena de mando editorial.” Dura lección para la emisora.

El periodismo de investigación, por lo común vinculado a la política, informa sobre situaciones muy delicadas. En ello está involucrada la libertad de prensa, pero también la idoneidad profesional, la responsabilidad y el sentido del deber de los comunicadores. Por ello en toda investigación lo primero es atenerse a los hechos demostrados, y ofrecer a los acusados la oportunidad de ejercer su defensa ante la opinión publica. Si la buena fe  se pierde y se cae en la manipulación informativa o la mentira, estaremos ante un mal mucho mayor al que se pretende denunciar. Podríamos asistir incluso a un linchamiento público de las reputaciones, sin defensa ni proceso. El periodismo no debe ser herramienta vil al servicio del rating, ni del poder.

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