¿LOS LIBROS NO MUERDEN?

Dr. Eduardo Héguy Terra

Se ha dicho con frecuencia que los libros no muerden. No siempre es cierto. De algunos, no de todos, puede decirse que muerden, cuando mienten o promueven la ignorancia, el engaño, la mala memoria, las verdades a medias. La mayoría de los libros no son inocentes, ni indiferentes a los valores.  Conmueven. Sacuden. Forman o hieren. Por eso ha existido la censura. Decía Emerson que todo libro que es echado a la hoguera por los déspotas, ilumina al mundo. Los libros gravitan. Por eso les temen. Por eso los censuran, por eso los queman.
Y por eso hay que elegir bien. Ser muy selectivos. Porque entre las decenas de miles de nuevos títulos que se publican cada año y en los centenares de miles, millones, ya publicados, hay literatura valiosa, ensayos inteligentes, pero también mucha basura, mucha tontería y frivolidad. Y mucho veneno. Es difícil que, para bien o para mal, un libro nos deje indiferentes. Puede elevarnos a cumbres espirituales muy altas o sepultarnos en ciénagas de oscurantismo y vilezas. Debemos ser muy cuidadosos a la hora de elegir autores y de seleccionar sus obras. Las vacaciones, suele ser un momento más que propicio para la lectura. Pero es una oportunidad que debe ser valorada y cuidada con responsabilidad y esmero. No podemos equivocarnos. Los resultados pueden ser fructíferos o decepcionantes y hasta lamentables.
Como muchos de ustedes en estas semanas, seleccione entre lo mucho bueno que integra la abundante oferta de libros en la actualidad. Novelas, cuentos, ensayos y biografías, todas ellas opciones muy atractivas, de autores extranjeros y, cada vez más, nacionales. Y nunca falta, por todo lo que aportan al espíritu, releer los Evangelios, especialmente los de Mateo y Lucas, aunque los cuatro son reconfortantes en toda época y circunstancia.
Ya me he referido en estas columnas al libro del periodista Alfonso Lessa, Pecado Original. Un trabajo excelente. No solo interesante por su temática y muy bien  escrito, sino valioso por todo lo que aporta al mejor conocimiento del golpe de Estado de febrero de 1973 y a la verdad sobre determinadas conductas hasta ahora no demasiado claras. En suma, se trata de una lectura imprescindible para comprender cabalmente ese trágico período de nuestra historia reciente. Como señaló con acierto Felix H. Laiño, periodista argentino identificado con el diario La Razón, en su momento el de mayor circulación en el mundo de habla castellana, la gente tiene cada vez menos tiempo para leer. Para lograr un adecuado estilo, expresaba Laiño, es primordial “saber lo que se quiere decir y tener un concepto preciso sobre el modo de expresarlo. Así se logrará claridad.” El libro de Lessa lo hace con holgura.
La Civilización del Espectáculo, del premio Nobel Mario Vargas Llosa, es una obra inteligente, que nos hace reflexionar y comprender la crisis de la comunicación en nuestros días; una obra en la que se denuncia con lucidez que la función crítica del periodismo, tan necesaria, “se ha visto en muchos casos distorsionada por la frivolidad y el aire de diversión de la cultura imperante.” Condena con severidad al periodismo escandaloso como un “perverso hijastro de la cultura de la libertad.” Es un trabajo esclarecedor. Vale la pena leerlo,  meditarlo y compartirlo.
Disfruté también del último libro de John Grisham, Los Litigantes, escrito con su habitual maestría para encarar complejos temas judiciales y hacerlo con amenidad; de Enemigos, una historia del FBI, de Tim Weiner, del New York Times, ganador del premio Pulitzer, de indudable interés y actualidad; y Roseanna, de los escritores suecos Maj Sjöwall, periodista especializada en crímenes, y Per Wahlöö,  es un clásico policial de una serie que dio origen a la película San Francisco, ciudad desnuda. Pero pronto volví a los periodistas uruguayos, como Cesar di Candia y su Oficio de Periodista, un valioso trabajo publicado el año pasado. Y el reciente libro de Tomas Linn, Una Especie en Extinción, en el cual se refiere a los periodistas y sus crisis; y a los seis factores principales que  afectan la calidad democrática, en una época en la cual las noticias se han convertido para muchos en una mera extensión de los negocios de entretenimiento de las grandes empresas y conglomerados de comunicación. El análisis de esos factores constituye, por sí  solo, un poderoso incentivo para todos aquellos interesados en conocer mejor la problemática que afecta la actividad periodística moderna en el Uruguay.

Estos que mencioné son libros de los buenos. De esos cuya lectura enriquece y amplía el pensamiento propio. Son ellos causa y motivo de aprendizaje y reflexión profunda. Pero también están los otros, los malos libros, aquellos cuyos contenidos John Murray reputaba capaces de “envenenar las conciencias por mucho tiempo”. Este tipo de libros sí que muerden, producen daños irreparables y dejan cicatrices en el espíritu. Seamos pues prudentes y selectivos. Esquivemos las trampas de la publicidad engañosa. Nuestro tiempo es demasiado valioso para caer en un mal libro y, lo que es todavía peor, perder el tiempo siempre escaso de que disponemos para la buena lectura, cada uno según su sensibilidad, gustos e intereses.

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