ZUBIA Y EL DETERIORO DE LA CONVIVENCIA SOCIAL
Dr. Eduardo
Héguy Terra
Hace dos años el entonces fiscal de
adolescentes de 3er. turno doctor Gustavo Zubía, en declaraciones al diario
Últimas Noticias calificaba de “hiper benigno” al Código de la Niñez y la
Adolescencia. En su experta opinión el sistema es tan tolerante con los menores
que estos, con pleno conocimiento, usan y abusan de la extrema benignidad del
sistema legal. Esas formas de delincuencia precoz han provocado el desgaste y la
rotura del tejido social y un terrible daño en las formas civilizadas de
convivencia.
Un ejemplo de ello es el tratamiento
dado por el legislador a la tentativa de
hurto. Si el menor es capturado y se le enjuicia, la única sanción que se le
puede aplicar es la de concurrir al INAU o realizar tareas comunitarias. “El
joven puede llegar a cometer una tentativa de hurto por día durante tres años,
1005 en total, porque el legislador estableció que al detenerlo se lo puede
someter a proceso pero sin imponerle medidas privativas”, explicó Zubía en
aquella entrevista. También expreso preocupación por la situación de los
menores que son delincuentes recurrentes, que no manifiestan ningún
arrepentimiento y que seguirán delinquiendo en el futuro, con las gravísimas
consecuencias que el fracaso del sistema trae aparejadas. Sólo el 2% de los
menores roba por hambre. Muchos ya han hecho de lo ilícito su forma de vida y
se han convertido en “profesionales del delito”. Y no hay una reacción del
legislador adecuada a las circunstancias.
Desde entonces el doctor Zubía no ha vacilado
en llegar a los medios de comunicación para llamar la atención de la opinión
pública sobre estos temas y para alertar a la ciudadanía sobre la necesidad de
cambios. Cambios imprescindibles si es que queremos combatir a la delincuencia
y recuperar la calidad de vida en sociedad, que por tantos años nos caracterizó
en el contexto latinoamericano. A través de periódicos, radios y televisoras, denunció
las fugas de los establecimientos de rehabilitación, la criminal captación de
jóvenes que hacen las bandas de narcotraficantes y las “presiones organizadas”
de allegados a los delincuentes sobre los testigos, no faltando la presentación
de testigos falsos ante la Justicia; pidió la pena máxima de 5 años para el
menor responsable del crimen de La Pasiva; se manifestó partidario de
responsabilizar a los padres por los delitos que cometen sus hijos menores de
edad, aplicándoles el delito de omisión de los deberes inherentes a la patria
potestad; inició gestiones ante diversas autoridades nacionales y municipales
para “fiscalizar y penar a quienes tiran la basura afuera de los contenedores”;
y reclamó, una y otra vez, urgentes ajustes en la legislación penal. Si no
fuera por la audible y fundada voz del fiscal Zubía – como en otros temas la de
otros profesionales que saben de lo que hablan, como es el caso del también
fiscal Enrique Viana en temas ambientales, de la doctora Graciela Bianchi
respecto a la enseñanza, de los
economistas Javier de Haedo y Ernesto Talvi en su compleja especialidad, o del
doctor Alvaro Garcé en cuestiones penitenciarias -, muchas de las llagas sociales avanzarían
amparadas en el silencio y la indiferencia. Mirar para otro lado, no hacerse
cargo, pretender ignorar los problemas, se han convertido en un mal hábito
social.
Hace unos días el ministerio del
interior, aplicando normas jurídicas,
criterios municipales de seguridad vial y sentido común, y atendiendo a un creciente clamor ciudadano,
resolvió desalojar de los semáforos de la capital a los limpiavidrios,
malabaristas y cualquier otra persona que bajo variados pretextos invada la
calzada obstaculizando el libre tránsito de los vehículos, especialmente si
incurren en mendicidad abusiva. No cabe duda que se trata de una medida que
debe ser muy bien recibida por la población. Muchos semáforos se habían
convertido en espacios peligrosos para los conductores, especialmente para las
mujeres, con frecuencia víctimas de robos
y de la prepotencia de inadaptados, algunos de ellos con antecedentes penales. En ese
lamentable paisaje urbano no faltaban las patotas, como era el caso del
semáforo ubicado en el cruce de la avenida Rivera con el bulevar Artigas.
Montevideo, ha dicho Zubía,- ahora
actuando como Fiscal de lo Penal-, “en los últimos años ha sufrido un deterioro profundo de la
convivencia a nivel de calle”, y muchos “estamos cansados” de convivir con inconductas que nos asolan en el día a día.
Estamos ante “una justicia completamente pauperizada” y “peleando esta guerra
con un tenedor.” ¿Qué pasaría si, por contagio de lo que ocurre en otros
países, la gente empezara a manifestarse en las calles, reclamando de viva voz la plena vigencia de
su derecho humano a la seguridad? Habría menos sordos. Después de una prédica
de años, a algunos les molesta la
notoriedad alcanzada por Gustavo Zubía y su buena relación con la prensa. Muy
por el contrario, gracias a ella los medios han podido cumplir mejor con su
responsabilidad social de dar difusión a los temas que en verdad importan a la
vida de la gente. Aunque moleste. Decía Confucio que cuando un dedo muestra una
llaga, solo los necios creen más importante el dedo que la llaga. Así nos va.
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