¡VIVA EL PAPA!

Dr. Eduardo Héguy Terra

La sorpresiva elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, de la Compañía de Jesús, de 76 años, como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica,- el 266 desde San Pedro-, Jefe del Estado Vaticano y Obispo de Roma, en el segundo día de reunión y a la quinta votación de los 115 miembros con derecho a voto del Colegio Cardenalicio, ha causado, sin duda, una  profunda emoción y una alegría indescriptible a los mil doscientos millones de fieles que la integran. Pero también, en creyentes y en muchos que no lo son, especialmente en los más pobres y desvalidos, la elección del papa Francisco ha generado una gran esperanza.
Este sacerdote, con una larga y fecunda trayectoria pastoral, que se desempeñó como Provincial de los jesuitas, - la orden fundada por San Ignacio de Loyola en 1540 -, Arzobispo de la ciudad de Buenos Aires y cardenal desde 2001designado por Juan Pablo II, es conocido por su sólida formación cultural. Habla español, latín, italiano, alemán, francés e inglés,  fue profesor de literatura y se graduó como técnico químico en su juventud. Es también un reconocido teólogo y un promotor incansable de la coherencia eucarística y de la cultura de la vida, contraria a la cultura de la muerte. Por ello se opone al aborto y la eutanasia, así como a los matrimonios entre personas del mismo sexo. También ha tenido duras palabras para aquellos que han negado el bautismo a los hijos de parejas no casadas o de mujeres solteras, pues “apartan al pueblo de Dios de la salvación.”
Se trata, como todos sabemos, del primer papa jesuita, del primero latinoamericano y americano en la historia de la Iglesia, y el primero no europeo en 741 años, cuando falleció el sirio Gregorio III. También ha sido el primero en elegir el nombre de Francisco, en homenaje a San Francisco de Asís, uno de los grandes santos del catolicismo, famoso por su marcada predilección por los pobres y fundador, en el año 1209, de la orden de los franciscanos,- a la que pertenecía el papa Juan XXIII-, y de las hermanas clarisas. Según el propio papa ha relatado, en el momento de alcanzarse los votos suficientes para su elección, su amigo, el cardenal brasileño Claudio Hummes, sentado junto a él, lo abrazó, lo beso y le dijo “No te olvides de los pobres.” Esto penetró en su corazón e influyó en la elección del nombre de Francisco, con el que entró por la puerta grande a la mejor historia de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
El llamarse Francisco es muy coherente con la trayectoria pastoral del sumo pontífice, pues son conocidas tanto su humildad, sencillez  y austeridad personal,- en estos días se ha divulgado, casi con asombro, que con frecuencia se desplaza utilizando el transporte público -, como su firme compromiso con la justicia social y una intensa actividad a favor de los mas desvalidos en la ciudad de Buenos Aires, especialmente en las llamadas villas, impulsando a los sacerdotes a volcarse a la evangelización entre los más pobres y necesitados, alejándose de lo mundano, para “llevar a Cristo a la Humanidad y traer la Humanidad a Cristo”. Quiere que se proclame con vigor y convicción el mensaje de Jesucristo, para no convertir a la Iglesia en una simple “ONG compasiva”.
En estos días el papa Francisco nos ha dicho con claridad que “quiere una Iglesia pobre y para los pobres.” Y son muy recordadas sus denuncias en el 2009, como arzobispo  de Buenos Aires, ante quienes no actuaban con determinación para frenar la pobreza en la Argentina, prolongando una situación “inmoral, injusta e ilegítima” al ocurrir en una nación que posee las condiciones económicas necesarias para solucionarlo. Lo cual le trajo no pocas dificultades con el poder político.
En otro momento, siendo cardenal, Bergoglio señaló que los derechos humanos se violan no solo por el terrorismo, la represión y los asesinatos, sino también por estructuras económicas injustas que originan grandes desigualdades. Por ello reclamó una respuesta ética, cultural y solidaria para saldar la deuda social, corrigiendo las causas y las actitudes personales y corporativas que generan esa situación. “Debemos rechazar el acostumbramiento a la pobreza.”
Como no mencionar nuestra alegría como uruguayos cuando contemplamos, en una semana de muchas sorpresas, al padre Gonzalo Aemilius junto al papa Francisco, siendo distinguido y homenajeado fraternalmente, como uno de los suyos, por su extraordinaria labor al frente del liceo Jubilar, en beneficio de los mas necesitados.
Alguien destacó, entre otras muchas, dos grandes responsabilidades para un papa, una, la de ser guía espiritual de mil doscientos millones de católicos, la otra, la de administrar una enorme y compleja organización terrenal. En cuanto a la primera de esas responsabilidades, todo indica que el papa Francisco mantendrá el timón centrado en las grandes verdades del Evangelio, tal como han hecho sus ilustres predecesores, sin apartamientos significativos de la doctrina tradicional de la Iglesia. El papa Francisco es un gran defensor del diálogo interreligioso, tal como lo atestiguan sus conversaciones con el rabino argentino Abrahan Skorka o la carta que envió hace unos días a Ricardo Di Segni, rabino de Roma. “Siempre respetaré al pueblo de mi Dios”, ha dicho el papa. Por eso no sorprende que, por primera vez en mil años, desde el cisma de Oriente, el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, concurriera a la toma de posesión en el Vaticano. En cuanto a lo segundo, -que requerirá la ayuda de numerosos y calificados colaboradores y aun así no será nada fácil en una organización que se extiende por todos los continentes -, hay indicios claros de que será un administrador enérgico, reformista hasta en el protocolo y con la suficiente autoridad y carácter  para encarar con determinación los enormes desafíos que le presentan notorias desviaciones,  como eventuales irregularidades en la banca vaticana y las graves inconductas de algunos sacerdotes y educadores.
En estos pocos días de pontificado Francisco nos ha demostrado  su deseo de comunicarse con su pueblo. Pero también su capacidad y carisma para llegar al corazón de todos los hombres de buena voluntad. El sábado 16, al dirigirse a los periodistas que cubrieron el magno acontecimiento vaticano, en una audiencia en el aula Pablo VI, les agradeció su trabajo, y les hizo un llamado para que ayuden a comunicar que la Iglesia Católica Romana no es una institución política, sino algo construido sobre la fe, guiada por el Espíritu Santo y orientada a promover la Verdad, el Bien y la Belleza. También los bendijo. Sabedor de que muchos de ellos no son creyentes o no pertenecen a la Iglesia Católica, respetando la conciencia de cada uno, “desde mi corazón, en silencio, os doy mi bendición, sabiendo que cada uno de vosotros es hijo de Dios.” “Que Dios los bendiga”.
A la gente fervorosamente reunida en la plaza de San Pedro el día de su elección, y a todos nosotros, pide que recemos por él. ¿Cómo no hacerlo?  Su tarea es enorme. También su responsabilidad. Por todo ello - sin olvidar a quienes desde la izquierda anticlerical le han calumniado – recordemos sus palabras durante el primer Angelus en San Pedro, ante 150 mil personas: la necesidad de misericordia y perdón para alcanzar un mundo más justo. Dios, nos dijo el sumo pontífice, recordando a la mujer adúltera a la que Jesús salvó de ser lapidada, “nunca se cansa de perdonar”. Por todo eso, contentos y agradecidos de ser católicos, de viva voz proclamamos: ¡Viva Francisco! ¡Viva el Papa!



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