LIBERTAD DE PRENSA SIN FRONTERAS

Dr. Eduardo Heguy Terra

Muchas veces nos hemos referido en esta columna a la libertad de expresión y comunicación del pensamiento, garantizadas expresamente por la Constitución de la República y diversos tratados internacionales. Hemos señalado reiteradamente que la libertad de prensa es un bien jurídico esencial para salvaguardar el adecuado funcionamiento de la democracia y la transparencia de sus instituciones. Por ello ponemos el énfasis en la necesidad de preservar esos derechos, de vigilar su más pleno desarrollo y de impulsar en nuestra sociedad el cabal conocimiento de su proyección y trascendencia.
Allí donde se quiere silenciar o manipular a la prensa, en rigor se pretende dominar a sus comunidades. Allí donde se coarta la libre expresión del pensamiento, en rigor se procura vulnerar el normal funcionamiento de las instituciones republicanas. Día tras día, a lo largo y a lo ancho del mundo contemporáneo, tenemos episodios de atropellos, censuras, coacciones y amenazas, provenientes del poder.
La organización privada francesa Reporteros sin Fronteras, fundada en 1985, tiene como cometido, precisamente, velar en todo el mundo por el respeto a la libertad de información y al pleno ejercicio del periodismo. El informe de Reporteros sin Fronteras correspondiente al año 2012, actualizado al 2013, en el que se califican 179 países, es considerado por la organización como “un año funesto”, constatándose un panorama “nunca tan sombrío” y un “triste record” de violaciones a la libertad de información. Por eso mismo vale la pena reproducir aquí los datos fundamentales que avalan esos dichos.
Son 90 los periodistas asesinados en un año y ocho en lo que va del 2013. Hay 187 periodistas y 48 informantes presos. En el Día Mundial de la Radio se informó de 18 periodistas radiales asesinados. Las principales causas actuales de ese panorama desolador se encuentran en Siria, Somalia, los talibanes en Pakistán; Honduras, México y Brasil, debido al narcotráfico, y en Colombia por las FARC.  En el informe también se señala que  las nuevas tendencias contra la libertad de información se están dando en el sur de nuestro continente. Muy cerca nuestro. En Uruguay, debemos recordar los reiterados ataques verbales contra la prensa no oficialista por parte de varios gobernantes, entre ellos el propio presidente de la república.
El cuadro de honor de los gobiernos, los diez países mejor calificados actualmente por Reporteros sin Fronteras son, por su orden, Finlandia, Países Bajos, Noruega, Luxemburgo, Andorra, Dinamarca, Liechtenstein, Nueva Zelanda, Islandia y Suecia. En lo que refiere a América Latina y el Caribe, el primero en aparecer es Jamaica, en el número 13, seguido de Costa Rica en el 18 y de Uruguay en el 27. La Argentina, que cayó cinco lugares por los permanentes conflictos del gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner con medios de comunicación  privados, tales como La Nación y el grupo Clarín, recién aparece en el puesto 54. La Bolivia de Evo Morales tiene el lugar 109; la Venezuela de Hugo Chávez, de regreso en su país, figura en el puesto 117; y Ecuador, con el reelecto Rafael Correa como presidente, el 119. Colombia está en el 129 y México en el 153. El peor lugar para un país latinoamericano de la extensa lista, el 171, le corresponde, con toda justicia, a Cuba. La Cuba de los hermanos Castro, una dictadura con más de medio siglo, caracterizada por un partido único, el comunista, y la total ausencia de las libertades de prensa y de información, de expresión y comunicación del pensamiento. Parece mentira que un gobierno con ese negro prontuario sea, aun hoy, referencia y orientación política para una parte muy influyente de las fuerzas políticas  que integran el gobierno frenteamplista que preside José Mujica. Los uruguayos debemos tomar debida nota de ello, para valorarlo como corresponde de cara al futuro.
A pesar de todo, en ese Barómetro,- en el cual figura Irán en el lugar 174-, nuestro país salva con buena nota la medición sobre el respeto a la libertad de información y la actividad periodística. Las limitaciones que puedan existir – y en rigor existen – derivan de la mayor o menor sensibilidad de los protagonistas ante las presiones políticas que, por lo general, se ejercen de manera verbal, pero muy efectiva, y que generan bolsones sombríos de autocensura, o dan lugar a un sometimiento poco digno a la agenda de noticias que se les plantea desde el gobierno. Cada vez son menos los medios con agenda propia diferencial.
Si en lugar de tomar como referencia a Reporteros sin Fronteras utilizáramos los informes de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), o las declaraciones de la Asociación Internacional de Radiodifusión (AIR), o  del Instituto Internacional de la Prensa (IPI), las conclusiones serían casi las mismas: una gran preocupación por la libertad de prensa y por las condiciones en que se ejerce el periodismo. Todas ellas participan de la convicción, que compartimos, de que preservar la libertad de la prensa y combatir la censura, es la mejor manera de salvaguardar la democracia y de prevenir el avance de las tendencias totalitarias, siempre latentes y al acecho.






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