NO PUEDEN VOTARLO

Dr. Eduardo Héguy Terra

Influidas por criterios clásicos, hoy considerados antiguos por muchos y hasta superados, mis reflexiones sobre cuestiones político partidarias de la actualidad pueden  lucir utópicas o irreales, y hasta ingenuas. Es que en otras épocas, no tan lejanas, las afinidades políticas se construían sobre cercanías filosóficas sustanciales y creencias morales idénticas o afines. Pensando de esa forma, me resulta evidente y estoy convencido, por ejemplo, de que la defensa de la vida humana desde la concepción es de mucho mayor rango, importancia y significación que una opinión contraria o favorable a la propiedad privada, social o cooperativa de los medios de producción, que por cierto no carecen de relevancia. Pero la vida es mucho más importante que cualquier otra consideración política.
 De ahí que, pensando en las posibles candidaturas de los partidos de cara a las elecciones de 2014, se presentan a nivel de encuestas bastante definidas las opciones políticas. Tanto en el Partido Colorado, con la de Vamos Uruguay y Pedro Bordaberry; en el Partido Nacional, con Alianza Nacional y Jorge Larrañaga; como la de Tabaré Vazquez, apoyado, con mayor o menor entusiasmo, por todos los sectores del Frente Amplio, pues lo consideran la carta de triunfo en la próxima instancia electoral.  Y bien, el perfil más complejo de definir es el de los votantes frenteamplistas, ya que por mas que el marxismo, bajo distintas formas y con matices, parece ser ampliamente mayoritario, existen otras corrientes de pensamiento provenientes de los partidos tradicionales que,  por ejemplo, no participan de la dictadura del proletariado ni de la propiedad colectiva de los medios de producción.
En ese contexto, se plantea una interrogante no menor respecto a la candidatura de Tabaré Vazquez. Este distinguido médico y ex presidente de la república, se ha manifestado en diversas oportunidades, acertada y categóricamente, contrario a la legislación que despenaliza el aborto, vetada por el durante su gobierno y reiterada en la actual legislatura, hasta convertirla en derecho positivo por el voto de casi todos los legisladores de Frente Amplio. Esto es, en abierta oposición al criterio sostenido por el Vazquez, quien, por medulares razones científicas y filosóficas, es contrario al camino seguido por su fuerza política. Ahora bien, quienes así piensan y así votaron, desconociendo que la vida empieza en la concepción del ser humano y no 12 semanas después, marcan una radical y fundamental discrepancia con el casi seguro candidato en el 2014, discrepancia de tal magnitud que haría imposible elegirlo para representarlos. Se trata de la vida. No pueden votarlo.
Otro tanto ocurre en el tema de la marihuana. Las opiniones del doctor Vazquez son categóricas en cuanto a los daños que el consumo de cannabis ocasiona en la salud de las personas. Impulsado por el gobierno de José Mujica avanza un proyecto tendiente a la autorización de la producción y distribución de la marihuana. De nuevo una incompatibilidad central en un tema de enorme importancia para la sociedad uruguaya. Y otra vez la misma conclusión: es tal la diferencia que todos quienes impulsan el consumo de la marihuana, no pueden votarlo.
Tabaré Vazquez tuvo que soportar durante su gobierno la hostilidad extrema de las autoridades kirchenristas, proyectada en diferentes ámbitos y circunstancias, incluido el juicio en la Corte Internacional de La Haya. En todas esas circunstancias defendió la dignidad de nuestro país, y fue respaldado por las demás fuerzas políticas así como por la enorme mayoría de los uruguayos. La actitud del actual gobierno poco tiene que ver con la de aquellos difíciles años. El gobierno de Mujica ha elegido transitar por otros caminos, muy diferentes. Los partidos históricos, por cierto, no se sienten representados. Y de nuevo, quienes comparten desde el Frente Amplio la actual manera de conducir la política exterior de nuestro país, no pueden votar a un Tabaré Vazquez que actuó de un modo tan diferente. En rigor, deberían buscar otro candidato, mas afín a sus ideas. Pues de lo contrario se daría la impresión de que las ideas nada importan, especialmente cuando está en juego la posibilidad de perder el poder, desprenderse de la administración, alejarse del Estado, ceder cargos y privilegios.
No lo pueden votar. En conciencia, no pueden. Pero claro, todo esto de conformidad con criterios clásicos, considerados por muchos politólogos, seguidores de Nicolas Maquiavelo, como obsoletos. El fin, claro, justifica los medios. Conquistar y mantener el poder, lo es todo. Para quienes así piensan, dicho propósito no debe ser obstaculizado por la obligación constitucional de defender la vida como al primero de los derechos fundamentales inherentes a la persona humana. En ese mismo plano, tampoco puede ser admitido como un impedimento el mandato de la Carta Magna de luchar contra los vicios sociales, como el tabaco y la marihuana. Menos aun, al parecer, las cuestiones de soberanía que han sido planteadas y no resueltas.

No podrían votarlo. Pero lo harán. No porque piensen como el,- ya lo hemos visto-  sino porque no tienen otro candidato mejor. Se trata de conservar el poder tan trabajosamente conquistado. Así es la política en nuestros días.

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